sábado, 22 de marzo de 2014

Estado aún no ha asumido el concepto de pueblos indígenas como sujeto de derechos" y DEMOCRATAS PRECARIOS

Noticia, "El Estado aún no ha asumido el concepto de pueblos indígenas como sujeto de derechos" - 29/11/2013 17:17:32

"En diálogo Estado-sociedad civil se reflexionó sobre Informe Alternativo 2013 sobre el cumplimiento del Convenio 169 de la OIT.
Patricia Balbuena, Viceministra de Interculturalidad, dirigiéndose a representantes de la sociedad civil. (Foto: Servindi)
Por Servindi
"El Estado aún no ha asumido el concepto de pueblos indígenas sino de comunidades" afirmó la viceministra de Interculturalidad Patricia Balbuena, en un desayuno de trabajo con asociaciones de la sociedad civil, realizado el jueves 28 de noviembre.
El Estado peruano nunca ha tomado decisiones pensando en el sujeto de derechos "pueblo indígena". Por tal motivo, nunca ha recolectado información específica pensando en el sujeto "pueblos indígenas" sino solo como comunidades.
Cuando el Estado empiece a hablar del sujeto pueblo indígena lograremos uno de los avances más importantes y este es uno de los desafíos del próximo censo que organiza el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), agregó Balbuena.
La funcionaria reconoció que los espacios de diálogo son los mejores para disentir pero también para llegar a acuerdos. Y estos son aún más necesarios ahora que se cuenta con una dirección de Pueblos Indígenas que necesita trabajar con otros sectores y la sociedad civil.
Al respecto anunció que el sector Cultura viene analizando la creación de dos espacios de trabajo dedicados a los pueblos indígenas: una comisión sectorial y otra comisión multisectorial de carácter permanente, que haga seguimiento al cumlimiento del Convenio sobre Pueblos Indígenas 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sobre el tema institucional Balbuena planteó como un asunto de fondo definir qué es lo que necesitamos como Estado para atender a los pueblos indígenas y cómo se reflejaría esto en la estructura del Estado peruano.
Informe Alternativo que cada año elaboran las organizaciones indígenas y el Grupo de Trabajo de la CNDDHH. Clic a la imagen para acceder a la publicación en PDF.
Respecto al proceso de consulta previa Balbuena reconoció que se trata de un asunto muy complejo, que plantea enormes desafíos y cambios en la relación entre el Estado y los Pueblos Indígenas.
Existe una pregunta de fondo: ¿Tiene el Estado la capacidad de garantizar los derechos de los pueblos indígenas? Se trata de un desafío enorme y complejo que requiere mucho tiempo y tenemos que esforzanos por acelerar estos procesos.
Por ejemplo, destacó, el enfoque intercultural no es algo que se aprende en un par de capacitaciones. Por esta razón, tenemos que superar desconfianzas y fortalecer capacidades en ambas partes, en referencia al sector público y la sociedad civil.
La ley de consulta previa y su reglamento no son suficientes para los procesos de consulta. El problema es cómo hacer la consulta y falta un desarrollo normativo administrativo, sentenció.
Expectativas de la sociedad civil organizada
El desayuno de trabajo fue organizado por el Grupo de Trabajo sobre Pueblos Indígenas de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) y al mismo acudieron funcionarios de Cultura, Educación, Justicia y Energía y Minas, entre otros.
La finalidad fue presentar y dialogar en torno al informe alternativo que cada año elaboran las organizaciones indígenas y el Grupo de Trabajo de la CNDDHH y que es enviado a la Comisión de Expertos de la OIT a fin de contribuir a evaluar el cumplimiento de dicho convenio.
Javier Jahncke expuso las limitaciones del marco legal del proceso de consulta previa normativas e hizo especial hincapié en la guía y deficiencias de la guía metodológica de consulta que restringe el reconocimiento a los pueblos imponiendo los requisitos de lengua y territorio.
Representantes del Ejecutivo. (Foto: Servindi)
Jahncke, representante de la Red Agua, Democracia y Desarrollo (REDAD), expresó su preocupación por que la modalidad desconcentrada de los procesos de consulta están a cargo de las mismas instancias públicas que promueven las medidas a ser consultadas.
Ello no brinda garantías de imparcialidad y transparencia, especialmente en lo que concierne al sector Energía y Minas.
A ello se aúna que las consulta se programan después de haberse aprobado los estudios de impacto ambiental (EIA); y existen mecanismos de participación ciudadana que se sobreponen y desvirtúan los procesos de consulta previa, que tienen una naturaleza jurídica distinta.
Jahcke y Miguel Jugo, refirieron asimismo cómo voceros del gobierno se refieren al derecho a la consulta previa como una "traba" para el desarrollo, a pesar que fue la primera medida legal del gobierno a raíz de un fuerte compromiso político surgido por los sucesos de Bagua.
Criminalización en debate
Mar Perez, de la CNDDHH, explicó la coerción del Estado mediante el uso abusivo de la fuerza y que ha ocasionado 29 civiles fallecidos en el periodo del actual gobierno de Ollanta Humala.
El 86 por ciento de los fallecidos fue por proyectil de arma de fuego, el 10 por ciento menores de edad y el 45 por ciento son indígenas o en protesta relacionada a derechos de los pueblos indígenas, precisó Mar.
A ello se suman los procesos infundados, las denuncias preventivas, los mandatos de detención, el uso injustificado de la autoría mediata, los traslados arbitrarios de jurisdicción y los múltiples procesos por los mismos hechos.
Destacó el caso injusto, inhumano e ilegal de tres indígenas privados de libertad desde el año 2009 por los sucesos de Bagua para los cuales solicitó libertad inmediata o arresto en su propia comunidad.
Mar Pérez, de la CNDDHH. (Foto: Servindi)
José Coloma, representante del Poder Judicial, calificó de exagerada el calificativo de "criminalización" de la protesta social porque según su criterio no existe una política deliberada de criminalización, aunque admitió que las situaciones anómales se repiten en otros procesos y constituyen un lastre a superar.
David Velasco, de la Fundación Ecuménica para el Desarrollo y la Paz (FEDEPAZ) reafirmó la situación de criminalización y brindó ejemplos como la instrumentalización del derecho, las campañas para demoler honras y la afectación a la vida e integridad personal.
Brindó ejemplos concretos, como los trescientos procesados en torno al proyecto Conga y una cantidad mucho mayor en el caso del proyecto Río Blanco, en Piura.
Institucionalidad y participación
Iris Olivera, de la Asociación Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), enfatizó en la diferencia entre participación ciudadana y el derecho a la participación de los pueblos indígenas que es un derecho distinto y que no se ha desarrollado en el país.
De acuerdo al Convenio 169 de la OIT se trata de asegurar el derecho a participar en la toma de decisiones.
Sobre la institucionalidad pública para pueblos indígenas sostuvo que ésta se ha venido debilitando cada vez más y actualmente existe un candado en la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (LOPE).
Recordó que existen compromisos de una mesa de trabajo y existe la demanda de las organizaciones indígenas porque se cree un Ministerio de Pueblos Indígenas.
Estado y sociedad civil en diálogo sobre el cumplimiento del Convenio 169 de la OIT. (Foto: Servindi)
Avances en justicia intercultural
Jaime Escobedo, asesor del Ministerio de Justicia en asuntos de interculturalidad, enfatizó que el Estado peruano no tiene vocación de litigio con los pueblos indígenas.
Hay una hoja de ruta de trabajo en el Poder Judicial sobre el tema de interculturalidad y un proceso muy activo y dinámico con las organizaciones indígenas, una de cuyas expresiones es el proyecto de Ley de Coordinación Intercultural de la Justicia, aprobado por la Comisión de Pueblos del Congreso y que será sometida a un proceso de consulta pre legislativa.
Finalmente, Rocío Silva Santisteban, secretaria ejecutiva de la CNDDHH, sostuvo que la construcción y afirmación social de un sujeto indígena es un reto para todos y especialmente para quienes estan formados de una manera tradicional.

Ver artículo...
" Fuente Artículo
Poder Judicial

Que opina? DEMOCRATAS PRECARIOS - 21/04/2013 9:50:00

" Hace cuatro años, el politólogo y abogado Eduardo Dargent publicó un pequeño libro llamado Demócratas Precarios. El argumento central del volumen lo resumió su autor de esta manera:
concluía que en el Perú y en varios países de América Latina las élites de derecha y de izquierda eran estratégicas en su apoyo a la democracia. Cuando las élites de ambos lados del espectro político perciben que un gobierno puede avanzar sus intereses por medios autocráticos, lo apoyan con entusiasmo. En cambio, cuando sus intereses son amenazados por un gobierno abusivo, invocan la democracia para defenderse. "Demócratas" pues, lo son cuando están asustados; "precarios", pues abandonan la democracia cuando les conviene.
Este pequeño estudio, al que he vuelto en estos días de precariedad democrática en Venezuela, no sugiere que el comportamiento de las élites es el factor central para que el sistema democrático se consolide o se derribe en nuestros países. Pero Dargent sí concluye que su conducta puede ser clave para frenar o limitar la concentración del poder. Y, en estos días, la tesis ha vuelto a cobrar sentido con el comportamiento de las élites peruanas en relación con el proceso electoral venezolano.
Basta revisar las redes sociales para darnos cuenta que varios simpatizantes de izquierda, que se enfrentaron a Fujimori en el 2000, han tenido una actitud justificatoria frente al polémico - por decir lo menos - proceso en el que Nicolás Maduro fue electo como presidente de Venezuela. Y si bien, en privado, varios de ellos indican que los modelos cubano y venezolano son inaplicables a nuestra realidad por diversas razones (entre ellas, que no tolerarían un clima tan represivo), en nombre de una supuesta "revolución social", siguen defendiendo a los dos gobiernos más cuestionados, en cuanto a libertades, en América Latina.
Y en el otro lado, varios de quienes se la pasaron dando vivas al fujimorato durante los noventa, hoy se han vuelto demócratas conversos, solo porque el autócrata al que critican es de signo contrario al suyo. Justificaciones en nombre de "la paz" o "el modelo" fueron esgrimidas por estas personas para ponerse el kimono o bailar el ritmo del Chino, a pesar que, también en privado, reconocen que, en los años que siguieron a la caída de nuestra última autocracia, han podido hacer mejores negocios y contar con mejores oportunidades.
En el fondo, quienes optan por este tipo de posiciones no creen en la convivencia democrática. No solo porque su preocupación por el régimen político se activa únicamente cuando sus intereses son afectados, sino que, en periodos en los que no existe amenaza alguna a las libertades, buscan, antes que una sana rivalidad e intercambio de ideas, eliminar a su enemigo. Para decirlo claro, existe una derecha conservadora que no quisiera ni siquiera a una izquierda moderada en el país (y por ello, apoyó tan entusiastamente el proceso de revocatoria de Susana Villarán). Pero también existe una izquierda conservadora que, en el fondo, quisiera otro Velasco que acabe "de una vez y para siempre" con todo vestigio de derecha en el Perú.
Como señaló hace algún tiempo Martín Tanaka:
Acaso la clave del éxito democrático implique que las élites en general asuman el respeto al pluralismo y la alternancia, que las de derecha reconozcan la necesidad de políticas de Estado más integradoras, y que las de izquierda reconozcan la centralidad de los mecanismos de mercado.
Lo antes dicho no quiere decir que no existan, en el Perú, izquierdistas y derechistas (además de centristas) que creen en la democracia y que saben identificar cuando nos encontramos ante un autoritarismo competitivo, el régimen híbrido que, desde 1992, se ha convertido en la principal amenaza para la consolidación de la institucionalidad en la región. Un tipo de autocracia que inició tristemente, en nuestro país, un personaje que ahora está preso por robo y asesinato y que hoy, con signo económico distinto, prolonga Maduro desde Caracas (como bien lo ha dicho ayer Henrique Capriles). Y en ambos casos, con una comunidad internacional que se hizo de la vista gorda, en salvaguarda de una ideología o por mero pragmatismo.
Sin dejar de criticar el penoso papel de nuestros políticos en esta coyuntura (y vaya que Humala, Toledo y Keiko han hecho méritos para ello), era necesario volver a este tema. Finalmente, los frenos que pueda tener cualquier gobernante en nuestro país para evitar una nueva aventura contra el sistema democrático dependerán mucho de élites menos precarias y oportunistas.
PD: Mi solidaridad con Carlos Tovar "Carlín" por las amenazas del presidente del Poder Judicial en su contra.
Ver artículo...
" Fuente Artículo

Noticia, EL SABLE - 08/04/2013 16:21:21

" Un general, un tonel vacío; un ejército en marcha, la peste. (SWIFT, Viajes de Gulliver)
En nadie se palpa tanto la influencia de la autoridad como en el soldado. El hábito no hace al monje; pero la casaca influye mucho en la formación del tigre. Con sólo embutir a un hombre en el uniforme militar, ya se le infunde la abyección ante los superiores y el despotismo hacia los subordinados. (Qué insolente la arrogancia de un coronel en su roce con el humilde recluta! Pero, (qué repugnante la bajeza de ese mismo coronel en presencia del infatuado general! El escalafón de un ejército debe representarse por una montaña donde ascienden hombres que besan las posaderas del que va adelante y son besados en idéntico sitio por el que viene detrás.
Y sin embargo, muchos sociólogos nos preconizan el servicio militar obligatorio como el medio más rápido y más seguro de civilizar a las naciones. Así: en lugar del maestro con el silabario, el caporal con la vara de membrillo; en vez del aula donde se desbroza la inteligencia, el canchón o patio donde se atrofia el cerebro al grado de convertirle en mero propulsor de evoluciones automáticas. Para conocer la acción civilizadora de los cuarteles, basta comparar al conscripto en el momento de enrolarse con ese mismo hombre al terminar los años de servicio: el que partió honrado, compasivo y trabajador, regresa bribón, inhumano y holgazán, En las poblaciones abunda un tipo de ociosidad y truhanería, un resumen de todos los vicios y nulidades, el antiguo soldado. Una metamorfosis a la inversa, una mariposa transformándose en oruga, nos ofrecería la muestra de un paisano volviéndose militar.
Hace muchos años que el fraile sirve de blanco a poetas burlones y herejes monomaniáticos, pero )no merece el soldado tantas pullas y denigraciones como el fraile? Un batallón no difiere mucho de una comunidad: un prior y un coronel se distinguen en que el primero masculla oraciones y el segundo vomita blasfemias. Si el uno traduce a duras penas los latines de su breviario, el otro comprende a medias las jerigonzas de su táctica. En depresión moral, por ahí se las ven casacas y hábitos, pues igualmente degradan el cuartel y el convento, dando lo mismo obedecer al badajo de una campana que a los palitroques de un tambor, someterse a las ordenanzas del ejército que a la regla de la orden. Si frailes y militares se igualan en la obediencia pasiva, divergen mucho en las otras maneras de ser. El fraile glotonea, bebe, juega y seduce mujeres; mas el soldado no sólo comete semejantes fechorías, sino roba, incendia, viola y mata. El fraile asoma con chorreras de vino y lamparones de caldo gordo; el soldado aparece con manchas de lodo y salpicaduras de sangre. En el portador de cerquillo renace Priapo, en el arrastrador de sable resucita Caín. Priapo nos divierte, Caín nos horroriza. Los cerdos tonsurados no causarán nunca el horror que producen las fieras galonadas.
Cierto, del fraile brotan el inquisidor y el guerrillero, como lo prueban Santo Domingo de Guzmán y los mónagos carlistas; pero del soldado sale el jesuíta, como lo manifiesta San Ignacio de Loyola. Si el hábito enuncia el error, la casaca le sostiene. Sin el apoyo de la fuerza bruta o militar, no se habrían consumado las grandes persecuciones religiosas ni los autos de fe: al lado de inquisidores y verdugos, al pie de la hoguera, estuvo siempre el soldado. Hoy mismo, los sables sirven de puntales a la cruz. Sólo una perversión moral puede hacernos llamar forajidos a seis descamisados que merodean en los alrededores de una ciudad y héroes a seis mil bandoleros uniformados que invaden el territorio del vecino para arrebatar propiedades y vidas, Lo malo en el individuo lo juzgarnos bueno en la colectividad, reduciendo el bien y el mal a simple cuestión de números. La enormidad de un crimen o de un vicio nos le transforma en acción meritoria o en virtud: al robo de millones le titulamos negocio; al degüello de naciones enteras le llamamos hazaña gloriosa. Para un asesino, el cadalso; para un guerrero, la apoteosis. Y, sin embargo, el oscuro jornalero que suprime a su semejante, ya para vengar una injuria, ya para quitarle bolsa o mujer, no merece tanta ignominia ni castigo como el ilustre soldado que mata veinte o cuarenta mil hombres para adquirir gloria o coger el bastón de mariscal. Examinando bien las cosas y sin prejuicios tradicionales, )qué son Alejandro, César, Napoleón, todos los héroes oficiales que por modelo citamos a la juventud en los manuales de instrucción cívica? Degolladores de reses humanas. Mas nosotros envilecemos al sacrificador de animales y glorificamos al matador de hombres.
Felizmente, el legendario prestigio de la casaca va desapareciendo. La cuestión Dreyfus ha servido para quitar algunas plumas al grajo, no muy glorioso desde la capitulación de Metz y los fusilamientos de la Comuna. En todas partes surgen espíritus libres que no hallan diferencia entre un Deibler y un Moltke ni entre un Cartouche y un Kitchener. Ya empiezan a causar risa esos famosos generales que pasan muy tiesos por haber trasladado al sombrero de picos las plumas que el salvaje lleva en el taparrabo. Sólo las mujeres, los niños y los papanatas admirarán muy pronto a los sargentones reblandecidos y gotosos.
Cuando el hombre segregue su ferocidad atávica, la guerra será recordada como una barbarie prehistórica, y los famosos guerreros (tan admirados hoy) figurarán en la siniestra galería de las almas rojas, al lado de asesinos, verdugos y matarifes. El cráneo de Napoleón se rozará con la calavera de un gorila; la espalda de Kuropatkine yacerá junto a las flechas de un indio bravo.
El cuartel no ha sido ni será una escuela de civilización: es un pedazo de selva primitiva incrustado en el seno de las ciudades modernas.
Toda la ciencia militar se redujo siempre al arte de embrutecer y salvajizar a los hombres: querer civilizar con el sable da, por consiguiente, lo mismo que desmanchar con el hollín o desinflamar con el ácido sulfúrico. (1904)
CAMBIO DE TACTICA
Por Manuel González Prada, Anarquía
Cuando los gobiernos temen alguna convulsión política o social, suscitan discordias internacionales o fingen creer en los propósitos bélicos de sus vecinos. Invocando el amor a la patria, arrojan una ducha helada sobre el calor tórrido de los más levantiscos. Naturalmente, el mundo oficial proclama la necesidad de armarse; y como para ello se requiere dinero, vienen en seguida las operaciones financieras. Realizado el armamento de la Nación, se vuelve contra los adversarios interiores el arma traída para servir contra el enemigo exterior: el aumento de la fuerza militar coincide casi siempre con la disminución en las libertades públicas.
Más que para defender la integridad del territorio y el honor de la bandera, los gobiernos fomentan, pues, ejércitos para contener las revoluciones y afianzarse en el poder. Sin compactas legiones de pretorianos, el Sultán yacería en el fondo del Bósforo, el Zar se bambolearía en el extremo de una soga, el Emperador de Alemania bramaría en la jaula de un manicomio, el Rey de España haría de monaguillo en una escuela de hermanos cristianos, el Emperador de Austria serviría de portero en una casa de señoras amables y complacientes.
Al ejército se le encomia, no sólo por ejercer el noble oficio de guardián de las fronteras sino por desempeñar en las ciudades la altísima función de mantener el orden público; es decir, salvaguardar la vida y los intereses de los ciudadanos. Por ciudadanos entiéndase clases privilegiadas, pues a nadie se le ocurriría figurarse que rifles y cañones sirvan para defender el pellejo y los harapos de la muchedumbre: la canalla no vale como persona defendible, sino como fuerza muscular explotable.
(El orden público! Estas palabras encierran la virtud de ser usadas con tanto derecho por un autócrata de Asia como por un presidente de Suiza. El orden público, dice el Sultán, y siembra cien mil o doscientos mil cadáveres en los pueblos de Armenia y Macedonia; el orden público, dice el Zar, y lanza sus cosacos a vengar en el huelguista ruso los golpes recibidos en Manchuria; el orden público, dice el reyezuelo del Africa Central, y manda empalar al prisionero traidoramente cogido en una razzia; el orden público, dice el grotesco presidente de Bolivia, y se enrojece las manos en la sangre de Lanza, después de habérselas dorado con el oro chileno.
Hay orden público mientras el patrón esquilma desvergonzadamente al proletario; reina el desorden, si el proletario no quiere seguir dejándose sacrificar por los patrones. Si un caldero estalla y produce la muerte de diez o doce operarios, no se altera el orden público; pero si treinta o cuarenta operarios destrozan el motor de una fábrica, el orden público se halla seriamente amenazado.
La amenaza exige medidas de represión cuando los jornaleros suspenden sus faenas para demandar aumento de salario y disminución en las horas de trabajo. Si el grupo rebelde no es numeroso, se le aísla, se le cortan los víveres y se le somete por el hambre. Si la huelga adquiere proporciones alarmantes y posee la fuerza suficiente para arrollar al polizonte o guardia civil, entonces acude el soldado.
Es de verse el heroísmo del ejército para defender al ahíto y despachurrar al hambriento. De general a soldado raso, todos revelan el mismo encono y la misma fiereza con el huelguista. -)Pides pan?, pues come hierro y plomo. -)Pides justicia?, pues calla eternamente. Las ciudades se transforman en selvas, los obreros en animales de caza, los militares en sabuesos y galgos. Los que se dejaron arrollar en las fronteras o retrocedieron ante los negros de Africa marchan de triunfo en triunfo, pisoteando las entrañas de niños, de mujeres y de ancianos. Porque el heroico defensor del orden público descarga el rifle, sin averiguar por qué ni sobre quién, importándole un bledo que la bala hiera al amigo, al hermano, al padre o al hijo. Merced al ambiente degenerador de la caserna, el hombre se transforma en animal adiestrado para embestir a sus compañeros; peor aún: se convierte en máquina para funcionar con rigidez matemática, pulverizando con tanta indiferencia al grano que nada siente como a la carne que gime de dolor.
Y (esto nos ofrecen por tema de admiración y ejemplo los glorificadores de la carrera militar! No, no merecen admiración ni pueden servir de modelo los polizontes del rico, los sicarios del obrero, los profesionales del asesinato. )Puede haber cerebro más lóbrego ni corazón más duro que el cerebro y el corazón de un hombre encanecido bajo el uniforme? Lo más inteligente y lo más sensible de un viejo inválido es su pata de palo. Por abusivos y despóticos, por inflados y soberbios, por inhumanos y crueles, todos los portadores de sable son igualmente aborrecibles, desde el gran mariscal que llora lágrimas de cocodrilo al divisar el campo de batalla donde acaba de hacer morir a cincuenta mil desgraciados, hasta el cabo instructor que arroja una lluvia de palos sobre el humilde recluta por no haber adquirido el suficiente grado de embrutecimiento para convertirse en autómata de evoluciones militares.
La Humanidad avanza muy lentamente, porque al acelerar el paso, tropieza en las redes de un sacerdote o se hiere en la bayoneta de un soldado. El reino del sacerdocio declina: el imperio de la milicia no da señales de concluir. El hisopo nos arroja de cuando en cuando algún asperges inofensivo aunque mal intencionado; el sable nos quebranta diariamente los huesos o nos desangra las venas. La blusa tiene su peor enemigo en la casaca. La sociedad burguesa puede compararse a un vetusto edificio que amenaza ruina. Los nobles, los capitalistas y los sacerdotes son apolillados y endebles puntales que nada sostienen; las columnas de hierro macizo, los que impiden el derrumbamiento final, son los militares.
Los actuales horrores de Rusia revelan todo lo que saben realizar los defensores del orden público. De una huelga contenida con el rifle, de esa revolución sofocada por el pretoriano, de esa muchedumbre azotada, sableada y fusilada, surge una lección. Se impone un cambio de táctica. El poder destructor de las armas modernas, la velocidad en la transmisión de órdenes por medio del telégrafo, la facilidad de la concentración y movilización de enormes masas aguerridas, hacen muy difícil, si no imposible, el buen éxito de revoluciones populares, sin base en alguna fracción del ejército. Se gira en un círculo vicioso: las revoluciones no triunfan sin soldados, y las revoluciones hechas con militares corren peligro de degenerar en cesarismos o simples cambios de jefes.
Según Rousseau, ""ninguna revolución merece llamarse buena si cuesta la vida de un solo hombre"". Resucitaríamos al buen ginebrino para que en Rusia consumara hoy una revolución sin sacrificar algunos miles de hombres, unas cuantas decenas, cuando menos. Mucho dudamos que el Zar, los grandes duques y todos los magnates moscovitas cedieran a los argumentos del filósofo y se despojaran de sus derechos adquiridos. A ciertos felinos no se les arranca la presa sin arrancarles los dientes.
La bondad de una revolución estribaría en sacrificar el menor número de hombres, escogiendo los más culpables y más elevados: un cachetero en la cerviz del toro hace más que diez banderillas o mil alfileres en lomos y patas. Si gracias a la perfección del armamento se dificulta la acción popular, merced al formidable poder de las substancias explosivas se centuplica el radio de la acción individual: un solo hombre consuma la obra que no puede realizar una muchedumbre.
El Zar que no pierde su serenidad ante las carnicerías de la guerra en Asia ni se conmueve con los asesinatos cometidos por la soldadesca en Rusia palidece al oír la muerte de Sergio y tiembla como un niño al pensar que su armazón de huesos y pellejo corre peligro de saltar desmenuzada en mil pedazos. (1905)
REBELION DEL SOLDADO
Por Manuel González Prada, Anarquía
Hay dos cosas inconciliables, por más sutilezas y argucias que empleemos con el fin de conciliarlas: el internacionalismo y el patriotismo. No tenemos patria, si por igual queremos a todas las naciones; no somos patriotas, si dejamos de preferir un conciudadano nuestro a un lapón, a un francés o a un chino. El socialismo, a pesar de creerse desvinculado de todas las religiones, se funda en una máxima cristiana: todos somos hermanos. Pues bien, si el todos somos hermanos es una verdad grabada en lo más íntimo de nuestro corazón, si por ella debemos regir todas nuestras acciones, tenemos derecho de protestar cuando nos obliguen a violarla para convertirnos en matadores de nuestros hermanos.
La propaganda de los socialistas-internacionalistas, al aconsejar la deserción en caso de una guerra, es la consecuencia más lógica de la doctrina. No lo es la pretensión de algunos socialistas franceses y alemanes al conciliar el internacionalismo con el patriotismo, y la libertad humana con el servicio militar. Semejantes conciliadores nos recuerdan a los teólogos casuísticos y jesuíticos; en teoría, condenan el servicio militar y la guerra; en la práctica, no se oponen a la obediencia pasiva ni admiten la indisciplina o rebelión en el individuo de tropa. Sin embargo, en la enérgica resolución del recluta, en su rechazo a volverse un simple resorte de la máquina ciega y colectiva, ahí se halla la más pronta resolución del problema. Sólo acabarán los ejércitos y, por consiguiente, las guerras, cuando los hombres no se resignen a sufrir el yugo militar, cuando la mayoría de los llamados al servicio tenga el suficiente valor para rebelarse, invocando el generoso principio de la fraternidad.
Y la protesta en masa o colectiva no puede venir sin haber sido iniciada por una serie de protestas individuales: muchísimos seguirán el ejemplo, cuando algunos empiecen a darle. Algo trabaja por la terminación de las guerras el diplomático bien rentado que urde protocolos en la Conferencia de La Haya, pero seguramente hace más el pobre dukhobor que en una estepa rusa rechaza el servicio militar y, antes de faltar a sus convicciones, soporta el knut, la prisión y el destierro a Siberia. (1906)
LA POLICIA
Por Manuel González Prada, Anarquía
Taine, filósofo nada revolucionario ni anarquista, escribió: ""Como en Francia abundan tanto los gendarmes y los guardias urbanos, nos inclinaríamos a tenerles por más incómodos que útiles. Cuando algunos transeúntes se agrupan en la calle a ver un perro con la pata rota, llega un hombre de mostachos y les dice: Señores, las agrupaciones están prohibidas; dispersaos"" (Philosophie de lart) Y todos se dispersan en el acto, como cediendo a la impulsión de un resorte. Quien desee conocer un pueblo sumiso a las órdenes de las autoridades, no visite Rusia ni Turquía, sino el pueblo de la gran revolución, Francia. Los guillotinadores de reyes, los vencedores de la Europa coligada, tiemblan y callan a las intimaciones de un simple sergot. Viéndolo bien, les sobra razón, porque (ay del rebelde o sordo!, se le viene encima el procés verbal y con el procés verbal la multa o la cárcel. Nada decimos de les passes á tabac o carreras de baqueta; algo saben de ello Baudin, Jaurés y algunos otros diputados franceses. No en vano se ha nacido en ""el más hermoso reino, después del cielo"".
Según Georges Sand, si los agentes subalternos de la policía infunden odio al servir las pasiones políticas, suelen granjearse la admiración por su buen sentido y su equidad al ejercer las funciones propias de su institución. Cuando la policía agrega Sand deslinde sus atribuciones, confundidas hoy por las discordias humanas, cumplirá misión tan paternal en las severidades mismas, que los hombres blasonarán de pertenecer a ella (La Filleule). No aguardamos el advenimiento de la era en que los agentes de policía se hayan vuelto ángeles de la guarda ni en que las gentes se enorgullezcan de estar enroladas a la más odiosa de las instituciones sociales, a la basada en el espionaje, la delación, el soborno y la tortura, a la encargada de proveer cárceles, penitenciarías, galeras y patíbulos.
Aunque, por efecto de una organización autónoma, la policía lograra constituir el cuarto poder del Estado, no dejaría de ceder al influjo de las pasiones políticas, como obedecen a menudo los Tribunales de Justicia. Difícilmente se concibe sociedad en que el individuo carezca de opiniones y vegete años tras años, ajeno a las luchas de los partidos, guardando su ecuanimidad en las tremendas conmociones sociales. )Acaso el egoísmo sirve de escudo invulnerable? El egoísta vive confiado, en las inmediaciones del torrente; pero, cuando menos lo piensa, el torrente desborda y le arrastra. Como donde respiran hombres actúan pasiones, se hace política en universidades, beneficencias, municipios, cuarteles y conventos; mientras haya Estado y gobiernos, se hará política en toda reunión de ciudadanos, aunque se junten con fines científicos, religiosos, artísticos, humanitarios, industriales, financieros o deportivos. Enfermedad no sólo hereditaria sino contagiosa, la política infecciona el organismo del hombre moderno. )Cómo soñar, entonces, en el advenimiento de una institución formada por hombres sin flaquezas humanas? Constituyendo la policía un arma tan poderosa como el ejército, siendo algunas veces el gendarme más útil que el soldado, no se concibe que el político deje de aprovechar de guardas y polizontes. Pero, desligados aun de la política, ceñidos a salvaguardar vidas y propiedades, los agentes de policía imitarán a los carabineros de Offenbach, llegarán siempre tarde. Si evitaran accidentes y crímenes, ejercerían una función humanitaria; pero, generalmente, cuidan de sólo perseguir al malhechor, cuando se estrellan en el inocente. Al asesinado, )qué le beneficia la captura ni el enjuiciamiento del asesino? A la mujer violada, )qué le remedia el castigo del violador? Vindicta pública, sanción moral, escarmiento. . .,)son algo más que palabras?
II
Desde los primeros años, casi desde la cuna misma, el policíaco amarga y entristece la vida del hombre, que si antiguamente asustaban al niño con diablos, aparecidos y brujas, hoy le amenazan con el guardia de la esquina. Al pasar ante una escuela, muchos pueden regocijarse de haber escapado a la férula del, magíster, dómine o pedante; mas, )quién vive seguro de terminar el día sin habérselas con un polizonte? Este individuo posee la ubicuidad de la Providencia y la tenacidad de la mosca: no nos deja tranquilos ni a sol ni a sombra. Despiertos y en la calle, vemos a cada paso su estantigua; semidormidos y en nuestra habitación, oímos de hora en hora el silbar de su pito. Ignoramos si muertos y hundidos en el sepulcro, sentiremos el ir y venir de sus botas.
Si en las naciones bien organizadas la policía no merece mucho amor ni mucha simpatía, )cómo estimarla en sociedades caóticas y embrionarias? Aquí, en el Perú, desde el Ministro de Gobierno hasta el soplón (sin olvidar a prefectos, intendentes, comisarios, inspectores, guardias ni carceleros), todos valen lo mismo, todos esconden ponzoña de igual virulencia. No sirven para conservar el orden público sino para defender a los gobiernos abusivos; que los presidentes, en vez de entregar ciertos individuos a la justicia, les mandan a ejercer funciones en la policía. El exactor recibe una prefectura; el torsionario, una intendencia; el rufián, una comisaría, etcétera. Corporación tan bien seleccionada, persigue a los adversarios del gobierno, inventa conspiraciones, practica el chantaje, provoca motines, apalea escritores, arrasa imprentas, viola mujeres, tortura presos, hurta lo robado, asesina en los caminos al culpable y al inocente...
No merecen, pues, amor ni simpatía los miembros de semejante corporación, digna de llamarse maffia o camorra. Si poseyéramos el instinto lupal de los nacidos para gendarmes o guardias urbanos, exclamaríamos al saber que la bala de un huelguista o de un revolucionario había cogido a un prefecto: (Bendita bala! Mas no poseyendo tan depravados instintos, condenamos la efusión de sangre y nos satisfacemos con escenas menos trágicas. Así, cuando el señor Guignol empuña una tranca y deja como nuevo al comisario, nosotros aplaudimos y nos regocijamos al vernos en comunidad de sentimientos con los niños, las amas, las cocineras, los sirvientes, los obreros, en fin, toda la ingenua masa popular. Un (viva el señor Guignol! pugna por salir de nuestros labios. Así también, cuando un mozo de buenos puños menudea mojicones a un guardia, sentimos deseos de gritar, aunque no sepamos quién tenga la razón: (Duro al guardia!
El agente de policía, el funcionario conocido en Lima con el apodo de cachaco, representa el último eslabón de la ominosa cadena formada por Ministros de Gobierno, el prefecto, el subprefecto, el comisario, el inspector. Sin embargo, nadie más abusivo, más altanero ni más inexorable que el cachaco: hormiga con presunciones de elefante, rabo con orgullo de cabeza. Sigue por ley: bajeza ante el superior, altivez con el inferior. Todo humildad ante la gran dama y el gran señor, todo soberbia ante la tímida chola, el pobre negro y el infeliz chino. Nace del pueblo, vive en la intimidad con la muchedumbre, conoce las miserias de los desheredados, y se declara su enemigo implacable. (Con qué satisfacción enrojece su vara en la cabeza de un borracho inconsciente! (Con qué regocijo descarga su rifle contra el pecho de un huelguista inerme! (Con qué delicia palomea desde una torre al revolucionario vencido y fugitivo! Palpa el odio justo de las muchedumbres, y se venga.
No comprendemos cómo, habiendo tanta manera de ganar honradamente la vida pueda un hombre afiliarse a la policía. )Qué decir del pobre indio motoso, plantado en una esquina y figurándose ejercer una función gloriosa y envidiable? Quisiéramos apercollarle, sacudirle y gritarle: si guardas un resto de pudor y dignidad, si no has perdido el último rezago de vergüenza, sé todo lo que en el mundo pueda ser un hombre, todo, menos agente de policía. Dedícate al oficio más bajo y menos limpio: deshollina chimeneas, barre calles, recoge basuras, guarda cerdos, desatora albañales y conduce abrómicos, porque despidiendo malos olores, chorreando inmundicias, aparecerás menos hediondo y más limpio que instalado en una esquina, con tu vestido caqui, tu gorra blanca y tu vara de la ley.
LAS DOS PATRIAS
Por Manuel González Prada, Anarquía
Liebknecht dijo: ""En el mundo no hay sino dos patrias: la de los ricos y la de los pobres"". Se puede afirmar, también, que en toda nación, sea cual fuere su grado de cultura y su forma de gobierno, sólo existen dos clases sociales bien definidas: la de los poseedores y la de los desposeídos. Como el dinero suele separar a los hombres más que la raza, no se carece de razón al asegurar que el pobre es el negro de Europa. Esa gran división de clases no dejamos de palparla en nuestra América republicana, donde las familias acaudaladas van constituyendo una aristocracia más insolente y más odiosa que la nobleza de los Estados monárquicos: a fuer de advenedizos, nuestros falsos aristócratas llevan a tal grado la presunción y el orgullo que sobrepasan al señor de horca y cuchillo.
Descendientes (por línea torcida) de aquellos españoles que sufrían el mal del oro, nuestros hidalgos de llave maestra y ganzúa no tienen más que un solo deseo: juntar dinero. De ahí que habiendo monopolizado el ejercicio de la autoridad, nos hayan dado unas repúblicas de malversaciones y gatuperios, cuando no de oprobios y sangre.
Pero en ninguna de las antiguas colonias españolas resalta más que en Chile esa división de la sociedad en ricos y pobres: en ninguna parte el hombre de levita ve con más desprecio ni trata con mayor inhumanidad al hombre de blusa o de poncho; en pocas es más dura la dominación. Recurrimos al testimonio de los chilenos. En La Razón de Chañaral, número 8, leemos lo siguiente:
""Hemos conocido en Chile, principalmente en los puertos de mar, familias aristocráticas que nacen de tinterillos, abogados, curanderos, despacheros, carpinteros, hojalateros, sastres, cigarreros, zapateros, albañiles, lavanderas y cocineras. Nada tiene de particular que cada cual tenga un oficio; hacemos hincapié en estas últimas proposiciones para buscar pronto el origen de la clase media la cual es más enemiga de los obreros.
""Deducimos que la cuna de la burguesía aristocrática laica y la de la clerical se confecciona en los talleres, en las chicherísa y en las pocilgas de lavanderas y cocineras.
""La clase media en Chile es el producto, pues, de la plebe, la cual tan pronto se educa, toma las maneras cómicas de los aristócratas, aprende como los monos a vestirse regularmente, embriagándose en los humos de la soberbia, del orgullo y de la vanidad y olvidando que sus padres vendían aguachucho por cangalla mineral; vendían percalas por varas, azúcar por cinco, vino falsificado por litros, velas de sebo por ficha y aun habían sido prestamistas, ladrones al tanto por ciento"".
Por lo transcrito de La Razón vemos que en Chile sucede lo mismo que en el Perú: las dos aristocracias de ""nuevo cuño la del Mapocho y la del Rímac se igualan en el olvido de su origen y en el poco amor a la clase de donde provienen. Así, Vicuña Mackenna, que fue un mestizo de anglosajón y araucano, llegó a decir que el roto chileno lleva en su sangre el instinto del robo y del asesinato"".
Si el tal Vicuña Mackenna resucitara, se vería muy vacilante para contestar a más de una pregunta. )Qué instintos guarda en la sangre la seudoaristocracia chilena? )Son rotos los que se roban el tesoro fiscal y empujan a la nación hacia un cataclismo financiero? )Eran rotos los que fraguaron la Guerra del Pacífico y desencadenaron sobre el vecino una asoladora invasión de bárbaros? Verdad, el roto hecho soldado se mostró en el Perú tan feroz como el genízaro en Armenia y el cosaco en la China; pero a la cabeza del soldado venía el jefe para excitarle, alcoholizarle y lanzarle al robo, al incendio, a la violación, al asesinato. Y el jefe no hacía la guerra por voluntad propia: obedecía la orden dictada por la clase dominadora[1].
Esta ferocidad del poseedor chileno la acabamos de ver confirmada en la huelga de Iquique. Ahí se ha manifestado por milésima vez que si las leyes valen algo para solucionar las cuestiones de los privilegiados entre sí, no sirven de nada para zanjar las dificultades surgidas entre pobres y ricos, o proletarios y capitalistas; en ese caso, no se admite más ley, más juez ni más árbitro que la fuerza.
No insistiremos en referir la estúpida y cobarde matanza de los peones salitreros ()quién ignora los sangrientos episodios?) y nos ceñiremos a consignar un hecho muy significativo, pues viene a revelar el estado de alma que se inicia en los trabajadores. En algunas de las salitreras, a raíz de la horrorosa carnicería, los trabajadores chilenos pisotearon, escupieron y quemaron la bandera de Chile. Así pues, las víctimas de los odios internacionales empiezan a no dejarse alucinar por la grosera farsa del patriotismo y a reconocer que en el mundo no hay sino dos patrias, la de los ricos y la de los pobres. Si de esta verdad se acordaran dos ejércitos enemigos en el instante de romper los fuegos, cambiarían la dirección de sus rifles: proclamarían que sus verdaderos enemigos no están al frente.
LA FUERZA
Por Manuel González Prada, Anarquía
Cuando se dijo: La fuerza está sobre el derecho, los sentimentales de ambos mundos lanzaron un grito de horror, como si hubieran nacido en un planeta de rosas sin espinas, de animales sin garras y de hombres sin atavismos de fiera. Sin embargo, la célebre frase (atribuida sin razón a Bismarck) no sancionaba un principio, reconocía un hecho.
Lo mismo ha sucedido últimamente con la afirmación de los chilenos: La victoria es la suprema ley de las naciones. Los sudamericanos, principalmente los hijos del Perú, nos hemos horripilado, hemos proferido clamores de indignación. Si la victoria no es la ley suprema de las naciones, si no concede ningún derecho, )qué da, entonces, a los pueblos? )Tendrá el victorioso la obligación de cubrir los gastos de guerra, indemnizar los daños y perjuicios, ceder una faja de su territorio y signar el tratado impuesto por el vencido? Desde que el hombre existe, el derecho figura como un lujo de los fuertes, la victoria como la ley suprema.
En el terreno de la realidad, no pasa todo como en el mundo de la imaginación y del sentimentalismo. Los hombres respiramos en una atmósfera de crímenes y abominaciones; y como nos figuramos vivir en una tierra de gloriosa beatitud, confundimos lo real con lo fantástico y queremos hallar en los individuos y en los pueblos lo que sólo existe en las células de nuestro cerebro. Felizmente, la experiencia diaria nos enseña que no basta un silogismo para detener un ataque alevoso, ni que dos beligerantes deponen las armas porque un mediador bien intencionado les predica las excelencias del arbitraje.
Nosotros mismos, las gemebundas y lacrimosas víctimas de hoy, )qué hablamos de justicia ni derechos, cuando muy bien nos convertiríamos mañana en los detentadores y verdugos de nuestros vecinos? No somos agresivos ni malos con el extranjero porque la debilidad nos reduce al papel de inofensivos y buenos. Los que en las guerras civiles incendiamos poblaciones y fusilamos prisioneros, los que fríamente flagelamos en los cuarteles y torturamos en las cárceles; los que nos mostramos hienas de nosotros mismos, )nos transformaremos en ovejas al miramos frente a frente de un pueblo enemigo? Un patriotismo de conveniencia y pacotilla no debe inducirnos a echar un velo sobre las páginas abominables de nuestra historia: si hay la perfidia y la iniquidad chilenas, hubo también la perfidia y la iniquidad peruanas, que no siempre fuimos generosos y leales con Bolivia ni el Ecuador.
Hablemos sin hipocresía ni fórmulas estereotipadas. )Por qué figurarse a los hombres más buenos de lo que generalmente son? )Por qué imaginarnos a las naciones más civilizadas de lo que en realidad se encuentran? Verdad, convergemos hacia una tierra de paz y misericordia; pero todavía no llegamos: en el viaje nos acometemos, nos herimos y nos devoramos. El hombre, individualmente, suele perfeccionarse hasta el grado de convertirse en una especie de semidiós; colectivamente, no ha pasado hasta hoy de un idiota o de una fiera. La elevación moral no parece un rasgo característico de la especie, sino más bien el don excepcional de unos cuantos individuos. No hubo pueblo-Sócrates ni nación-Aristóteles. En los momentos críticos, las naciones más civilizadas revelan alma de patán: sus más delicadas y graves cuestiones las dilucidan y las zanjan a puñetazos. En la fauna internacional, todas las manos cogen, todas las mandíbulas muerden, aunque la mano se llame Inglaterra, aunque la mandíbula se llame Francia.
No glorifiquemos la debilidad ni la flaqueza, siguiendo las tradiciones de una religión depresiva y envilecedora; por el contrario, volviendo a las buenas épocas del paganismo, ensalcemos el desarrollo simultáneo de la fuerza intelectual y física, y veamos en el equilibrio de ambas el supremo ideal de la perfección. )De qué nos sirve la constitución de un Hércules, si poseemos la masa cerebral de un cretino? )Qué nos vale la inteligencia de un Platón, si tenemos un organismo degenerado y enfermo?
El débil maldiciendo la fuerza, nos hace pensar en el eunuco renegando de la virilidad. Si la fuerza consuma las iniquidades, sirve también para reivindicar los derechos. Todos los privilegios y todos los abusos se basan en la fuerza; con la fuerza tienen que ser destruidos. )Nos figuraremos que un banquero de la Cité se despojará de sus bienes, con sólo estimular la caridad cristiana? )Nos imaginaremos que un Zar de Rusia se humanizará, con sólo invocarle los sentimientos filantrópicos? Nada pidamos a la caridad ni a la filantropía: se hallan en bancarrota; esperémoslo todo de la justicia; pero no de la justicia armada con los simples argumentos del sociólogo, sino de la justicia encarnada en el brazo de las muchedumbres.
Lo repetimos: no basta la fuerza del brazo; y la máxima antigua de alma sana en cuerpo sano, debe traducirse hoy por alma fuerte en cuerpo fuerte. Porque fuerza no es únicamente el vapor que mueve la hélice del buque, el hacha que golpea en el tronco del árbol o la dinamita que pulveriza las rocas: fuerza es el escrito razonable y honrado; fuerza, la palabra elocuente y libre; fuerza, la acción desinteresada y generosa. El poder interior del hombre se realza con el prestigio de lo desconocido y misterioso: calculamos la potencia del músculo; pero )cómo medimos la fuerza de un cerebro? )Cómo podemos saber lo que realizará mañana un pensamiento arrojado a germinar hoy en el cráneo de las multitudes? (Cuántas veces la Humanidad se agita y marcha, inconscientemente, al empuje de una idea lanzada hace tres o cuatro mil años!
Como una muestra de la enorme desproporción entre la fuerza del alma y la fuerza del cuerpo, ahí están los obreros de ambos mundos, los siervos del feudalismo capitalista. Llevan el vigor en el músculo; pero como esconden la debilidad en el cerebro, sirven de eterno juguete a los avisados y astutos. En vez de unirse y apresurar la hora de las reivindicaciones sociales, se dividen, se destrozan y se prostituyen en las rastreras luchas de la política; no ejercen derechos de hombre, y rabian por gollerías de ciudadanos; carecen de pan, y reclaman el sufragio; no comen, y votan. (Pobre rebaño que se congratula y satisface con la facultad de elegir a sus trasquiladores!
No; los obreros no alcanzan a comprender que si practicaran la solidaridad de clase, si tuvieran un solo arranque de energía, si dieran unos cuantos golpes con la piqueta y el hacha, no tardaría mucho en venir por tierra el edificio de todos los abusos y de todas las iniquidades. Pero no se atreven: el miedo a lo que no debe temerse y el respeto a lo que no merece respetarse, les conserva eternamente inmóviles y sujetos. Más que un rebaño, las muchedumbres son gigantes encadenados con telarañas.
(1901)
IMPRESIONES DE UN RESERVISTA
Por Manuel González Prada, El Tonel de Diógenes
En 1880, cuando se organizó la Reserva, fui nombrado capitán de una compañía en el batallón número 50, perteneciente a la novena división mandada por don Bartolomé Figari. Mi coronel era don Federico Bresani, hombre de negocios como el señor Figari. Bajo la Dictadura de 1879, los paisanos ejercían las funciones reservadas a los militares.
Dos o tres veces por semana, los oficiales del 50 recibíamos instrucción militar. Un profesional nos enseñaba la Táctica del Marqués del Duero, o, mejor dicho, la aprendía con nosotros. Diariamente, nuestra división practicaba ejercicio en la Alameda de los Descalzos y en el camino a la huerta del Altillo. A las tres de la tarde sonaban algunos campanazos en la Catedral, y toda la Reserva se ponía en movimiento. En ventanas y balcones se instalaban las mujeres para ver desfilar a los reservistas, y los reservistas desfilaban con aire marcial y conquistador. Los uniformes azules con visos blancos y las espadas con puño de metal amarillo pasaban en triunfo, bajo la mirada y la sonrisa de las mujeres. Yo, que nunca pude tomar a lo serio los entorchados y que nunca supe medir la distancia del uniforme a la librea, iba cubierto de un sobre todo gris.
A los pocos meses de ejercicio, nuestros cachimbos practicaban satisfactoriamente las evoluciones de batallón: hombres despiertos, dóciles y de buena voluntad, no cometieron ninguna insubordinación ni el más leve acto represible. Cundía en la Reserva el deseo de rivalizar con la tropa de línea, desacreditada por las derrotas de San Francisco y Tacna.
Como una sola vez hicimos ejercicio de fuego, la mayor parte de los soldados ignoraba o no conocía muy bien el manejo del rifle. El fogueo, se verificó en la Pampa de Amancaes, donde se consumió más sandwiches y licores que pólvora y plomo.
Oficiales y soldados fuimos muy exactos en asistir al ejercicio mientras parecía dudoso el ataque a la ciudad; pero desde el día que los invasores desembarcaron en Pisco, el animoso entusiasmo de los reservistas empezó a decaer y siguió decayendo hasta degenerar en un amilanamiento indecoroso. Abundaban los rostros pálidos y las voces temblorosas. Las primeras en amilanarse fueron las personas decentes: ellas, con sus figuras patibularias y sus comentarios fúnebres, sembraron el desaliento en el ánimo de las clases populares. Difundido el miedo y perdida la vergüenza, los hombres se guarecían en las legaciones, en los conventos y en sus propias casas. Hubo necesidad de traerles por la fuerza. Un día, arrogándome facultades supremas, ordené a un sargento que, al mando de una comisión del 50 y sin respetar domicilios ni guardar consideraciones de ninguna especie, ""recogiese a la gente"", fuera o no fuera de nuestro batallón. El sargento -don Manuel José Ramos y Larrea- logró traer a muchos; pero no a todos. Regresó narrando cosas inauditas: algunos, al saber la llegada de los comisionados, se fingían enfermos y apresuradamente, sin haber tenido tiempo de quitarse la ropa, se metían en cama; hubo quien, vestido de mujer, se dolía de las muelas y con un barboquejo trataba de esconder mostacho y barbas.
Las esposas, las madres y las hijas se mostraban heroicas en la defensa de sus esposos, de sus hijos y de sus padres. Insultaban a los comisionados, les amenazaban y aun les acometían: en una de las rafles, el sargento recibió un tremendo escobazo. Algunos años después, Ramos y yo nos reíamos al recordar el chichón levantado en su cabeza por el palo de escoba. Mas no todas las hembras carecieron de virilidad espartana: una mujer del pueblo extrajo del escondite a su hombre o su marido y le entregó diciendo:
(Llévense a este maricón!
Con la deserción, no sólo de los soldados sino de los oficiales, los tres batallones de la novena división quedaron reducidos a uno, y yo di el salto de capitán a teniente coronel y segundo jefe del 50. Si la batalla de San Juan se hubiera librado en junio, yo habría concluido por ascender a general de brigada o jefe de estado mayor. A fines de diciembre, los restos de la novena división recibieron orden de acuartelarse en el convento de San Francisco; mas no lo efectué yo porque al intentarlo me dijeron que otra persona había sido nombrada en mi lugar.
Algunos días estuve indeciso, no sabiendo qué resolución tomar, cuando recibí orden verbal de constituirme en la batería del Pino, como jefe de la guarnición. Mi coronel había creído prestar mejores servicios alistándose en la Cruz Roja. Muchos pensaron lo mismo.
II
El cerro del Pino está situado a unos dos kilómetros al sur de Lima. Mandaba la batería el capitán de navío don Hipólito Cáceres. La guarnición sumaba unos ciento cincuenta o doscientos hombres pertenecientes a la Reserva, quiere decir, a los batallones enrarecidos y quedados en cuadroformaba un curioso abigarramiento, donde capitanes y mayores habían descendido al rango de soldados. A la guarnición de reservistas se agregaban unos cuantos oficiales de marina y algunos marineros destinados al servicio de los cañones. No faltaban militares de toda graduación: hasta dos o tres coroneles. De éstos, unos dormían en el Pino, otros se iban al cerrar la noche. Ignoro para qué vinieron ni quién les mandó.
El Pino contaba con cuatro piezas: dos buenos cañones Vavasseur que habían pertenecido a la corbeta Unión y dos cañones de montaña.
III
Al amanecer del 13 de enero un cañoneo lejano me anunció la batalla. Veía fogonazos, oía descargas de rifle, sin darme cuenta precisa del combate. Los chilenos atacaban por la izquierda: nada más podía percibirse.
Aclarado el día, disminuyó el cañoneo, mas las descargas de fusil me parecieron aumentar y extenderse en dirección a Chorrillos. Noté que por nuestra derecha, en el morro Solar, se combatía.
)Qué había pasado? A las nueve o diez de la mañana me convencí de nuestra derrota. Por las inmediaciones del Pino huían soldados dispersos en dirección a Lima. Decidimos detenerlos y engrosar la guarnición de nuestra batería. Varias comisiones salieron a cumplir la orden; mas hubo necesidad de suspenderla para evitar una serie de luchas armadas: los dispersos acabaron por defenderse a tiros. Habría convenido ametrallarles desde los fuertes. Los persas tenían razón de poner a retaguardia de sus ejércitos grandes masas de caballería para detener, chicotear y empujar a los fugitivos.
Los pocos dispersos recogidos y llevados al Pino ofrecían un aspecto lamentable. Algunos pobre indios de la sierra (morochucos, según dijeron) llevaban rifles nuevos, sin estrenar; pero de tal modo ignoraban su manejo que pretendían meter la cápsula por la boca del arma. Un coronel de ejército se lanzó a prodigarles mojicones, tratándoles de indios imbéciles y cobardes. Le manifesté que esos infelices merecían compasión en lugar de golpes. No me escuchó y quiso seguir castigándoles.
Si pone usted las manos en otro soldado, le dije, tendrá usted que habérselas conmigo.
Soy, me contestó, un coronel de ejército y usted es un cachimbo.
Si fuera usted un militar de honor, le repliqué, no se hallaría en la Reserva, sino batiéndose con la tropa de línea.
Refunfuñando me volteó la espalda. Como momentos después nos viéramos cara a cara, me dijo, poniéndome la mano en el hombro:
Amigo, no hay que sulfurarse...
Nuestros cañones hicieron seis u ocho disparos: uno cayó en un pelotón de caballería chilena, otro en una batería instalada en un montículo. Poseía yo un buen anteojo, y habiéndome colocado tras de tina de las piezas, podía seguir la trayectoria del proyectil. Si no recuerdo mal, dirigía los disparos el marino don Manuel Elías Bonnemaison. Cuando sentíamos más deseo de seguir bombardeando al enemigo, recibimos orden de suspender los fuegos.
Pasé la mayor parte de la noche sin dormir. Ni del campo ni de la ciudad venía el menor ruido: sobre la carnicería se desplegaba la serenidad imperturbable del firmamento. En medio de un silencio trágico, observaba yo con mi anteojo el lejano incendio de Chorrillos; la belleza de las enormes llamaradas sanguinolentas me hacía olvidar el origen del fuego. De vez en cuando unos como polvorazos y explosiones subían más arriba de las llamas, iluminando el horizonte. Fatigado de rondar, me había sentado en una gran piedra y empezaba a dormir, cuando sentí en la mano el roce de algo húmedo y frío: era el hocico de un perro. )De dónde venía ese animal?
El 15, nos hallábamos reunidos los oficiales cuando una descarga de fusilería nos anunció el ataque de los chilenos a los reductos de Miraflores. Algunos oficiales, cogidos de pánico, huyeron a todo escape, bajando el cerro con una agilidad de galgo. Quise ordenar que se les hiciese fuego, mas el jefe del fuerte me lo impidió:
Deje usted que los cobardes se vayan, me dijo.
Era día de un sol magnífico. A pesar de los años trascurridos, veo las masas de tropas chilenas embistiendo los reductos, retrocediendo y volviendo a embestir, por tres o cuatro veces. Diviso aún los reflejos de espadas blandidas por oficiales para detener y empujar a los soldados. Más de un momento me figuré que los enemigos huían en completa derrota; pero desgraciadamente observé que el último reducto de nuestra derecha había sido flanqueado y que algunos batallones de la Reserva eran palomeados en la fuga.
Al llegar la noche, todos habían abandonado el Pino, así la tropa como los oficiales. El jefe, antes de seguir el éxodo general, nos encargó a don Eduardo Lavergne y a mí inutilizáramos los cañones.
Sólo quedamos en el fuerte, Lavergne, don José María Cebrián, un hijo de Bolognesi (Federico) y yo. De cuando en cuando sentíamos ruidos que se acercaban a nosotros y se hacían más sensibles en la falda del cerro.
)Quién va?, preguntábamos.
Batallón número tal de la Reserva, nos respondían.
)Completo?
Completo.
A las dos de la mañana destruimos los cañones, valiéndonos de la dinamita. Nos encaminamos a Lima: nada había que hacer en el fuerte. Entramos cinco, pues se nos había juntado don Manuel Patiño Zamudio después de batirse en un reducto. Al atravesar la población corrimos algún peligro: dos o tres veces nos hicieron fuego. Ignoro si la guardia urbana, por creernos malhechores, o algunos dispersos, por simple mala fe o la pesada broma de asustarnos. No respondimos. Yo iba perfectamente armado: con mi espada, mi revólver y mi Winchester de quince tiros. Para igualarme con Tartarín de Tarascón no me faltaba. . .
No vi los saqueos de los chinos, y pienso que los autores no fueron los reservistas de Miraflores a quienes pocas horas antes había yo visto desfilar disciplinados y con sus efectivos completos. Saquearon los emboscados, los que no salieron a combatir.
Concluiré con un incidente personal. Me encerré y no salí de mi casa ni me asomé a la calle mientras los chilenos ocupaban Lima. Cuando supe que la habían abandonado, quise dar una vuelta por la ciudad. Pues bien, a unos cincuenta metros de mi casa me encontré con un oficial chileno: había sido mi condiscípulo, mi mejor amigo en un colegio de Valparaíso. Al verme, iluminó su cara de regocijo, abrió los brazos y se dirigió a mí con intención de estrecharme. Yo seguí mi camino como si no lo hubiera reconocido.
Por Manuel González Prada, El Tonel de Diógenes
Creemos que en el siglo XXI o XXIII (cuando el inglés haya sucedido al quechua y el antiguo Imperio de Manco forme parte de los Estados Unidos) algún amigo de antiguallas y conocedor de la lengua castellana podrá leer en el libro de un historiador imparcial:
""... En el huano de las islas y en el salitre de las playas tuvieron los peruanos un asombroso venero de riqueza que habría podido convertirles en una de las naciones más prósperas y felices; pero la riqueza, en vez de servirles para su bien, les produjo guerras exteriores y contiendas civiles. Por el salitre y el huano, Chile les declaró una guerra de asalto y conquista; por el huano y el salitre, se acostumbraron los hombres a improvisar fortunas colosales, menospreciar el trabajo honesto y vivir en el ocio de los cargos públicos. Bastaba a un pobre diablo estampar una firma, para acostarse millonario habiéndose levantado mendigo.
""Siendo ricos, poseyendo una población de tres o cuatro millones, fueron ignominiosamente vencidos por Chile, nación pobre y con menor número de habitantes. En la guerra de 1879, los peruanos perdieron no sólo el salitre y el huano, sino también una gran parte de su territorio; pero ni la derrota, ni la mutilación, ni el ultraje, ni el azote, nada les sirvió de escarmiento ni de lección: en lugar de fortificarse para evitar los sucesivos ataques del enemigo ausente, se debilitaron para facilitar las nuevas conquistas. Cayeron en la más necia de las ilusiones en que puede caer un pueblo: en figurarse que la salvación les vendría de algún amigo desinteresado y generoso: por eso adularon a Bolivia, por eso lamieron humildemente los pies de la Argentina. )Cómo era posible dignidad y nobleza en nación caída tan abajo?
""En el Perú del siglo XIX, en esa Cartago sin Aníbal, en esa monarquía mercenaria con ínfulas de República, reinaban los presidentes, gobernaban los Dreyfus y los Grace. Ahí no había más sed que la sed del oro, ahí no había más idea que locupletar el vientre: la conciencia de todo político se vendía, la pluma de todo escritor se alquilaba. Los hombres inteligentes eran pícaros, los honrados eran imbéciles. Hoy no podría citarse el nombre de un individuo que merezca llamarse honrado; porque no se consideraba cosas indignas el asaltar la riqueza pública, traicionar a sus convicciones ni traficar con la honra de sus propias familias. Hubo un tal Meiggs, un negociante convertido en millonario gracias a los contratos leoninos con el Gobierno; pues bien, las hermanas, la esposa y las hijas iban a prostituírsele. )Qué era el Poder judicial? almoneda pública, desde la Corte Suprema hasta el Juzgado de Paz. )Qué los Congresos? agrupaciones de mala ley, formadas por los familiares, los amigos, los paniaguados y los domésticos de los Presidentes. )Qué las autoridades políticas, desde el Gobernador hasta el Prefecto? torsionarios que encarcelaban, flagelaban, violaban y fusilaban. )Qué el pueblo?, una especie de animal doméstico y castrado que tanto sufría el azote del soldado chileno como el palo de la autoridad peruana. Invadía y petrificaba los corazones una religión grosera, primitiva y más digna de gorilas que de gentes civilizadas, pues no les servía de freno para los vicios ni de estímulo para la virtud: en los hombres, la chulería y el alfonsismo; en las mujeres, el fanatismo y la concupiscencia. . ."".
Chile Por Manuel González Prada, El Tonel de Diógenes
Antes que el prusiano Bethmann-Hollweg tuviera el descaro de llamar a los tratados unas Atiras de papel@, Chile no les había concedido más importancia: ha carecido de franqueza para afirmarlo, pero no ha tenido reparo en practicarlo atribuyendo al Perú la mala voluntad de cumplirlos. No sabemos si el cinismo del alemán inspira más repugnancia que la hipocresía del chileno.
Como nuestro vencedor no ha cumplido con todas las cláusulas estipuladas en el Tratado de Ancón, ese tratado puede considerarse nulo: hasta cabe afirmar que Chile y el Perú se hallan en estado de guerra, en una mera suspensión de hostilidades. Los peruanos tendríamos derecho de atacar a los chilenos sin previa declaratoria de guerra. Y si, como se dice, alguno de nuestros mandatarios pensó en adquirir submarinos para hundir sorpresivamente a la escuadra chilena, ese mandatario habría encontrado la única solución de nuestras cuestiones con el tradicional enemigo del Sur.
Al circunscribir en sólo Tacna y Arica todos nuestros. problemas pendientes con Chile incurrimos en un gravísimo error. Debemos recordar al país que entre el vencedor y el vencido de 1879 no existe la sola cuestión Tacna y Arica, sino la cuestión Tacna, Arica, Iquique y Tarapacá. Las razones que tenemos para no ceder el Morro las tenemos para reclamar las salitreras.
Con Chile no vale razones: su conducta pasada nos anuncia su conducta venidera, que nunca se guiará por un espíritu de justicia, nunca procederá de buena fe con nosotros: su americanismo no pasa de un gastado recurso oratorio: tiende la mano al Perú con tal que el Perú le conceda cuanto quiere pedirle. Se sorprende o finge sorprenderse de que algún peruano guarde el recuerdo de las abominaciones cometidas en la guerra del 79.
Ver artículo...
" Fuente Artículo

Noticia, Corrupción y capitalismo en el Perú - 05/03/2013 20:35:32

"Escribe: César Vásquez Bazán
El recordado cómico Alex Valle y la corrupción en el Perú, representada por su propio rol como funcionario público deshonesto y el poder del ubícuo pero invisible Doctor Chantada
En las últimas dos décadas, la corrupción política se ha generalizado en el Perú. Los políticos usan en su provecho personal, económico o social, el poder del Estado que detentan por elección supuestamente democrática o por nombramiento de alguna autoridad estatal de grado superior. Ejemplos de esta afirmación pueden ser encontrados en todos los gobiernos del pasado reciente del país, en especial durante los regímenes de García Pérez y Fujimori. Además del anterior par de nombres, baste recordar los apellidos Montesinos y del Castillo Gálvez para proporcionar muestras de la generalización de la corrupción en ambas administraciones.
Cuando se hace la pregunta qué tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y Montesinos, el peruano promedio contestará que los cuatro son ladrones descarados, políticos corruptos carentes de vergüenza, que utilizaron su ascenso al gobierno para enriquecerse y llenarle los bolsillos a una casta de allegados.
Ver en los altos mandos gubernativos autoridades putrefactas trae consecuencias gravísimas. Una de ellas es la que podría denominarse el "efecto demostración". Si el presidente roba y no le pasa nada, ¿por qué no va a robar el presidente del Consejo de Ministros? Si el premier es un ratero intocable, ¿por qué se va a comportar de manera diferente el ministro, el viceministro, los directores y subdirectores? Si las autoridades gubernamentales están corrompidas, ¿por qué no se van a enviciar los parlamentarios, el Poder Judicial, los militares y la policía? Y si todos ellos entran al cuento, ¿por qué no se van a pervertir los empresarios, los dueños de periódicos, los periodistas, los dueños de encuestadoras y, proyectándonos, la sociedad en su conjunto, el país?
¿Cuál es el origen de la corrupción en el Perú? Sin duda, pueden proporcionarse diversas hipótesis. Nuevamente, podemos pedir la ayuda del peruano promedio. Interroguemos al hombre de la calle sobre qué otra característica, además de ser rateros, tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y Montesinos. Se nos responderá que durante su gestión los cuatro favorecieron al gran capital ,extranjero y nativo,, que entregaron los recursos naturales del país para beneficio de unos pocos, que promovieron la explotación del cholo barato, en una palabra que permitieron la existencia de un capitalismo salvaje basado en la expoliación de las mayorías y en el abuso de nuestras riquezas.
Pensemos sobre la sugerente respuesta que hemos obtenido. De acuerdo con ella, los políticos más corruptos del Perú contemporáneo, desde Leguía, se han distinguido por ser políticos procapitalistas. Parece una contradicción, porque siempre se nos masajea con el cuento que el capitalismo trae avances y mejoría social. La verdad es que los beneficios del sistema son apropiados por una minoría de minorías, es decir el gran capital, los dueños de las empresas y los altos funcionarios. Los de abajo sólo deben mirar qué bien les va a los de arriba.
Pero no nos apartemos de la cuestión acerca del origen de la corrupción y reflexionemos sobre la intuición que nos ha transmitido el peruano común y corriente. Hay una gran verdad en ella. Existe una relación directa entre la existencia y el crecimiento del capitalismo y la existencia y crecimiento de la corrupción. No existe sistema económico que sea más corrupto que el capitalismo.
¿Por qué hacemos esta afirmación? Expliquémonos. En su esencia funcional, el capitalismo está basado en un acto de corrupción, que es el robo del trabajador por el capitalista. El capitalista no paga al obrero o al empleado el íntegro de su aporte a la producción de la riqueza. Se queda con una parte del esfuerzo de los trabajadores, porción sobre la que acrecienta su capital original y de la que proviene también su elevado nivel de consumo. El capitalismo asalta intrínsecamente a los trabajadores. Basarse en este hurto, que es un acto de corrupción, es su condición de existencia y progreso.
La cosa no queda allí. Por diversas razones, el capitalista cobra a los consumidores más de los que debería cargar por los productos que vende. Observemos el caso de las compañías que venden software de computación, que exigen decenas o centenas de dólares por programas cuyo costo marginal de producción no pasa de uno o dos. Pensemos, sin ir más lejos, en cada uno de los actos de Telefónica vinculados con los precios que cobra al consumidor y la forma cómo lo hace. ¿Robo, no? En general, si el capitalista puede vender en diez, lo que pudo haber vendido con utilidad en dos o tres, lo que se obtiene es una ganancia extraordinaria y un capitalismo basado en el robo al consumidor.
Finalmente, el capitalismo también roba a la sociedad en su conjunto, representada por el Estado, institución de la que recibe concesiones de riquezas naturales, permisos de operación en el territorio nacional y protección militar, policial y legal. Por supuesto, a cambio, el capitalista sólo aceptará pagar el mínimo posible de impuestos, a cuyo nivel pedirá que se establezca un contrato de estabilidad tributaria.
Se obtiene así una primera conclusión: el capitalismo en el Perú es, en esencia, un acto de corrupción. Está basado en el robo de los trabajadores, en el hurto a los consumidores y en el escamoteo a la sociedad en su conjunto. Dentro de la sociedad actual, el papel de los capitalistas es asaltar al prójimo, de manera generalizada y sistemática, pero refinada. El capitalismo es corrupto por naturaleza y la mejor manera que tiene para desarrollarse en países marginales como el Perú es mantener y acrecentar la corrupción.
Entonces, si el sistema económico sobre el que se basa la sociedad es corrupto, existe una elevada probabilidad que la sociedad en su conjunto y en sus demás facetas sea invadida por la corrupción. Puede entonces replantearse la cadena de la corrupción que se mencionó al inicio de este artículo. Si el gran empresario es un corrupto refinado, ¿por qué no lo va a ser también su estudio de abogados? ¿O su oficina de ingenieros? ¿O su agencia de turismo? Peor aún, si las grandes empresas roban en grande ,baste recordar a las mineras y sus sobreutilidades,, las medianas y las pequeñas robarán a su nivel y en cuanta ocasión puedan.
Ante la realidad de las formas corruptas cómo funciona el capitalismo, los políticos deducen que si el sistema económico promueve la corrupción, si los empresarios son corruptos refinados y se llevan la riqueza en paila, ¿por qué nosotros, los gobernantes, que aseguramos a los empresarios una atmósfera propicia para sus negocios, no vamos a hacer lo mismo? Es cuestión de dividirnos el "mercado" de la corrupción. García y Del Castillo piensan para sus adentros: "Dejemos que los empresarios se llenen los bolsillos con negocios en el área de la economía; nosotros, los políticos, nos llenaremos los bolsillos con negocios que provienen de actos políticos, como contratos de concesión de recursos naturales, compras del Estado, consultorías, adquisiciones de servicios, etc."
El sistema capitalista de corrupción funciona a las mil maravillas. Yanacocha roba el oro peruano. Para sus adentros, Alan piensa: si Roque roba, ¿porqué yo no voy a robar con mis "conferencias", con patrulleros chinos, computadoras, u hospitales? Del Castillo roba con Canaán, Castañeda roba con Comunicore, los medios de comunicación y las encuestadoras roban imbecilizando a sus lectores, oyentes o televidentes.
El secreto que tienen para robar los políticos de las clases gobernantes se encuentra en permitir que las clases dominantes del sistema roben, que a cada gran empresario le caiga algo, que ninguno denuncie el sistema, que todos estén contentos, que nadie se salga de las reglas, que cada miembro de las clases dominantes esté bien aceitado. García roba mientras Roque pueda robar. García puede robar mientras Roque robe. García y Roque roban porque los miembros del Poder Judicial roban y, por ello, los dejan robar; los generales y almirantes también lo hacen. Todos para uno y uno para todos. Hoy por ti y hoy por mí.
Cuando discutamos la corrupción política en el Perú, recordemos que ella nace de un sistema económico deshonesto por naturaleza. La descomposición política que se observa en nuestro país se origina en un capitalismo delincuencial, vicioso y abusivo, que sustrae de los bolsillos de los trabajadores, los consumidores y el Estado, eso sí, manteniendo las apariencias formales de legalidad.
¿Queremos combatir la corrupción? No es casualidad que los políticos corruptos sean simultáneamente apañadores del gran capitalismo. Si aspiramos combatir a la corrupción, comencemos combatiendo el capitalismo del que proviene la corrupción. De esa manera también distinguiremos al verdadero luchador contra la putrefacción, que es aquel que denuncia y enfrenta al capitalismo corruptor.
© César Vásquez Bazán, 2013
Marzo 3, 2013
Ver artículo...
" Fuente Artículo

Es Noticia, Antauro Humala en penal Virgen de la Merced - 19/11/2012 10:11:54

" Antauro Humala fue trasladado al penal Virgen de la Merced, ubicado en el distrito de Chorrillos, en cumplimiento a una orden judicial, informó su padre Isaac Humala.
Manifestó que personal penitenciario le indicaron que su hijo abandonó el penal de máxima seguridad de la Base Naval del Callao.
"Acaban de comunicarme de la cárcel de Chorrillos, Virgen de la Merced, que ya está ahí mi hijo Antauro", señaló el patriarca de los Humala, aunque dijo desconocer la hora de traslado.
La Segunda Sala Penal Con Reos en Cárcel emitió una sentencia en la cual califican de arbitrario el traslado de Antauro Humala al penal de la Base Naval del Callao, disponiéndose su regreso al penal Virgen de la Merced.
Isaac Humala manifestó que con el cambio de penal, se cumple la resolución del Poder Judicial, aunque el gobierno y el jefe del INPE, José Luis Pérez Guadalupe, expresaron su discordia a este fallo.
"Arbitrariamente con una resolución que no corresponde, Pérez Guadalupe trasladó de la cárcel común militar donde estaba Antauro a una Base Naval que no corresponde, fue arbitrario y abusivo", señaló.
Fuente: RPP
Ver artículo...
" Fuente Artículo

Que opina? "Ya te fregaste, estás en el cuartel" - 30/08/2012 12:16:08

"Tomado de Noticias SER
Por Jo-Marie Burt y María Rodríguez
Juicio por el caso Los Cabitos. Crónicas de las audiencias en Ayacucho (II)*
Por segunda vez en lo que va del juicio oral del caso Los Cabitos (1983), la Sala Penal Nacional recogió las declaraciones de testigos en la ciudad de Huamanga entre el 21 y el 24 de agosto. En cuatro días de audiencias públicas, 32 testigos entre sobrevivientes, familiares de víctimas, y testigos de los crímenes que están siendo judicializados narraron diversos episodios de desaparición forzada, ejecución extrajudicial, y tortura sufridos dentro de las instalaciones del cuartel Los Cabitos y la prolongada y casi siempre inútil búsqueda de justicia desde hace casi 30 años.
Los testimonios fueron desgarradores e intensos. A pesar del tiempo transcurrido los testigos compartieron recuerdos detallados que han marcado sus vidas para siempre. Algunos habían dado su testimonio ante la CVR, sin embargo, para otros era la primera vez que se acercaban al Estado a contar su historia. Así, hemos logrado encontrar puntos coincidentes sobre el modo de operaciones del Ejército en cuanto a las detenciones y desapariciones forzadas ocurridas en Huamanga en el año 1983 que son una prueba más de lo que realmente significó el cuartel Los Cabitos en Ayacucho durante el Conflicto Armado Interno.
Vale la pena mencionar que el juicio en el caso Los Cabitos comenzó en mayo de 2011. Es un caso complejo. Se trata de establecer la responsabilidad penal de los altos mandos militares responsables de los abusos que ocurrieron en el cuartel Los Cabitos, que fue el centro operativo del Comando Político-Militar (CPM) de Ayacucho desde de fines de 1982. No está encausado ningún autor material, pues resulta casi imposible identificar quien cometió los crímenes individuales. En este juicio, enfocado sólo en el año 1983, siete oficiales militares están procesados, acusados de cometer crímenes contra la humanidad, detención arbitraria y retención ilegal de un detenido, vejaciones, secuestro agravado, tratos humillantes, lesiones agravadas y desaparición forzada. Sólo dos de ellos estuvieron presentes en las audiencias de Huamanga: el Teniente Coronel (r) Edgar Paz Avendaño, ex-jefe de la "Casa Rosada", y Humberto Orbegozo Talavera, ex-jefe del cuartel Los Cabitos. Cuatro de los militares implicados en este caso fueron eximidos de asistir por motivos de su avanzada edad y/o estado de salud: Carlos Briceño Zevallos, Julio Coronel Carbajal D"Angelo, Carlos Millones D"Estefano, y Roberto Saldaña Vásquez. El séptimo acusado, Arturo Moreno Alcántara, se encuentra prófugo, supuestamente en Chile.
La crónica siguiente se basa en estos cuatro días de audiencia presenciadas por las autoras.
Detenciones selectivas, detenciones fortuitas
La mayor cantidad de las detenciones en el año 1983 se dieron irrumpiendo de forma violenta en los hogares de Huamanga, en horas de la noche y la madrugada, sin duda aprovechando el toque de queda impuesto por el Comando Político Militar entre las 8 de la noche y las 6 de la mañana. Los testigos describieron con detalle cómo militares, a veces en combinación con las fuerzas policiales, con uniformes de color verde claro y verde olivo, botas negras, armas largas y encapuchados, ingresaban a las viviendas y en medio de insultos, gritos y golpes, entraban a las habitaciones y se llevaban detenidos sin dar mayor razón ni explicación a las familias. Ante las preguntas de las esposas, los hijos, los padres sobre por qué los llevaban: "Porque son terrucos", respondían, acompañado de algún insulto, pero nada más. Algunas veces eran detenciones selectivas, pues los militares llegaban a las casas buscando a una persona en particular, de nombre y apellido, o a veces sólo con el sobrenombre del "camarada". En algunos casos se llevaron a varios miembros de una misma familia el mismo día o en diversas oportunidades.
Otros testigos narraron como fueron detenidos en las calles, porque pasaron cerca a un lugar donde hubo una explosión y los vieron corriendo, huyendo del atentado y sus consecuencias. Uno de los declarantes manifestó que caminaba por donde se encontraban algunos militares y cuando le pidieron sus documentos, al ver que era estudiante, fue detenido. "Tuve la mala suerte de sacar el carnet universitario que indicaba que era estudiante de educación," dijo. "A los ojos de los militares, ser universitario era sinónimo de ser terrorista."
También hubieron testimonios de y sobre personas que fueron detenidas siendo menores de edad, adolescentes, hombres y mujeres, entre los 14 y 17 años algunos desaparecidos hasta ahora, aun cuando llevaban puesto el uniforme escolar, fueron maltratados y vejados en Los Cabitos con la misma severidad e indolencia. Era un contexto donde la edad y el sexo fueron irrelevantes.
Los métodos de inteligencia
Un aspecto de la estrategia contrasubversiva en esa época que se hace evidente a luz de los testimonios es el deficiente servicio de inteligencia militar en la búsqueda de subversivos y su incapacidad de diferenciarlos de la población civil. Todos eran considerados sospechosos, más aún si eran docentes, comerciantes o estudiantes universitarios. Lo que cuentan los testimoniantes, es que la práctica común era torturar a todo sospechoso y observar su comportamiento. Quienes se quebraban fácilmente no eran considerados terroristas. Por ello en este juicio hay varias personas que pasaron por el circuito de torturas al interior del cuartel Los Cabitos pero luego fueron liberados.
En algunos casos, la detención de personas se debía a que otro detenido lo señalaba como terrorista. En las audiencias, hubo tres casos en la que el detenido fue confrontado con su sindicador dentro del cuartel Los Cabitos; en cada caso el sindicador retractó su acusación al ver a la persona. En el caso de Víctor Luis, en ese momento estudiante universitario de 23 años, el joven fue detenido y golpeado, practicaron simulacro de asesinato con él, y luego lo torturaron con la "colgadura". Fue confrontado con su acusador, quien no pudo identificarlo. El militar encargado le increpó enérgicamente al sindicador al darse cuenta que no conocía al joven: "Por qué mientes, cómo dices que lo conoces," le dijo el militar. "Tú estas tirando dedo a personas que no conoces, que no están involucradas". Seguidamente golpeó y pateó al sindicador, y eventualmente soltaron al joven. Nos pareció sorprendente esta historia pues en estos años las Fuerzas del Orden operaron de la misma manera, en base a acusaciones y rumores y suposiciones, para desbaratar a las organizaciones subversivas. Todos eran considerados "terrucos" hasta que se demostrara lo contrario, causando un miedo generalizado en la población.
Las torturas y los torturadores
Los testimonios comprueban que el cuartel Los Cabitos no sólo fue un centro de detención, sino que fue principalmente un centro de torturas. Si bien los testigos relataron que estuvieron la mayor parte del tiempo, encapuchados y atados de manos, ellos han logrado identificar ambientes especiales para ambas situaciones. Las detenciones duraban 15 días aproximadamente, siendo depositados en reducidas covachas con techos de calamina, donde tenían que permanecer sentados casi sin poder moverse, en medio de la pampa del cuartel; otros fueron ubicados en ambientes más amplios donde cabían mayor cantidad de personas (lo sentían por el calor humano), siempre en condiciones infrahumanas de vivienda y alimentación.
Los testigos narraron que las torturas eran sufridas en horas de la noche, a partir de las 10 u 11. Sentían que hacían cola para ser torturados y oían gemidos y gritos de hombres y mujeres. Al principio, las torturas consistían en golpes, patadas y puñetes en el estómago, la cabeza, la espalda. Algunas veces eran desnudados completamente, otras sólo el torso o quedaban en ropa interior. Luego, dependiendo quizás del nivel de sospecha o para medir la resistencia del detenido o detenida, se realizaban tres tipos de tortura: el colgamiento, el ahogamiento o submarino y la electricidad, en noches diferentes y espaciadas prudentemente para que la víctima se recuperase de las lesiones sufridas.
Durante las torturas, el interrogatorio era muchas veces impreciso: pedían a los detenidos nombres de terroristas, participantes de los atentados, dónde estaban las armas, buscaban que confiesen que eran tal o cual "camarada", preguntaban quién era Edith Lagos o Abimael Guzmán. La generalidad de las preguntas hace pensar que los militares no tenían mayor claridad sobre quiénes eran ni a quiénes buscaban.
Un aspecto importante de los testimonios es la coincidencia al momento de describir a los torturadores. Por las voces, casi todos los testigos lograron identificar que eran entre tres y cuatro, con un acento costeño diferente al de "los cabitos" ,como suelen describir a los soldados que los cuidaban durante el día, quienes tenían un acento más provinciano o del oriente. En algunos casos, al momento de la tortura, los captores quitaban la capucha al detenido y en ese momento los testigos lograban ver los rostros de sus agresores, o por lo menos al que estaba más cerca. Eran de contextura gruesa y altos, dos de ellos "blancones" y otro de tez trigueña con bigotes. Este último al parecer era el encargado de las torturas y a quien la mayoría de los testigos logró identificar con más claridad.
El silencio cómplice de las instituciones del Estado
La indolencia e inoperancia de las autoridades civiles y militares en este período es abrumador. Ha sido desgarrador no sólo escuchar el daño físico y sicológico que se hacía a otro ser humano, sino también el calvario de los familiares que buscaban a sus seres queridos en todas las instancias donde podían estar detenidos: la PIP (Policía de Investigaciones del Perú), la Comisaría, la Comandancia y el cuartel Los Cabitos. En todos ellos casi siempre negaron la presencia de sus familiares, fueron echados, insultados y tildados de terroristas. Eran en su mayoría mujeres, madres o hermanas que iban con sus niños en brazos, llorando desconsoladamente porque no encontraban respuesta sobre su ser querido. En algunos casos, sin embargo, los testigos relataron que algunos de los soldados se compadecieron y les hicieron llegar noticias de los detenidos. Sin embargo no necesariamente lograron encontrar a la persona identificada.
Las instituciones de justicia como la Fiscalía y el Poder Judicial también estuvieron ausentes. En algunos casos denunciaron los hechos ante estas instancias, pero casi siempre era letra muerta, pues nunca lograron que se abriera una investigación o un proceso para averiguar dónde estaban sus familiares. En otros casos no lo hicieron por las amenazas o porque se calculaba que no tendría ningún resultado. Por ejemplo, los testigos sobrevivientes de torturas contaron que al ser liberados fueron obligados a firmar cuadernos donde aseguraban que no habían sufrido ningún tipo de tortura o que se comprometían a no hablar, lo que acrecentó el temor a denunciar. Así mismo, el sentido común de muchos ex detenidos les hacía ver que la denuncia era inútil, pues "cómo se iba a denunciar a quien lo había retenido". El temor y la desconfianza hacia el Estado en todas sus instancias, era generalizado. Había una impunidad institucionalizada, y el poder militar fue un poder autoritario y abusivo que había desarrollado niveles altísimos de deshumanización y desprecio por la vida.
La defensa militar
Es particularmente interesante analizar las intervenciones de la defensa de los militares, que busca probar que Ayacucho vivía una situación social tan convulsionada que cualquiera podía ser miembro de Sendero Luminoso. La defensa pregunta a los testigos en cuanto tiempo retomaron sus estudios y trabajos después de haber sido torturados en Cabitos, como si dicho tiempo determinara la gravedad de las torturas; hacen preguntas a las víctimas sobre si hicieron las denuncias luego de ser liberadas, como si el Poder Judicial funcionara de manera normal y no existiera un miedo generalizado en la población. Preguntan si había música a la hora de las sesiones de tortura; tal vez para argumentar que los altos mandos no escucharon los gritos humanos provenientes de las salas de torturas. Buscan banalizar los testimonios, minimizar el daño causado, justificar la reacción de las fuerzas del orden pues se vivía una época de terrorismo, bombas y atentados.
Las secuelas
Casi todos los testigos lloraron mientras narraban sus historias; algunos mostraron las cicatrices físicas y psicológicas de lo vivido. Algunos fundaron ANFASEP (Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos) para continuar la búsqueda de sus familiares desaparecidos, mientras que los reaparecidos continuaron con sus vidas estudiando, trabajando, conviviendo con la violencia y buscando como sobreponerse al recuerdo de lo vivido.
A pesar de que el miedo es la secuela más notoria entre quienes dieron su testimonio, es destacable la valentía de estas personas, de relatar sus historias de horror frente a un juzgado en una audiencia pública y frente a los militares acusados como autores mediatos. Por ejemplo, Sergio, quien fue acusado de ser causante de una explosión de una cisterna cerca a su casa, cuando fue detenido sólo tenía 16 años. A pesar de su edad, fue torturado en Cabitos: Fue colgado por los brazos y luego duramente golpeado; otra noche lo sumergieron en un pozo de agua; finalmente le aplicaron la picana (electricidad). "¿Quiénes son los compañeros?" me preguntaron. "Das nombres y te vas a tu casa," le dijeron, pero no sabía de que hablaban.
Durante una de las sesiones de tortura, le sacaron la capucha. "Vi con mis ojos a una niña de más o menos 16 años," dijo. "No la conocía. Vi que violaron a la niña". El mismo militar que lo había torturado era quien había violado a la niña. Días después, Sergio fue llevado junto con unos veinte detenidos a Infiernillo, un botadero donde los militares habrían echado a los muertos. Obligaron a todos arrodillarse al pie de la quebrada. No veía nada excepto el piso pues estaba encapuchado. "Sin preguntar metieron bala a uno y cayó a la pista. Lo pude sentir. Ahí sí preguntaron, vas a hablar! Groserías dijeron. Pero no hablaba nadie. Boom. Boom. Iban matando a las personas uno por uno. Uno a mi ladito cayó". Aunque tuvo la venda en los ojos pude ver su cuerpo en el piso. Al final, Sergio y cuatro personas más volvieron con vida al cuartel. Cuando fue liberado, estuvo postrado en una cama por dos años recuperándose de las lesiones, pues como él mismo relató, "quedé destrozado".
Es destacable también la historia de la familia de unos panaderos, quienes perdieron a dos de sus hermanos cuando los sinchis irrumpieron en su negocio, el 3 de setiembre y el 15 de diciembre de 1983 para secuestrar y desaparecer a sus hermanos César y Celestino. El testimonio de la hermana fue estremecedor, más aún cuando contó que años después en Rancha encontraron el buzo verde y el polo azul que Celestino llevó la madrugada que los militares lo sacaron de su habitación, mientras preguntaba "jefe, por qué a mí". Quiso ponerse su reloj y recoger su Libreta Electoral, pero le dijeron "ya no es necesario". Su familia veló las prendas esa noche.
Asimismo, la denuncia y testimonio de la hija, hermana y cuñada de Eladio Quispe Mendoza, desaparecido en noviembre de 1983. Los testimonios se dieron en Lima y Ayacucho, y demuestran que el terror y la impunidad prevalecieron en Ayacucho durante muchos años. Guadalupe Ccollacunto, la esposa de Eladio, quien se encargó de buscar a su esposo desaparecido y se convirtió en una importante miembro de ANFASEP, fue también desaparecida en la madrugada del 10 de junio de 1990, día de la segunda vuelta electoral entre Vargas Llosa y Fujimori, de la misma manera cobarde e impune: militares irrumpieron en su casa en horas de la madrugada, la llevaron, y nunca mas fue vista. La historia de la hija de Eladio y Guadalupe es aún más sorprendente y demuestra la valentía de las familias al momento de buscar respuestas sobre el paraderos de sus seres queridos, pues en audiencia pública en Lima, contó que cuando cumplió la mayoría de edad y asumió el caso de sus padres, descubrió que en el libro Muerte en el Pentagonito se hizo mención a su padre. Con esta información busco y logró entrevistarse varias veces con Jesús Sosa Saavedra, apodado "Kerosene" y cuyo testimonio fue recogido en el libro mencionado. El admitió haber matado a su padre Eladio Quispe Mendoza, y haber destrozado su cadáver años después cuando le ordenaron desaparecer las evidencias de los años anteriores.
Después de oír los testimonios de los sobrevivientes de la tortura en Los Cabitos, después de escuchar los dolorosos testimonios de las esposas, hermanas y hermanos, padres y madres, que salieron en búsqueda de sus seres queridos y hasta ahora no encuentran respuesta, uno queda mudo por el espanto. Pero el proceso judicial obliga a narrar lo vivido, lo sufrido, obliga a contar las experiencias para encontrar y castigar a los culpables. Aún el juicio por el caso Los Cabitos tiene mucho por recorrer, faltan muchos testigos más, incluso habrá una nueva ronda de audiencias en Huamanga, probablemente antes de fin de año. En una siguiente entrega haremos otra crónica del horror que fue Los Cabitos.
(*) Parte I se puede leer en:
http://rightsperu.net/index.php?option=com_content&view=article&id=66:wh…
Fuente: http://www.noticiasser.pe/29/08/2012/contracorriente/%E2%80%9Cya-te-fregaste-estas-en-el-cuartel%E2%80%9D

Ver artículo...
" Fuente Artículo
Consulte Información en Delito y Corrupción sin culpables ni castigo y García habla cínicamente cuando se refiere al caso El Frontón

Consulte la Fuente de este Artículo
Gana Dinero
Gana Dinero con AlertPay

No hay comentarios:

Publicar un comentario