sábado, 31 de mayo de 2014

realiza primera audiencia descentralizada sobre la actividad minera en Huánuco y Tambopata es depredada por minería ilegal

Es Noticia, Se realiza primera audiencia descentralizada sobre la actividad minera en Huánuco - 11/04/2014 18:28:07

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El Grupo de Trabajo sobre Minería Ilegal, Impactos Ambientales y Deforestación de la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos, Ambiente y Ecología, que se encuentra bajo la coordinación del congresista Eduardo Nayap Kinin, junto con el apoyo del Presidente Regional de Huánuco, Luis Picón Quedo, organizaron la Primera Audiencia Descentralizada denominada "Proceso de Formalización de la Actividad Minera y los Impactos en la Salud y Medio Ambiente", en esta cálida ciudad.
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Noticia, Tambopata es depredada por minería ilegal - 12/12/2013 10:44:30

"La minería ilegal que se ejecuta en diversas zonas de Madre de Dios afecta el punto de amortiguamiento de la Reserva Nacional de Tambopata, dicha práctica deforestó mil 394 hectáreas de bosques en este lugar desde el 2011, informó la Contraloría.
En tanto, el daño no incluye la zona protegida, que abarca 274 mil hectáreas. "La reserva mantiene su integridad natural, se ha reforzado la vigilancia de la actividad ilegal con más controles, pero este tipo de minería siempre será una amenaza", advirtió el jefe de la Reserva Nacional de Tambopata, Ernesto Flórez Leiva.
Asimismo, la actividad ilícita se realiza a través de las 124 zonas otorgadas para concesiones forestales, ello infringe las normas mineras, ambientales, de seguridad y salud, detalla el informe de la Contraloría. La Dirección Regional de Energía y Minas reconoció que no cuenta con presupuesto ni personal para supervisar el trabajo en las concesiones.
Por ello, la Contraloría solicitó al Gobierno Regional de Madre de Dios que inspeccione y declare la caducidad de aquellas concesiones que en la práctica son empleadas para la extracción minera ilegal.
Dato. El informe de control advierte que el gobierno regional no asignó, presupuesto para reducir el impacto ambiental y social generado por la actividad minera ilegal en toda la región.
Foto: Difusión.
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Información: SOCIOLOGOS : AGENTES DEL CONOCIMIENTO O SIERVOS DEL PODER - 22/08/2013 4:35:15

" Brasil: ¿Neodesarrollismo o lucha de clases?.
(Revista Herramienta).- En vísperas de cumplir 25 años en Brasil, el neoliberalismo viene dando tema a importantes análisis y balances de su desempeño en el país, especialmente por parte de estudiosos provenientes del campo de la crítica marxista. Los tiempos son indudablemente difíciles, y urge adoptar una decisión: o echamos más agua al molino satánico o buscamos caminos más auténticos. O somos apologistas o críticos radicales.
En síntesis, el proceso neoliberal es presentado como dos momentos distintos y complementarios al mismo tiempo. El primero dejó su marca en los años del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC) con las privatizaciones de empresas públicas, la desnacionalización de la economía, la desindustrialización, la reprimarización de la producción interna (producción y exportación de commodities), y la integración de la burguesía brasileña al imperativo capital transnacionalizado.
El siguiente momento indica el denominado neodesarrollismo, proceso característico de los gobiernos de Lula y Dilma. Sin romper con la lógica neoliberal, el "modelo" esboza formas neokeynesianas para administrar los daños causados por el neoliberalismo de las anteriores gestiones. Según se dice, el Estado trataría ahora de recomponer su función (de "alivio") social mediante la creación de empleos (casi siempre precarios y temporarios), políticas de recuperación del salario mínimo y de redistribución de la renta (Bolsas Familia, Escuela, Desempleo, etcétera), en tanto que la economía se renacionalizaría, financiando por medio del BNDES una reindustrialización regulada por la sustitución de importaciones.
Son argumentos muy cuestionables, dado que las empresas públicas privatizadas están hoy fuertemente controladas por capitales externos (ver el caso de Vale), según una lógica mediante la cual la economía transnacionalizada del sistema reorienta al Brasil al papel de productor de bienes primarios para la exportación. Es de ese modo subalternizado que, de la mano del neoliberalismo, el capitalismo brasileño viene exhibiendo algunos de los mejores desempeños económicos del sistema.
El capital, en un proceso de crisis generalizada, tiene poco que lamentar y mucho que festejar por aquí: obsérvese la estratosférica rentabilidad bancaria y el enorme crecimiento de la industria de la construcción civil. Más impresionante aún es el desempeño de la minería, del agronegocio, del sector energético y del gran aumento de las áreas agrocultivables, (1) de selvas, de ríos y otras muchas áreas de protección ambiental, invadidas y destruidas por pasturas, monocultivo de caña, de soja, de celulosa, de naranja, por la extracción de minerales y construcción de represas.
Es unánime y justificada la condena que merece la hegemonía del capital financiero sobre el neoliberalismo, en vista de las consecuencias sociales nefastas que provoca. Extrañamente, sin embargo, la solución que algunos estudiosos del tema encuentran para tal "impasse" se deriva de la Economía Política y no de Marx. Se destacan los avances de las políticas sociales de los gobiernos petistas, pero atacados por una especie de "síndrome de Proudhon", escuchan que suena la campana pero no saben dónde está. Lo buscan en un revival anti dialéctico y romántico del Estado de Bienestar Social, del predominio de la industria fordista y sus formas más "humanizadas" de extracción de plusvalía relativa. Añoranzas de algo que por aquí nunca existió.
Más allá de esas buenas intenciones, el neoliberalismo, desde sus primeras apariciones ya en los años 1990, constituyó un proceso con una dinámica de expansión y acumulación de riquezas basada en la súper-explotación del trabajo. Sólo que esta vez las trabas que las políticas keynesianas originales de control de las crisis cíclicas seguramente asumirían la lógica de una actuación absolutamente intolerante de cualquier límite.
Eso significa que la década de 1990, a pesar de haber registrado un desempeño económico peor que el de los años 1980, no fue como piensan una década perdida, ni de estancamiento para el capital. Durante esos años el neoliberalismo puso en práctica su fundamento más importante, aquí y en todo el mundo capitalista: cortó el avance de la clase trabajadora. La reestructuración productiva implantada destruyó empleos y la estabilidad (donde ella existía), generó el desempleo estructural, diseminó la precarización -algo muy familiar al mundo del trabajo aquí en Brasil- y comenzó a desmantelar cada uno de los derechos laborales conquistados por la clase trabajadora desde Getulio.
Si el momento FHC generó las condiciones para la miseria, sin destruir pese a todo completamente la clase, el momento siguiente conseguiría un mayor éxito en esta embestida, creando y reproduciendo al miserable. FHC aún combatía la objetividad de la clase trabajadora, sus sindicatos y los movimientos sociales. Los gobiernos conciliadores de Lula y Dilma mantuvieron las políticas de fragilización de la clase trabajadora y embistieron contra la subjetividad del trabajador. En una magistral obra de ingeniería política, no lo reconocen más como antípoda del capital. Tratan a los sindicatos y los movimientos populares como socios e incluso son pródigos en la concesión de derechos para las llamadas "minorías", derechos de ciudadanía que vienen a fortalecer la democracia formal.
Es innegable el avance de la Ley María da Peña, (2) de la ampliación de los derechos de negros, indios y homosexuales. El problema es la individualización desideologizada del abordaje -debidamente orientado por el Banco Mundial- de control social del miserable. (3) Queda libre el camino a la lógica de producción destructiva, con la cual no hay solución jurídica capaz de detener el exterminio de las comunidades indígenas, las expropiaciones sin fin de las tierras quilombolas, (4) de pequeños productores y trabajadores rurales sin tierra -acampados o asentados-, no hay solución posible para los desalojos de franjas enteras de moradores de comunidades urbanas, y mucho menos para contener la superexplotación de mujeres y niños y la diseminación del trabajo esclavo en el campo y las ciudades. (5) Para los sectores afectados, la criminalización y el rigor de la represión policial. O sea, la más perfecta democracia hoy hecha realidad por el mundo del capital es la absoluta "tolerancia" hacia cualquier forma de extracción de plus-trabajo: puede ser plusvalía relativa o puede ser plusvalía absoluta.
Visto desde tal óptica, los tiempos son indudablemente difíciles, y urge adoptar una decisión: o echamos más agua al molino satánico o buscamos caminos más auténticos. O somos apologistas o críticos radicales.
Florestán Fernandes fue categórico al respecto: "[...] defiendo toda la carga posible de saturación -límite de los roles intelectuales de los sociólogos- no como siervos del poder, sino en cambio agentes del conocimiento y de la transformación del mundo". Sin medias palabras, define muy claramente su opción por la sociología concreta basada en el "horizonte cultural socialista en su plenitud revolucionario". (6) No podría por lo tanto disponer de mejor compañía para decir que no pretendo encontrar soluciones para estabilizar el capital; no pretendo hacer aportes para que sea más funcional; ni vengo a proponer algún tipo de pacto social con fracciones de la burguesía supuestamente afectadas por las imposiciones del capital financiero. El punto de vista que defiendo está ideológicamente comprometido con las necesidades más legítimas de los individuos que integran la clase trabajadora, cuyo desafío mayor es en la actualidad conseguir traspasar las miserias materiales e ideológicas y reasumir, a través de la lucha, la condición permanentemente vituperada de sujeto de la historia.
Un primer paso debería ser dado por sus organizaciones -o lo que queda de ellas- en el sentido de comprender, definitivamente, que la acción revolucionaria necesita aprender a "arreglárselas" sin el canto de sirena de las instituciones mediadoras del orden.
EL LULISMO, LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN BRASIL Y EL LUGAR SOCIAL DE LA POLITICA
En 1844, Marx afirmaba que la revolución en general ,el derrocamiento del poder existente y la disolución de las viejas relaciones, es un acto político (Marx, 2010). Años después, al formular su Crítica de la economía política, dejó más claras aún las implicaciones históricas de este acto. Para él, los impulsos irrefrenables del capital, desde sus más remotos orígenes, son la expansión ,su internacionalismo innato, basado en la lógica del desarrollo desigual y combinado, y la acumulación de riquezas socialmente producidas. Estas características propias son las que lo hacen dinámico y a largo plazo incontrolable. Pero, siempre según Marx, el fundamento principal de ese proceso reside en la permanente y atenta subsunción a la que somete el trabajo mediante relaciones sociales crecientemente complejas y contradictorias. Ese es el rasgo distintivo del capital, una relación social que tiene en el trabajo de la fuente irreemplazable del valor que produce. (7)
El resultado más concreto de la dominación burguesa, desde la acumulación primitiva hasta nuestros días, es la concentración del capital ,hoy más vertical que nunca,, y la consecuente agudización de la desigualdad social. Eso quiere decir que la sociedad en la cual la abundancia de riquezas producidas por el trabajo social es apropiada por una clase tendencialmente reducida en términos numéricos y, al mismo tiempo, más poderosa, sólo puede efectivizarse con un simultáneo proceso de empobrecimiento de las cada vez mayores masas productoras en el ámbito planetario.
Es lo que de hecho se deduce de las incorregibles formas de funcionamiento del capital actualmente vigentes, que vienen imponiendo una severa generalización de las más abusivas prácticas de explotación. Las consecuencias de tales prácticas terminan por constituir una situación de universalidad que, a pesar de ser inmediatamente muy negativa para la clase, pueden ,¿por qué no?, generar condiciones favorables para la explosión revolucionaria. Ante esto, el desafío que se plantea a la clase sigue siendo enfrentar las adversidades más profundas de una cotidianidad que, cada vez con más recursos, trata de eternizar la condena de los trabajadores al infierno del trabajo social alienado, cada vez más degradado. El problema es el de cómo convertir aquella universalidad negativa del sistema en una negatividad universal para el sistema. Para Marx, ese proceso necesario para la transición al socialismo, y que, obviamente, se produce en el terreno de la lucha de clases, debe asumir formas necesariamente políticas. O, como él afirma:
Las condiciones económicas habían primeramente, transformado las masas del país en trabajadores. El dominio del capital creó para las masas una situación común, intereses comunes. Esa masa ya es, de esa manera una clase contra el capital, muy a pesar de que no sea todavía una clase para sí. En la lucha, de la que conocemos sólo algunas fases, la masa se hace unida, y se constituye en clase para sí. Los intereses que ella defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política (Marx, 1985:159).
Mientras tanto, la conciencia necesaria para la manifestación de esa auténtica forma de enfrentamiento político viene siendo históricamente encubierta en todas las dimensiones posibles. En primer lugar, por las condiciones de reproducción social que impone a los trabajadores un tipo de sociabilidad totalitaria que no sólo impide cualquier manifestación de ellos como sujetos, sino que los obliga a la constante necesidad de suplir las carencias materiales que el capital les impone de modo exponencial. (8)
Lo mismo puede decirse de las "alternativas" políticas ofrecidas por el capital a lo largo de la historia de la reproducción de su dominación, la más antigua de las cuales se relaciona con las formas de representación dadas por el sistema parlamentario. Para comprender el más profundo significado de esta cuestión en el terreno de la lucha de clases, que es lo que de hecho interesa, Mészáros ofrece una crítica contundente:
Directa o indirectamente, el capital controla todo, incluso el proceso legislativo parlamentario, aunque se este sea considerado totalmente independiente del capital por muchas teorías que hipostasian la "igualdad democrática" de todas las fuerzas políticas que participan del proceso legislativo. […] Y lo que hace aún peor las cosas, para los que buscan cambios significativos en los límites del sistema político establecido, es que ese sistema puede reivindicar para sí la genuina legitimidad constitucional según su actual modo de funcionamiento, sobre la base de la inversión, históricamente constituida, del estado real de reproducción material. Pues, en tanto el capitalista no sea sólo la "personificación del capital", sino simultáneamente "la personificación del carácter social del trabajo, de sus", el sistema puede alegar que representa el poder de producción vitalmente necesario para la sociedad vis-
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