Que opina usted? Megamix contra la homofobia - 07/04/2014 11:19:02
" escribe Miguel Flores-MontúfarEl asunto es sencillo: la homofobia me avergüenza. Viéndola en acción recuerdo algunos de los símbolos emblemáticos de la discriminación: los guetos judíos, el Apartheid, los cafés y buses para negros, los baños para sirvientas, las mujeres prohibidas de votar o de ir a la universidad. Y me avergüenza reconocer que mi época también es bárbara y miserable. Me avergüenza, sobre todo, el carácter racional / espiritual / científico que los homófobicos quieren darles a sus prejuicios; aunque, quizá, más me avergüenza la aceptación que estos tienen en la sociedad de hoy.
En este post he recogido fragmentos de algunos textos que he leído a lo largo de estos últimos dos o tres años, y que me han ayudado a entender mejor lo que significa ser LGTB en el Perú. Los comparto aquí porque me enseñaron, me ayudaron a ver cosas que ignoraba, porque me hicieron entrar en razón. Y eso es, creo, exactamente lo que hay que hacer: los homofóbicos huyen de la razón, se desintegran ante ella. Comienzan siempre muy seguros de sus citas bíblicas, de sus estudios científicos, de su preocupación por los niños. Pero conforme les vas enseñando los vacíos de lo que dicen, van poniéndose serios, tartamudean y terminan siempre gritando (y, a veces, hasta escupiendo pus). Eso es lo que hay que conseguir: quizá no logremos que cambien de forma de pensar, pero hay que hacer lo posible por evidenciar que mienten, que no tienen cómo defenderse, para que no sigan educando a más gente en el odio, la injusticia, la ignorancia y la maldad.
Empezamos. Los primeros números incluyen, entre comillas, el argumento homofóbico, y luego la paliza en respuesta. Y, al final, el bonus track
1. "La Biblia condena a los homosexuales y la Biblia es la palabra de Dios"
Sobre lo que "dice la Biblia", hay aquí dos artículos que hacen el mismo sencillo ejercicio: buscar otras citas bíblicas que no sé si algún creyente puede, todavía hoy, defender (y predicar con el ejemplo). Recojo algunas:
"…que las mujeres permanezcan calladas durante las asambleas: a ellas no les está permitido hablar. Que se sometan, como lo manda la Ley. Si necesitan alguna aclaración, que le pregunten al marido en su casa, porque no está bien que la mujer hable en las asambleas." 1 Cor 14: 34-35
"Si un hombre encuentra a una joven virgen, no prometida en matrimonio a otro hombre, y a la fuerza la viola y luego son sorprendidos. El hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta monedas de plata, y la tomará por esposa. Y no podrá repudiarla en toda su vida, ya que la deshonró." Deuteronomio 22:28-29
Estos versículos fueron tomados de "Algunas otras citas bíblicas para futuros comunicados de los obispos del Perú". Y, como decía, el mismo ejercicio se hace en "Las tablas de la ley" de Jorge Frisancho
Y sobre el papel de la Iglesia como legitimadora de la homofobia, Jimena Ledgard dice lo siguiente:
La homofobia de la Iglesia tiene consecuencias reales y terribles sobre la vida de las personas. Cuando en un país mayoritariamente católico, la institución a la que tanta gente pertenece fomenta la discriminación legislativa a las personas debido a su orientación sexual, está validando también la discriminación cotidiana. Es por eso que los participantes de la campaña "No tengo miedo" (que busca visibilizar la marginación a la que es sometida día y noche la población LGTB en nuestro país) pueden contarnos lo que significa crecer temiendo que te insulten en la calle por ser homosexual, que te boten de tu casa por aceptar tu orientación sexual, que te nieguen oportunidades laborales por ser lesbiana, que te golpeen y te maten por andar de la mano con tu pareja.
2. "Los homosexuales se la pasan hablando de su vida sexual"
Joe Kort, sexólogo y psicoterapeuta, en "10 consejos básicos para el hombre gay", brinda un ejemplo de esto: un maestro o un conferencista heterosexual puede mencionar tranquilamente su relación matrimonial en una clase o seminario, puede incluir a su cónyuge en un ejemplo, y esto no se consideraría alarde de su vida sexual. ¡Es normal! Sabemos o intuimos que tiene derecho a ello. Si consideramos que la orientación sexual no hace mejor o peor a una persona, y que nos corresponden los mismos derechos, entonces también tenemos el derecho de asumir ese aspecto de nuestras vidas. Siempre es más saludable y cómodo asumir la verdad, sobre todo si no es un delito, sobre todo si se trata de una parte importante de tu vida.
Regina Limo, "El deber de salir del clóset". En: Colectivo Feministas de La Mula, 10 de noviembre del 2013.
3. "Los homosexuales piden respeto pero no respetan. Con sus marchas, sus besos públicos y todo eso parece que estuvieran provocando a la sociedad, y eso no está bien, es irrespetuoso"
¿Te parece una provocación? Que no te parezca, ES UNA PROVOCACIÓN, y sin muchxs de lxs grandes provocadores de la historia hoy continuaríamos esclavizando a los afrodescendientes, quemando a las mujeres inteligentes acusándolas de brujas y pagando los impuestos feudales, así que agradécele a la provocación que hoy al menos puedas elegir a tu presidente. Y si les da asco vernos, pues qué pena por ustedes, porque a nosotros lo que nos repugna es su homofobia y no estamos dispuestxs a tolerarla en ningún espacio.
Gonzalo Meneses, "Métele más lengua, maricón". En: Colectivo Feministas de La Mula, 17 de noviembre del 2013.
4. "Nos preocupa el desarrollo psicológico de nuestros niños"
Acá tengo tres respuestas.
Va la primera:
De pequeños, aparte del acoso que sufrimos de nuestros compañeros al notar la "diferencia", también nos exponemos a que nuestros padres nos lleven al psicólogo a tratar de "curar" algo que sabemos que no tiene cura porque no es una enfermedad, pero eso solo lo sabemos nosotros. Nuestros padres, familiares y profesores seguirán creyendo que algo incorrecto está pasándonos y querrán de todas las formas posibles devolvernos al camino "correcto", a la heterosexualidad. Cuando crecemos, en la universidad o en el trabajo seguimos enfrentándonos a la discriminación, la violencia y la injusticia.
Vero Ferrari, "¡Sal del clóset!" En: Colectivo Feministas de La Mula, 11 de octubre del 2013.
La segunda:
En el colegio nunca me hablaron de eso. En mi casa tampoco. Cuando era pequeña podía ver el desprecio que se cernía sobre lesbianas, gays y transexuales, incluso en mi propia familia, y a los siete años, cuando me di cuenta de que me gustaban las chicas, imaginé el mismo desprecio sobre mí. Era una niña muy pequeña y llena de miedo, no se lo dije a nadie, ni a mi hermana mayor por un año, ni a mi mejor amiga, ni a mi madre. Quería que me siguieran queriendo y silencié totalmente ese aspecto de mi vida, así que traté de ser lo más "normal" posible. Y tuve muchos enamorados e incluso conviví con el papá de mi hija por muchos años, pero vivía con una insatisfacción terrible que trataba de llenar con lecturas, películas y estudios. Tratar la mayor parte de tu vida de ser alguien que no eres no es justo para nadie. Porque lo que yo sentía era real, no era una abstracción ni una hipótesis, estaba en mí y todos los días trataba de matarlo, para que otros me quisieran, me respetaran y me trataran como a un igual. Y eso era lo que yo quería ser: igual.
Vero Ferrari, "Ser una niña lesbiana y no morir en el intento" En: Colectivo Feministas de La Mula, 11 de octubre del 2013.
Y en la tercera, Regina Limo se pregunta cómo una sociedad que dice preocuparse taaanto por el bienestar de sus niños es capaz de destruirlos pública y desvergonzadamente cuando intuye en ellos algún signo de homosexualidad.
5. "Los homosexuales ven homofobia en todas partes"
Ellos [los neonazis chilenos que asesinaron a golpes al activista gay Daniel Zamudio] no son más que la avanzadilla más cruda y repelente de una cultura de antigua tradición que presenta al gay y a la lesbiana como enfermos o depravados que deben ser tenidos a una distancia preventiva de los seres normales porque corrompen al cuerpo social sano y lo inducen a pecar y a desintegrarse moral y físicamente en prácticas perversas y nefandas.
Esta idea del homosexualismo se enseña en las escuelas, se contagia en el seno de las familias, se predica en los púlpitos, se difunde en los medios de comunicación, aparece en los discursos de políticos, en los programas de radio y televisión y en las comedias teatrales donde el marica y la tortillera son siempre personajes grotescos, anómalos, ridículos y peligrosos, merecedores del desprecio y el rechazo de los seres decentes, normales y corrientes. El gay es, siempre, "el otro", el que nos niega, asusta y fascina al mismo tiempo, como la mirada de la cobra mortífera al pajarillo inocente.
Mario Vargas Llosa, "La caza del gay". En: El País, 8 de abril del 2013.
Bonus track 1: Los papás que necesitamos
En El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince cuenta cómo conversó con su papá, durante su adolescencia, sobre sus inclinaciones sexuales. El fragmento, aquí.
Bonus track 2: No es tarea terminada
En 2005, Mario Vargas Llosa dijo sobre el matrimonio igualitario, que estaba a punto de aprobarse en España:
Aunque esta medida [el matrimonio igualitario] constituye un desagravio a una minoría sexual que a lo largo de la historia ha sido objeto de persecuciones y marginaciones de todo orden, obligando, a quienes la conformaban, a vivir poco menos que en la clandestinidad y en el permanente temor al descrédito y al escándalo, ella no bastará para cancelar de una vez por todas los prejuicios y falacias que demonizan al homosexual, pero, sin la menor duda, constituye un gran avance hacia la lenta, irreversible aceptación por el conjunto de la sociedad -por la gran mayoría, al menos- de la homosexualidad como una manifestación perfectamente natural y legítima de la diversidad humana.
Bonus track 3: Las opiniones respetables
Ya deben haber escuchado eso de que "los homosexuales piden que se respeten sus derechos, pero les falta tolerancia para respetar las opiniones contrarias", que suena casi como a "no entiendo por qué este serrano resentido se ofende cuando le digo que me malogra el paisaje al entrar a mi discoteca. Al fin y al cabo está entrando, ¿no?". Bueno, sobre las opiniones respetables, dice Savater:
Concedo sin vacilar que existen muchas cosas respetables a nuestro alrededor: la vida del prójimo, por ejemplo, o el pan de quien trabaja para ganárselo, o la cornamenta de ciertos toros. Las opiniones, en cambio, me parecen todo lo que se quiera menos respetables. [...] Advierto, con mi "yo opino", que no estoy seguro de lo que voy a decir, que se trata tan sólo de una conclusión que he sacado a partir de argumentos no concluyentes y que estoy dispuesto a revisarla si se me brindan pruebas contrarias o razonamientos mejor fundados. En ningún caso diría "yo opino" para luego aseverar que dos más dos son cuatro o que París es la capital de Francia: lo que precisamente advierto con esa fórmula cautelar es que no estoy tan seguro de lo que aventuro a continuación como de esas certezas ejemplares. Éste es el uso impecable de la opinión.
Bonus track 4: Ellen Page <3
En este video de ocho minutos, la actriz Ellen Page declara su homosexualidad, reconoce la imposición de estereotipos de Hollywood, agradece (con el corazón en la mano) a los activistas que luchan por los derechos de la comunidad LGTB, habla sobre el amor y la libertad, afirma su responsabilidad como figura pública. Habla otra vez del amor. Habla de la violencia que padecen los niños homosexuales en las escuelas, habla de los suicidios, habla de lo que tiene que cambiar. Habla, una vez más, siempre del amor.
Bonus track 5: Declaración en Nadiesabemiscosas
El año pasado escribí esto para Nadiesabemiscosas. Lo vuelvo a decir, porque es sencillito y resume un poco el espíritu de estas citas y fragmentos.
Por supuesto, hay cientos de publicaciones en Facebook, artículos de internet, diarios y revistas, videos, testimonios, comentarios, libros y gráficos que me ayudaron muchísimo pero que, por cuestiones de espacio (o de memoria, porque no recuerdo sus títulos o quién los escribió o dónde los vi) no han sido incluidos aquí. A ellos, muchas gracias también.
Y ya está. Hay pocos casos en los que, como en este, a los peruanos se nos pide luchar, a la vez, por el amor y la justicia, como enseñaron las sailor scouts.
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Es Noticia, ¿Dulces 25? - 15/12/2011 0:08:37
"Artículo originalmente publicado en DEBATE N°118, diciembre 2002.Con motivo de las bodas de plata de Apoyo, la revista DEBATE pidió a diversos personajes su testimonio de cómo celebraron sus 25 años y sus perspectivas del país desde ese entonces.
¿DULCES 25?
Personajes de distintas generaciones relatan lo que les tocó vivir a sus 25 años en etapas cruciales de nuestra historia reciente y cómo ha cambiado su visión del Perú.
Susana Villarán, alcadesa de Lima y ex ministra de la Mujer
Cumplí 25 años en Santiago de Chile, un mes antes de que se consumara el golpe de Pinochet.
El ambiente estaba cargado de amenazas. A los chilenos les era difícil imaginar que algo así ocurriría en su país. Quienes veníamos de tierras turbulentas olfateábamos el peligro en el aire. Nada, sin embargo, me quitará lo bailado: haber estudiado allí en ese momento tan único de su historia; haber criado a mis hijos pequeñitos en medio de libros, con la cabeza llena de sueños, llevándolos en hombros mientras marchábamos acompañados de las voces inolvidables de Violeta Parra, Víctor Jara y los Quilapayún.
A los 25, una se imagina que todo es posible. Sin embargo, el trágico fin de Allende, las torpezas de su gobierno y el impacto de la guerra fría, me enseñaron mucho. Aprendí que el camino de la justicia no era fácil, pero no perdí la esperanza.
Cuando surgió APOYO, hace 25 años, formaba parte de un proyecto de izquierda y esperaba a mi tercer hijo. Trabajaba mucho y vivíamos a tres dobles y un repique. Fue el año del gran Paro Nacional del 19 de julio. No me olvidaré jamás de las calles desiertas ese día, el sabor del triunfo ni tampoco del miedo y la fatiga. Fue un momento de inflexión, la izquierda y el pueblo movilizado apuraron la salida democrática y Morales Bermúdez se vio obligado a convocar a la Asamblea Constituyente. Paradójicamente, esa misma izquierda tan importante para la transición, no aprendió a valorar la democracia, moviéndose ambigua e instrumentalmente en ella.
Ha pasado mucha agua bajo los puentes desde entonces. El mundo es diferente, con oportunidades pero incierto. Nos ha tocado vivir un tiempo doloroso de guerra y salir de ella con autoritarismo y corrupción. Hemos aprendido lo que no hay que hacer en el gobierno, pero aún balbuceamos sobre lo que debemos hacer juntos para integrarlo, reconciliarlo, descentralizarlo, modernizarlo, rescatando a los pobres de la injusticia en la que viven. Creo que nos sobran capacidades y energías para ello, pero que estamos severamente afectados por la desconfianza. Es un momento de prueba.
No estaré en este mundo dentro de 25 años. Me imagino, sin embargo, a Andrea, mi nieta, viviendo en una sociedad más humana, cohesionada y menos desigual. Estoy segura de que el inconformismo se hereda.
Raúl Otero, empresario y presidente de IPAE
Mis 25 años no fueron "terribles y malditos" como los 17 de Carlitos Alegre en El huerto de mi amada, pero sí marcaron una ruda transición.
De manera abrupta e inesperada perdí la inocencia y la seguridad en mis roles de profesional y ciudadano. El facilismo de fórmulas mágicas en política y en la profesión se estrellaron con la cruda realidad. En la solución de los problemas nacionales quedaban atrás ""El Perú como doctrina"" y la cautivante retórica revolucionaria por vacías, estériles e inoperantes. Tampoco había funcionado aquello de ""ingeniero, abogado o doctor"" que me llevó a la ingeniería por la vía de mi facilidad con los números. A los 25 años no podía negar que no servía como ingeniero.
Por entonces, mi buen amigo FOZ me invitó a trabajar en un proyecto de consultoría sobre posibilidades industriales en el Perú. La trascendencia del tema, el talento joven reunido, el rigor en el trabajo y el ambiente de amistad permitían presagiar lo que sería luego APOYO, que ya sin duda se estaba gestando en la cabeza de su fundador. Este trabajo, que me ayudó a enfrentar mis frustraciones y a reorientar mi vida profesional, se convirtió en una memorable experiencia. Como en APOYO, lo hicimos bien y la pasamos rebien.
Posibilidades, el tema del proyecto, me sirve de asidero para reflexionar sobre el Perú de entonces y su futuro, y el Perú de hoy y su futuro. Posibilidades es la medida, la moneda que nos permite valorar y poner en perspectiva al país en cualquier momento. Como toda moneda, tiene dos caras, una mide los resultados logrados y la otra plantea la agenda futura. Perú 73, Perú 83, Perú 93, cualquiera da un pésimo balance respecto a lo que se hubiera esperado 25 años antes y, sin embargo, ofrece en cada período renovadas y alentadoras posibilidades para los siguientes 25. Siempre frustración y esperanza...
No recuerdo, o tal vez prefiero no recordar, lo que esperaba del Perú en 1973. Sí quiero, sin embargo, afirmar hoy mi optimismo respecto a las posibilidades futuras. Imagino al Perú en un rumbo seguro hacia un país próspero, justo, solidario y con oportunidades para todos. Como buen martillero todo lo veo clavo, así que avizoro en 25 años un Perú competitivo (he estado involucrado en el tema) e insertado exitosamente en la economía global.
Cuando APOYO celebre 50 años, la pista de carrera habrá cambiado y no se repetirán los fracasos del pasado. Para entonces no seré yo, sino tal vez mi hija Andrea, quien dé testimonio a DEBATE de que los peruanos sí podemos y que somos dueños de nuestro destino.
También puedo pronosticar que en los próximos 25 años Alianza campeonará por lo menos 20 veces.
Cecilia Blondet, ex ministra de la Mujer y ex directora del Instituto de Estudios Peruanos
Desde muy temprano, el 19 de julio de 1977 recorrimos las calles del centro de Lima para evaluar la evolución del paro nacional. A mí me tocó el piquete de la calle Capón, y por primera vez probé los dulces chinos.
No hubo enfrentamientos con la Policía y al final del día la voz unánime era que el paro había sido un éxito total. La población se hizo sentir en una sola voz. Precisamente, fue a partir de ese momento, ante la crisis económica latinoamericana que se avecinaba y la movilización popular organizada en las calles, que el gobierno militar aceptó que tenía que convocar a una Asamblea Constituyente. En ese mismo momento, los partidos de la izquierda en pleno comenzaron a discutir sobre la conveniencia de participar en las elecciones. Se inició, entonces, un proceso de alianzas, rupturas y un debate sobre la democracia en el Perú que luego tendría muchos tropiezos, sin duda, pero que marcaba un hito frente a las dictaduras y los regímenes oligárquicos del Perú republicano. Ese es el Perú que recuerdo y que viví intensamente, que me dio tantas ilusiones y frustraciones a la vez. Ya habían nacido dos de mis hijos y esperaba al tercero, trabajaba en el Banco Central de Reserva y salíamos de campamento cada fin de semana que podíamos, al río o a la playa en el verano.
Veinticinco años después puedo constatar que la historia nunca es lineal, que es más bien sinuosa y compleja, con avances y retrocesos. Siendo pesimistas podríamos decir que aprendimos poco sobre la democracia. Que quedamos atrapados entre el desprestigio de la política y la mediocridad de los políticos; que la incompetencia y la corrupción, pero también el terrorismo y el narcotráfico, se apoderaron de y carcomieron el Estado y las instituciones, lo que desvirtuó el sentido de la ley; y que la pobreza se incrementó sustantivamente y agudizó los serios problemas de desigualdad y exclusión social entre la capital y las provincias, la ciudad y el campo, o los hombres y las mujeres, especialmente las más pobres. Sin embargo, la vida continuó aun en los peores momentos y lo sorprendente es que, a pesar de todas esas secuelas, en el 2000 fuimos capaces de luchar valientemente por recuperar la misma democracia que descuidamos años atrás. Quizás, ahora sí comenzamos a aprender que debemos ponernos de acuerdo, que nuevamente tenemos ante nosotros una oportunidad de reconstruir el Perú que queremos para nosotros y para nuestros hijos, y que debemos dejar de pensar, por un momento, en nuestros propios e inmediatos intereses para trabajar por el país de todos. Eso espero y en eso estoy empeñada. En ese sentido, la experiencia en el ministerio ha sido invalorable y refuerza mucho más mi compromiso como peruana. ¡Felicidades a APOYO por sus 25 años!
Sandro Fuentes, abogado
A los 25 años, en 1981, estaba por escoger entre un posgrado o un trabajo como asesor en el Ministerio de Justicia. El presidente Belaunde gobernaba por segunda vez y venía a desmontar la dictadura militar ""revolucionaria"" de 12 años.
Opté por lo segundo, para ver de cerca la democracia recién reinstalada ,por enésima vez, y su funcionalidad en un ambiente de intensa ideologización, cuyo inaudito extremo era Sendero Luminoso.
Velasco había dado su golpe (1968) a poco tiempo del mayo de París, en camino a Woodstock, muerto y crecido el Che Guevara y la irrupción del hippismo en el Cusco, y en mi adolescencia plena. Forzó el socialismo, sin libertad y con policía, por cierto; hizo una reforma agraria, singularmente impactante en una sociedad agrarista como la cusqueña. ""Nacionalizaciones"", castrismo, ""democracia social de participación plena"", propiedad social, y otro montón de eslogans y prácticas, borraron lo que quedó del modernismo de Beltrán, el liberal ministro de los cincuenta. El cóctel mental de los setenta tenía mucho de granadina y vodka, algo de motai y pisco de chacra, unas pintas de ron y hasta hierbas non sanctas. Bebérselo era casi obligatorio y no hacerlo era un asunto existencial muy serio. Varios buscamos otra receta, motivados por la genialidad del rock de la época y un incipiente liberalismo en libros rebuscados. Era algo extravagante por entonces leer a Von Hayek o Popper, mientras ""los otros"" estaban con Marx, Mariátegui, Martha Harnecker y serios estudios de los mensajes imperialistas agazapados bajo el Pato Donald. DEBATE no llegaba al Cusco, o no supe que llegaba, pero seguro que lo inventábamos.
Surgió en el Cusco, dicen, el marxismo-lennonismo (por Groucho y John) y su brazo bohemio los ""Chupamaros"", ambos en cachondeo de la seriedad izquierdista. Pero todo finalmente dañó a la generación convenciéndonos erradamente de no afincar en partidos políticos y que las grandes causas estaban al margen de éstos.
Belaunde no la tenía fácil. Nadie quería ni podía escuchar al mercado, el Estado debía seguir siendo el motor económico. Lo esencial, aunque no diera de comer, era mantener viva la democracia pese al extremismo. Costó, pero lo logró, y en buena hora. Al final, la apertura democrática no conjugó con la económica, que ya era una exigencia.
A los 25 años estaba ya en Lima, pasado por la Universidad Católica, convencido creo para siempre de que el Perú es un archipiélago cultural, axiológico, étnico, lingüístico, económico, etcétera, etcétera; de novio eso sí, casi abogado y casi empleado (el peruanísimo casi) pero seguro de que se superaría el desandamiento de los años setenta. Entre 1980 y el 2000 casi acierto, pero ganó el casi y otra vez el ciclo pernicioso se reprodujo y su final, además de pernicioso, fue una puñalada trapera.
No he logrado encontrar respuesta a este ""penelopismo"" nacional, de tejer para destejer todos los días, a la espera de no sé qué. Lo sigo tratando de averiguar.
Rosa María Palacios, abogada y periodista
1988 fue para mí un año de muchos cambios. Recién salida de la universidad renuncié a mi trabajo de asistente en el Instituto Libertad y Democracia y me dediqué a graduarme de abogada. Estaba comprometida y le había prometido a mi padre que me graduaría ese mismo año.
Así, pues, tenía que sacar adelante tesis, grado, matrimonio y viaje a Austin, Texas, para estudiar mi maestría. Tareas difíciles si se tiene en cuenta que el país se encontraba en estado de emergencia por el terrorismo, los servicios básicos eran menos que básicos (agua y luz racionados), la inflación hacía imposible planificar y la escasez de todo obligaba a colaborar con la familia por lo menos en hacer las colas.
El país se encontraba dividido por la estatización de la banca anunciada por Alan García el 28 de julio de 1987. Como muchos universitarios, salí a gritar ""Alan mentiroso"" y fui testigo de los inicios del movimiento Libertad. Fue una época de desencanto, cuando mi generación tomaba la decisión de irse del Perú a buscar un futuro mejor casi en cualquier parte.
Gracias a dos amigos de APOYO, Gianfranco Castagnola y Pierina Pollarolo, pude usar algo que en esa época era un tesoro: una computadora personal. En esa PC - XT de 256 K, con el procesador de textos Word en su versión 1.0, redacté mi tesis, con la asesoría técnica de Gianfranco, quien se recuperaba de una hepatitis y que podía ser consultado a gritos de un lado al otro de su departamento.
En ese entonces no existía Windows, usábamos el DOS. Otras cosas no existían, pero por culpa del gobierno: electricidad continua, agua potable, cigarrillos importados, crédito, viajes por tierra a provincias. Vivíamos de toque a toque, fumábamos Premier, tomábamos cerveza o vino chileno de contrabando, tener carro era un lujo y las conversaciones giraban en torno a posibles destinos para estudiar fuera del país.
Al final, lo logré. Casada y graduada partí de inmediato a Austin y no estuve para ver a Abel Salinas soltar el paquetazo de 1988, que significó 100 por ciento de inflación en un día. Tampoco estuve el día en que el agua de Lima se convirtió en desagüe, felizmente, aunque hasta hoy creo haberlo vivido de tanto escucharlo.
Meses después, cuando terminaba la maestría y contra el mejor consejo de amigos y familia, decidimos regresar al Perú. Desde ese entonces he sentido siempre que soy peruana por nacimiento y por opción.
Me preguntan qué espero para los próximos 25 años. Espero lo mejor y me preparo para lo peor, lo que confirma mi peruanidad. Lo mejor puede ser que en los próximos 25 años el Perú se integre económicamente al mundo y que tenga instituciones democráticas estables, lo que significa un cambio, ese sí, revolucionario. Aunque la verdad podría contentarme con menos, por ejemplo vivir en una ciudad en donde se pueda usar cartera sin temor al asalto o en donde el tráfico sea ordenado. Lo peor pueden ser muchas cosas, sociedades ciegas, políticos burocratizados, desastres naturales. Pero las concretas son las que afectan a las personas. Por eso a éste y a los próximos gobiernos un pedido para el futuro: no toquen los fondos de jubilación.
Jaime Bayly, escritor y periodista
Cuando se fundó APOYO tenía 12 años, estudiaba en el Markham, vivía con mis padres en Los Cóndores y me excitaba con los libros de Salgari y los goles de Cristal. A esa edad no pen-
saba en el futuro del Perú. El único futuro que ocupaba mi mente era el del Cristal, que también era el mío.
Pasaron 13 años y llegué a mis 25 en 1990, cuando además de entregarme con pasión a las noches afiebradas del Nirvana, apoyé con entusiasmo la candidatura presidencial de Mario Vargas Llosa mientras hacía un programa de televisión en Lima, vivía solo en Miraflores, y soñaba con ser un escritor. Ese mismo año los peruanos eligieron como presidente a Fujimori y pensé que habían cometido un grave error al rechazar la candidatura de Vargas Llosa. Creía que el futuro del país era incierto y que yo tenía que irme para atreverme a escribir la novela que me atormentaba.
Ahora veo al Perú con cariño. Tu país es como tu familia: puede ser atroz, bárbara y disfuncional, pero no puedes evitar quererla. No creo, sin embargo, que las cosas cambien demasiado. Ojalá mejoren, pero tengo mis dudas.
Aldo Shiroma Uza, escultor
En 1977 mi meta más importante era poder caminar sin caerme, mirar ese sitio enorme llamado casa, y recorrer sus pasillos, cuartos y escondites.
Muchos años después, inmerso en clases, utopías y esculturas, mi panorama comenzó a dar giros y volteretas circenses.
Así, llegué a mis 25 años en los tiempos de renovar o quizás despertar las ilusiones y creer de pronto en el cambio. Salir a las marchas, con cierto temor y escepticismo, pero conmovido por el hecho de aplicar por primera vez el derecho de exigir respuestas claras. Ese año, como todos recordamos, fue un tiempo de aguas revueltas. El televisor nos entregaba a diario una raya más del tigre (que para estas alturas del partido era pantera): búsquedas y fugas, golpes de pecho y lágrimas tardías por los videos, cuantiosas sumas de dinero con las que se hacía la burda comparación de ¿cuántos autos se compra este tipo con eso? Pero se compraba cosas de menor valía, la conciencia de esas personas, y algo más grave: la capacidad de utilizar la televisión para embrutecer.
Mis perspectivas en ese momento eran caóticas. Artista casi recién salido del cascarón, intentando mantenerme en pie y pagando las cuentas de vivir. Tenía un constante conflicto interno entre mi escepticismo y las ansias de creer que las cosas comenzarían a mejorar, o por lo menos comenzarían ¿no? Pensaba que en 25 años podría contarles a mis hijos cómo era el Perú en mis tiempos, a sabiendas de que sonaría como un viejo chocho, pero con la esperanza de que la bonanza en la que nos encontraríamos (¡son 25 años!) provocara que duden de mi salud mental.
Han pasado apenas un par de años desde ese momento y mantengo los ojos (rasgados por herencia genética) muy abiertos y los oídos muy atentos a las canciones de cambio, las panderetas y comparsa (no me las trago ni con gaseosa). Ahora todos, todos pero todos, lucharon por la democracia.
En este momento veo caer castillos de naipes por todos lados, se siente el descontento ante las innumerables promesas, y existe una suerte de entendimiento fraternal entre los ciudadanos y el cuy de tómbola.
Pero quiero creer que en el Perú se gesta una conciencia nueva, menos crédula pero más justa y consecuente. Un pensamiento colectivo de responsabilidad y respeto por quien está a nuestro lado y por nosotros mismos. Caso contrario, dentro de 25 años seguiremos aplicando la agotadora capacidad de volver elástico el sólido metal con el que está fabricada nuestra moneda. Y mis hijos no dudarán de mi cordura, verán las mismas atrocidades (u otras peores, en las que no pienso agotar mi imaginación) y padecerán de éstos y tantos otros dolores.
En resumen, el futuro está en nuestras manos y nos espera a la vuelta de la esquina con risa socarrona y dispuesto a hacernos perder el equilibrio. Es cierto que muchas cosas cambiaron desde 1977, pero irreductiblemente mi meta sigue siendo caminar sin caerme tanto, conocer este país enorme y recorrer sus pasillos, cuartos y escondites.
Vanesa Robbiano, actriz
Definitivamente algo andaba mal en el Perú cuando estaba entrando a la mitad de mis 20. En San Marcos, donde estudiaba sociología, el ejército se paseaba por la universidad con ojo vigilante. En la televisión, el medio donde trabajo, los programas ""basura"" y los noticieros eran cortinas de humo que ocultaban lo que verdaderamente sucedía: la dictadura.
Todo esto me abrió los ojos. Yo había votado por Fujimori en 1995 ,en mi primera elección, y hasta allí pensaba que todo estaba bien.
Empecé a manifestar mi disconformidad con lo que sucedía a través de un sindicato de actores que formé junto con un grupo que luego se disolvió. En ese momento me preguntaba "¿qué pasa con nosotros que tenemos miedo?".
Después llegaron las marchas universitarias, de las que fui parte a pesar de la desaprobación de mis empleadores. Luego me sumé al Colectivo Sociedad Civil, formado por diversos artistas y que luchaba a favor de la democracia y de la NO reelección de Fujimori. Allí terminé de definir el verdadero significado de valores y conceptos como democracia, libertad, justicia y patria. Además encontré la manera de expresarme como ciudadana. Nuestra lucha fue simbólica, lavamos la bandera, velamos la ONPE y dejamos simbólicas bolsas de basura en las casas de ciertas ""autoridades"".
En ese momento de lucha en el que sentía que estaba haciendo algo por mi país, que era parte de algo más grande, y que los peruanos estábamos por fin unidos, mi vida estuvo llena de significado.
En el gobierno de transición Paniagua gobernó bien y con transparencia. Tenía la esperanza de que Toledo hiciera mejor las cosas y nos sorprendiera. Ahora sólo nos queda esperar y darle tiempo.
No pasó mucho hasta que la vida me llevó por otro camino. Dos meses antes de cumplir 25 me fui a estudiar actuación a Argentina, en donde estoy actualmente desde hace un año.
Pero a pesar de todo, yo nuevamente apuesto por mi país. Aunque las cosas en el Perú son lentas, no hay oportunidades, y nada parece avanzar, hay que salir para volver. Siempre hay que salir para volver. Al fin y al cabo, sólo en el Perú me siento en casa, es algo mío.
Si me preguntan dónde me veo en los próximos 25 años, me veo en el Perú, trabajando. No sé si las cosas serán muy diferentes, pero quiero imaginar que serán mejores, que habrá más trabajo, la gente bajará menos la cabeza y luchará más por su libertad. Creo que aún hay mucho por hacer, y me gustaría trabajar en eso, en levantar la autoestima peruana. Porque el Perú es grande, los peruanos somos grandes, y tenemos que descubrirnos y reconocernos.
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