sábado, 25 de julio de 2015

Financiarán estudios para pavimentar vía en Echarati en la zona del gasoducto y Defensoría sugiere crear sistema de alerta temprana distrital para fortalecer seguridad

Interesante, Financiarán estudios para pavimentar vía en Echarati en la zona del gasoducto - 03/07/2015 7:07:40

"La municipalidad distrital de Echarati y el Gasoducto Sur Peruano suscribieron un convenio de cooperación mediante el cual la empresa se compromete a financiar estudios de preinversión para pavimentar 331 kilómetros de la red vial de dicha zona del país.
Los estudios tienen un costo aproximado de S/. 700 mil y comprende la evaluación técnica y económica para mejorar las carreteras en diversos sectores de Echarati ,donde empieza el gasoducto y se encuentran los campos de Camisea,, así como Quellouno y Santa Ana.

Una de las principales dificultades que enfrentan las autoridades municipales y regionales para la ejecución de obras de infraestructura es precisamente la elaboración de los estudios de preinversión, documento indispensable para que el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) autorice la inversión de recursos públicos.

El convenio logrado es un aporte a la gestión edil, pues le permitirá acceder a los recursos necesarios para licitar y ejecutar las obras. Los estudios de preinversión deberán estar terminados y aprobados por el MEF en marzo del 2016, según se dio a conocer.
Fecha de actualización:
Viernes, 3 Julio 2015 - 4:29am
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Edición Impresa - Lima - Vie 03 de Julio de 2015
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Economía
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Viernes, 3 Julio 2015 - 4:29am
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autoridades municipales

Que opina? Defensoría sugiere crear sistema de alerta temprana distrital para fortalecer seguridad - 14/06/2015 11:15:00

Crear un sistema de alerta temprana en cada distrito, que permita a las autoridades municipales y policiales, con la colaboración de los vecinos, detectar y neutralizar potenciales actos delictivos, sugirió la Defensoría del Pueblo para fortalecer la seguridad ciudadana en el país.
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Noticia, La traición de Arequipa en la Guerra del Salitre.- La mayor vergüenza (escondida) en la historia de la Ciudad Blanca.- El 29 de octubre de 1883 Arequipa desertó cobardemente, rindiéndose sin combatir al enemigo del Perú.- Coroneles arequipeños Llosa Abril - 07/06/2015 13:57:33

"Escribe: Dr. César Vásquez Bazán
PhD en Estudios Internacionales, University of Denver
Economista, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima
Ilustración No. 1
Volcán Misti, Arequipa, en fecha no precisada, entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
"Dígase al Vicepresidente, General Montero, que cualquiera que sea la línea de conducta que se proponga seguir en la política y en la guerra, evite que el combate se haga en la ciudad [de Arequipa] para evitar las terribles consecuencias que esto pudiera acarrear a la población".
Concejo Provincial de Arequipa
Junta General realizada el 24 de octubre de 1883
Acuerdo aprobado por unanimidad
"Aquella parte de la sociedad [de Arequipa] que generalmente influye en las decisiones y en la voluntad de las mayorías, quería la paz, estaba en contra de la resistencia [a los invasores chilenos]. Y lo hacía sin espíritu de partido, sin odio ni pasión, sin tener para nada en cuenta el orden de cosas implantado por el señor general Iglesias; pues esto habría estado, al menos en la parte que nos correspondía, en contradicción con nuestros principios políticos".
Rosendo Albino Zevallos
Concejal de la Municipalidad Provincial de Arequipa que el 29 de octubre de 1883 entregó deshonrosamente la Ciudad Blanca al enemigo chileno, sin combatir la invasión.
(Zevallos 1883, 18)
"Arequipa tenía hombres y armas para defenderse en buenas condiciones, y además poseía en los alrededores sitios inexpugnables. Lo que le faltaba era gobierno y espíritu de sacrificio".
Gonzalo Bulnes
Historiador chileno
(Bulnes 1919, III: 550)
"Lima, octubre 29, 1883
Lynch a Godoy:
Arequipa se rindió sin dar batalla. Iglesias proclamado en esta ciudad. Montero ha fugado".
Patrick Lynch
Telegrama del criminal de guerra chileno-inglés a Joaquín Godoy, embajador chileno en Estados Unidos
(United States Department of State 1884, 123)
"En los memorables dos años que con tanta oportunidad recuerda, pudo esta Legación [de Perú en Bolivia] trasladar a los departamentos del sur del Perú, poniendo a disposición del Gobierno, ocho mil rifles, dos millones de municiones, una batería máxima de cañones Krupp, sables, mulas para las brigadas del ejército, más de cien mil varas de tela para uniformar a los soldados, y vestir a los guardias nacionales, calzado y hasta recursos pecuniarios en la cantidad en que éstos era posible obtenerlos del Gobierno aliado [de Bolivia]".
Manuel María del Valle
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú en Bolivia
La Paz, 29 de octubre de 1883
Carta al abogado arequipeño Mariano Nicolás Valcárcel,
Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa
(Ahumada 1891, VIII: 364)
"[El 29 de octubre de 1883] Arequipa fue ocupada tranquilamente por nuestra fuerzas".
Martiniano Urriola
Coronel del ejército chileno,
Comandante en Jefe de las Fuerzas Expedicionarias en el interior del Perú
(Lynch 1883, 526)
"A las 7:30 p. m. se hallaban ya nuestras tropas [chilenas] en los suburbios de Arequipa, y durante media hora se hacía alto a fin de formar la tropa en filas de a dos en fondo y permitir que la noche hubiera cerrado por completo. Nada menos que estas precauciones eran necesarias para que tan heroico pueblo [Arequipa] no pudiese contar, avergonzado, el escasísimo número de 1,300 hombres a que se habían rendido y que entraban [a la ciudad] ahora amos y señores".
El Mercurio
Correspondencia desde Arequipa, 8 de noviembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 376)
"De los catorce cañones recogidos hasta el 8 del presente [8 de noviembre de 1883] algunos estaban clavados, otros inutilizados por completo, y, especialmente a los Krupp, les faltaban los obturadores y las roscas, cuyas piezas no ha sido posible recuperar hasta la fecha.
Fuera de estos catorce cañones, había no menos de cinco de grueso calibre montados en diversos puntos de la ciudad, y este total de diecinueve piezas de artillería, superior al que traía nuestro ejército [chileno], demuestra cuán eficaz hubiera podido ser la resistencia de los arequipeños.
A este respetable número de cañones deben agregarse las siete ametralladoras con que también contaba el enemigo [peruano]… En su mayor parte eran, según parece, de sistema Gatling…"
El Mercurio
Correspondencia desde Arequipa, 8 de noviembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 376)
"Los vergonzosos sucesos de Arequipa... a nadie sorprendieron porque con anticipación se sabía que no se haría ninguna resistencia y que los chilenos entrarían a esa ciudad sin disparar un tiro, como se verificó".
Memoria sobre la Retirada del Ejército del Centro al Norte de la República y Combate de Huamachuco
Pedro Manuel Rodríguez, Secretario de Gobierno del General Andrés Avelino Cáceres
Daniel de los Heros, Secretario de Economía del Gobierno del General Andrés Avelino Cáceres
(Rodríguez y de los Heros 1886, 57)
Ilustración No. 2
Plaza de Armas de Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
El 29 de octubre de 1883 los invasores chilenos se instalaron en esta Plaza y la convirtieron en su dormitorio particular.
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
La deserción de Arequipa
Por supuesto que Arequipa contaba con armas. También existía en sus alrededores sitios inexpugnables, como las alturas de Huasacache. Tenía hombres, cierto, pero, a la vez, carecía de espíritu de sacrificio, como lo demostró el acuerdo de su Concejo Provincial pidiendo no combatir en la ciudad, o el testimonio de Rosendo Albino Zevallos, concejal de Arequipa, indicando que la clase dominante arequipeña estaba en contra de la resistencia a los invasores chilenos.
Reconociendo estos antecedentes, expresémonos con propiedad: Arequipa tenía hombres, pero hombres sin espíritu de sacrificio. Y si le faltó gobierno fue porque esos hombres sin espíritu de sacrificio le hicieron el mayor favor que Chile y el traidor colaboracionista Miguel Iglesias pudieron haber recibido en la guerra: se deshicieron mediante un golpe de estado del Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa, tras amotinarse contra él y derrocarlo el 25 de octubre de 1883.
Hasta ese momento, el Perú tenía dos Gobiernos paralelos: el Gobierno Provisorio de Arequipa, representado por el Contralmirante Lizardo Montero, quien asumió la responsabilidad presidencial ante el destierro y prisión en Chile del titular, el abogado Francisco García Calderón, y el denominado Gobierno Regenerador, con sede en Lima, administración manipulada por el enemigo chileno y cuyo principal cabecilla fue el traidor Miguel Iglesias Pino de Arce. El "regenerador" Iglesias fue alentado, promovido, financiado y sostenido en el poder por Chile.
Mientras el Gobierno Provisorio de Arequipa se empeñaba en buscar el fin de la contienda evitando el desmembramiento territorial, los "regeneradores" iglesistas predicaban la paz chilena, es decir la entrega al enemigo del riquísimo departamento salitrero de Tarapacá y de Tacna y Arica. Cediendo ante las exigencias de los ladrones del sur, el 20 de octubre de 1883 el régimen de Iglesias firmó el entreguista Tratado de Ancón. Cinco días después, identificándose implícitamente con el gobierno del traidor de Montán, la clase dominante arequipeña derrocó a la Administración de García Calderón-Montero, expresó su identificación con el títere Iglesias y con su tratado de paz chilena, y rindió cobardemente Arequipa, entregándose sin combatir al enemigo del Perú.
La que sigue es la relación censurada y trágica de la deserción de Arequipa y su sumisión voluntaria al enemigo chileno, capitulación que constituyó el oprobioso capítulo final de la Guerra del Salitre. Es una historia silenciada exprofesamente por los principales historiadores y por tanto es ignorada por la mayoría de arequipeños y peruanos. Sin embargo, se hace necesario conocer los sucesos del golpe de estado y rendición de Arequipa en 1883 para percibir el rol antiperuano jugado por la clase dominante de esa ciudad, para precaver futuros comportamientos similares, y para educar a la población acerca del interés nacional del Perú y la necesidad de defenderlo ante las pretensiones del enemigo externo.
César Vásquez Bazán
Enero de 2014
Ilustración No. 3
Bandera de Arequipa, color rojo sangre, con el escudo de armas otorgado a la ciudad por Carlos V de España, mediante Real Cédula del 7 de octubre de 1541. El curioso aspecto fálico-eyaculante del volcán Misti y la sangre del fondo de la enseña brillaron por su ausencia cuando sin dar batalla, de manera vergonzosa, Arequipa se rindió al enemigo chileno el 29 de octubre de 1883.
En la Arequipa de fines de octubre de 1883, invadida por los genocidas chilenos, los leones rampantes y linguados representados en el escudo ,supuestamente los guardianes del Misti, estuvieron ausentes. No aparecieron. Se derramó sangre peruana ,mas de cien muertos, baleados por otros peruanos, pero no la sangre que debió haber corrido que era la de los invasores que mellaron su suelo.
Ilustración No. 4
Escudo de Armas de Arequipa otorgado a la ciudad por Carlos V de España, mediante Real Cédula fechada en Fuenzalida el 7 de octubre de 1541.
1. LA TRAICIÓN DE AREQUIPA
Arequipa en los últimos días de octubre de 1883 escribió uno de los momentos más vergonzantes de su historia y, por ende, de la historia del Perú. Se acercaba a ella el ejército de una potencia extranjera. Arequipa no era atacada por Nicolás de Piérola; tampoco intentaba asaltarla el Vicepresidente Montero o el general Cáceres. Arequipa estaba en la mira de los invasores chilenos.
Se puede estar o no de acuerdo con Piérola, con Montero, o con Cáceres pero, en las circunstancias de Arequipa y frente al avance del enemigo del Perú, ¿cuál era la amenaza mayor?
Para los ciudadanos con noción de patria, el enemigo principal en octubre de 1883, como en diciembre de 1879, como en enero de 1881, eran los invasores chilenos. Contra los genocidas de Chorrillos, Barranco y Miraflores, contra los repasadores de heridos, contra los saqueadores de Lima, Trujillo, Ancash y Lambayeque, contra los enemigos que apresaron al presidente arequipeño García Calderón y lo llevaron como un vulgar reo al destierro en Chile, la heroica Arequipa, ciudad de blasones, escudos y banderas, no hizo nada.
Tenía la capital del Misti una batería de cañones Krupp y otros cañones de construcción propia, haciendo un total de treinta piezas; tenía ocho mil rifles; tenía ametralladoras y dos millones de balas. Lo que faltó a Arequipa, además de visión histórica, fueron algunos miles de ciudadanos decididos a enfrentarse al enemigo. A la hora de la verdad, sólo una minoría aceptó el desafío de los genocidas sureños. En ese sector patriota no estuvo incluida la Guardia Nacional de Arequipa ,que se negó a combatir a los chilenos, y tampoco lo estuvo la mayoría de la población arequipeña, que se escudó en la decisión de la clase dirigente y de la mayoría del vecindario de no dar batalla al invasor en la Ciudad Blanca.
Ni hombres ni armas enfrentaron al enemigo chileno. Por el contrario, lo terrible de la Ciudad Blanca en octubre de 1883 es que unos y otros se levantaron no contra el invasor sino contra el Gobierno Provisorio de García Calderón ,el presidente arequipeño deportado en Chile,, apuntaron contra el Vicepresidente Montero y segaron la vida de oficiales y soldados peruanos por el delito de intentar mantener el enfrentamiento contra el enemigo mientras éste no aceptase una paz sin cesión territorial.
Por supuesto, se sabe qué clase de pendenciero era Lizardo Montero. Considerado erróneamente como un As de la Marina Peruana, Montero fue un vivo de la vida metido en política (fue candidato presidencial contra Mariano Ignacio Prado en 1875). Como marino no valía gran cosa. Por ello no estuvo al mando de ningún buque de guerra importante durante el conflicto con Chile. Como "general" carecía de preparación, conocimientos y experiencia militar, a no ser que se califique como tal su participación en asonadas, sediciones y disturbios. Quizá deba respetársele por su actuación en la Batalla del Alto de la Alianza, pero ahí paramos de contar.
Montero era un político tradicional peruano, no inclinado a arriesgar el pellejo. Para describirlo debe recordarse que Montero es el jefe que abandonó a Bolognesi en Arica, encargándole hacer volar la plaza para que sirviera de ejemplo al Perú. La acción de Montero es similar a la de su colega, supuesto As de la Marina Peruana, el buscador de figuración Aurelio García y García ,apodado Aurelio Corría y Corría, otro marino metido a político, al que la Historia recuerda por haber dejado solo a Grau en Angamos. García y García no volvería a comandar un buque de guerra del Perú; continuando con su carrera política se convirtió en el principal ministro de Piérola.
Así que no se está escudando a la persona de Montero. Lo que se defiende es el rol de Montero como representante del Gobierno alternativo al del traidor Iglesias. La inconsciente Arequipa se dio el gusto de derrocar al régimen que luchaba contra Chile y del cual Cáceres era segundo vicepresidente. Con el golpe de estado del 25 de octubre de 1883, Arequipa le hizo el más grande favor a Chile y al régimen títere del regenerador de Montán.
Volvamos al avance chileno sobre Arequipa. Ayudado y orientado por guías peruanos, y con militares peruanos adjuntos que cumplían encargo del traidor Iglesias, el ejército invasor transitó por Moquegua, sin oposición, y llegó a las puertas de la Ciudad Blanca.
Es allí donde el enemigo contó con el apoyo de los coroneles arequipeños Llosa ,Francisco y Germán Llosa Abril,que abandonaron sus posiciones en Huasacache y dejaron pasar a los chilenos por Puquina con rumbo a Arequipa, sin enfrentarlos, aduciendo que no sabían qué hacer, que no tenían órdenes específicas, que les habían cambiado las municiones, que eran muy pocos para enfrentar a los mil trescientos invasores, que ellos sólo eran coroneles del ejército de línea pero tenían pocas décadas de "experiencia", etc.
En Huasacache y Puquina no hubo Bolognesis, Alfonsos Ugartes, ni Justos Arias. Ahí hubo Llosas, que es exactamente lo contrario a Bolognesi, Alfonso Ugarte o Justo Arias. Ahí hubo Llosas que superaron dialécticamente las cobardías de Segundo Leiva y Agustín Belaúnde, coroneles de papel que abandonaron a Bolognesi en Arica, no acudiendo en su apoyo o simplemente desertando sus funciones.
Sin embargo, el golpe decisivo contra el Gobierno Provisorio fue iniciado por otro Llosa arequipeño ,el coronel "cívico" de Guardias Nacionales Luis Llosa Abril, que sublevó a su Batallón No. 7. Con el ejemplo del batallón de Llosa, los demás cuerpos de la invencible Guardia Nacional arequipeña se levantaron contra el gobierno de García Calderón-Montero. Contra ese régimen dispararon, que era el gobierno al que respondía Cáceres, y a ese Gobierno le mataron varios oficiales y soldados.
Los chilenos estuvieron felices que menos de una semana después de la firma del Tratado de Ancón, el Gobierno peruano que no aceptaba ser instrumento de Chile y que rechazaba las condiciones de la paz chilena había dejado de existir por obra del golpe de estado de Arequipa.
Ilustración No. 5
Francisco García-Calderón Landa, Presidente del Gobierno Provisorio del Perú elegido el 12 de marzo de 1881.
García-Calderón se negó a ceder territorio a los genocidas chilenos, por lo cual fue apresado y remitido a Chile como vulgar reo. Los enemigos del Perú lo mantuvieron preso en Valparaíso, Rancagua y Santiago, en indignas condiciones, entre fines de 1881 y 1884.
Francisco García-Calderón Landa nació en Arequipa, ciudad que derrocó su gobierno tras el levantamiento del 25-26 de octubre de 1883.
Ilustración No. 6
Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
2. ANTECEDENTES
2.1 Alarma espantosa, pánico, y desaliento en Arequipa
Los siguientes testimonios y extractos periodísticos proporcionan una idea acerca del ambiente depresivo que se vivía en la Ciudad Blanca días antes de la presencia en la zona de los invasores chilenos. El miedo se había generalizado entre la población debido al número superior de los asaltantes, a sus tendencias genocidas y a las prácticas del saqueo, destrucción, asesinatos y violaciones que cometían tras las batallas.
Texto No. 1
"Alarma espantosa" ante la aproximación de los genocidas
Arequipa, 17 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 353)
Texto No. 2
"Horribles momentos de pánico" en Arequipa
Arequipa, 17 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 353)
Texto No. 3
"Gran desaliento" ante el regreso a Arequipa de las tropas peruanas enviadas a Moquegua y que no enfrentaron al ejército chileno en esa ciudad
Arequipa, 13 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 352)
Texto No. 4
Los que pudieron hacerlo fugaron ("emigraron") de Arequipa
Arequipa, 13 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 352)
Ilustración No. 7
Volcán Misti, Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
2.2 Importantes sectores de la población se muestran reacios a combatir
La siguiente proclama circuló en Arequipa el 27 de septiembre de 1883, es decir un mes y dos días antes de la capitulación de la Ciudad Blanca. El 28 de septiembre de 1883 fue publicada en su integridad en la portada del periódico arequipeño La Bolsa.
El documento evidencia tres hechos que caracterizaban el ambiente político de Arequipa a la llegada de los invasores chilenos.
El primero de ellos es la existencia de un sector importante de Arequipa, constituído mayormente por los grupos comerciales y acomodados de la población, que se sabía no presentarían batalla en defensa de la ciudad. Es a ellos ,y también a los indecisos, a quienes la proclama intenta convencer, provocándolos a luchar planteando la interrogante "¿Os dejaréis conquistar?".
El segundo es la generalización del miedo en sectores de la población arequipeña. Es por ello que la proclama llama a la ciudadanía a esperar con el arma al brazo, sin temor ni jactancia. Recuerda que los arequipeños nunca contaron el número de sus enemigos y que, en la ocasión, deben luchar como siempre, con fe en la causa y "con el denuedo de los pasados tiempos".
Una expresión de ambos factores ,la renuencia a presentar batalla a los invasores chilenos y el miedo a ellos, es el acuerdo aprobado unanimemente por el Concejo Provincial de Arequipa en Junta General realizada el 24 de octubre de 1883. En dicho acuerdo se solicitó al Vicepresidente Montero que evite que el eventual combate con los invasores tuviera lugar en la ciudad de Arequipa "para evitar las terribles consecuencias que esto pudiera acarrear a la población". Montero contestó a la comisión del Concejo Provincial que lo visitó para hacerle conocer el acuerdo que "comprometería la ciudad si tal cosa fuera necesaria para defender la dignidad y la honra del Perú". La comisión fue presidida por Diego Butrón, Teniente Alcalde del Concejo Provincial de Arequipa, quien, al día siguiente, sería asesinado por desconocidos que lo abalearon acusándolo de cobardía y traición.
Finalmente, puede notarse que a pesar de tener una población de treinta mil habitantes, el número de posibles defensores de Arequipa era menor al de las huestes enemigas, hecho que demuestra la falta de preparación del Perú, su desorganización interna y la inferior calidad de sus gobernantes. Esto debe hacer recapacitar a aquellos que, el día de hoy, se oponen a que todos los peruanos en edad de tomar las armas ,y no solamente los más pobres, se preparen militarmente para la defensa nacional.
Texto No. 5
¡Arequipeños, Salvad a la Patria!
Hoja suelta de autor anónimo llamando a la defensa de Arequipa frente al invasor chileno
(Ahumada 1891, VIII: 351)
2.3 Informes de la diplomacia norteamericana
Una comunicación del Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Estados Unidos en Lima, Seth Ledyard Phelps, al Secretario de Estado Frelinghuysen, fechada el 13 de octubre de 1883, proporciona valiosa información sobre la situación política en Arequipa el mes anterior a su rendición al enemigo chileno (United States Department of State 1884, 721-722).
El informe del Embajador Phelps da cuenta de la visita y actividades del diplomático Richard Gibbs en Arequipa, ciudad a la que llegó el 27 de septiembre de 1883, es decir un mes y dos días antes de la capitulación de la Ciudad Blanca. Gibbs acababa de ser nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Estados Unidos en La Paz y viajaba a Bolivia a hacerse cargo de la Legación en el Altiplano.
Texto No. 6
Extracto de la comunicación del Embajador Phelps al Secretario de Estado Frelinghuysen
13 de octubre de 1883
(United States Department of State 1884, 722)
El Ministro Phelps informa sobre los hallazgos hechos en Arequipa, un mes antes de su rendición, por el experimentado diplomático estadounidense Richard Gibbs.
Traducción del extracto de la comunicación del Embajador Phelps al Secretario de Estado Frelinghuysen, 13 de octubre de 1883
"El señor [Richard] Gibbs llegó a Arequipa el 27 último [27 de septiembre de 1883] y partió a La Paz el 5 [de octubre de 1883]. Tuvo entrevistas con autoridades del Gobierno [Provisorio] y con otros, y [el Vicepresidente] Montero desayunó con él. Éste le expresó su intención de enfrentarse al ejército chileno que avanzaba contra él y le indicó que el general Cáceres contaba con una fuerza superior a la que tuvo antes de la batalla de Huamachuco.
Las masas en Arequipa están cansadas de la guerra y quieren la paz. Están desesperanzadas ,dijo Gibbs, con respecto al futuro, y, a su juicio, se producirá un grave deterioro a menos que el pueblo de Arequipa se deshaga de Montero...
El señor Gibbs fue informado que tropas bolivianas estaban desplazándose en ayuda de Arequipa y que los peruanos aquí dan la historia por cierta. No le doy mucho crédito, ni tampoco creo que Montero lleve las cosas a pensar en una batalla".
Las "cansadas masas" de Arequipa
Gibbs constató que "las masas en Arequipa están cansadas de la guerra y quieren la paz". Por supuesto, la pregunta que surge es quienes componían para Gibbs las "masas" arequipeñas. Obviamente, las "masas" no están constituidas por el pueblo pobre ,con quien Gibbs no habló, sino por los representantes de la clase dominante arequipeña, es decir los comerciantes cuyos negocios habían entrado en crisis a raíz del conflicto bélico y por ello se confesaban "cansados de la guerra". El "cansancio" era económico y no de sangre y destrucción, porque Arequipa no fue objeto de los actos genocidas y el saqueo que circunscripciones como Lima, Trujillo, Chiclayo, Cajamarca, y otras poblaciones sufrieron a manos de los invasores chilenos.
Tras reflexionar sobre quiénes conformaban las "cansadas masas" de Arequipa, el lector puede explicarse quiénes estaban detrás de la vergonzosa capitulación de Arequipa, tramada por la "cansada primera clase" de la Ciudad Blanca.
Versiones sobre el inminente derrocamiento del Gobierno Provisorio
Gibbs hizo conocer una segunda reflexión respecto a Arequipa, relacionada con el derrocamiento del Gobierno Provisorio. Indicó que estaba por producirse en la Ciudad del Misti "un grave deterioro a menos que el pueblo de Arequipa se deshaga de Montero".
¿Cómo se enteró el diplomático Gibbs del posible "grave deterioro" de Arequipa? No debe olvidarse que entre los "otros" con quienes Gibbs se entrevistó durante su visita estuvieron las autoridades del Concejo Provincial de Arequipa y Alejandro Hartley, agente consular de Estados Unidos en la Ciudad Blanca. A través de ellos, Gibbs debió recibir información que venía preparándose el derrocamiento de Montero. El golpe de estado, impulsado por agentes de Iglesias, era apoyado por la burguesía exportadora arequipeña dispuesta a deshacerse del Gobierno Provisorio. En opinión de los conspiradores, al no aceptar el desmembramiento territorial del Perú, Montero era un obstáculo para el logro de la paz y un peligro para el comercio de Arequipa.
Sin lugar a dudas, los grandes y medianos comerciantes arequipeños ,en especial los exportadores, apoyaban la paz chilena y no tenían inconveniente en ceder a Chile todos los territorios peruanos que exigiese. Por lo menos, desde dos meses antes de su vergonzosa rendición, circulaban intensos rumores en Arequipa sobre un inminente golpe de estado contra el Gobierno Provisorio García Calderón-Montero-Cáceres. Según el Presidente del Consejo de Ministros Mariano Nicanor Valcárcel, secundaban a los colaboracionistas arequipeños "algunos enemigos del orden constitucional... que acechaban el momento de turbar la tranquilidad pública" y que pagaron "con ingratitud la confiada generosidad del General Montero, que se negó a tomar medidas contra ellos" (Ahumada 1891, VIII: 363).
Así también lo reconoció el informe fechado el 13 de septiembre de 1883 por el Embajador Phelps y remitido al Secretario de Estado Frelinghuysen. Escribió Phelps en esa oportunidad que el descontento en Arequipa era evidente y que la revolución estaba allí a la orden del día:
Texto No. 7
Extracto de la comunicación del Embajador Phelps al Secretario de Estado Frelinghuysen, 13 de septiembre de 1883
(United States Department of State 1884, 714)
Veinte días después, el 3 de octubre de 1883, el Embajador Phelps reiteró su observación acerca del alineamiento de la clase dominante arequipeña con la paz chilena: "El delegado enviado por Montero para tratar con Iglesias llegará aquí [a Lima] y presenciará los enérgicos preparativos que se hacen para un ataque contra Arequipa. Se presume que el pueblo de aquella ciudad [Arequipa], al saber esto, se sublevará, si Montero lo hace necesario, pues el sentimiento allí es indudablemente muy pronunciado en favor de la paz, al paso que se habla de mucho descontento a causa de la conducta de Montero".
¿Cuáles eran los preparativos chilenos para capturar Arequipa y cuál era la conducta de Montero que molestaba a los comerciantes y empresarios arequipeños defensores de la paz chilena? Phelps los describió en la misma comunicación: "Los preparativos [en Lima] se encuentran tan avanzados para el movimiento contra Arequipa que la división encargada de desembarcar cerca de Mollendo partirá hoy del Callao. La fuerza total consistirá de cerca de nueve mil hombres, desplazándose en tres columnas, pero se anticipa que no será necesario dar batalla, ni tampoco es el propósito llegar a ese extremo, a menos que la actitud de Montero haga el ataque inevitable".
Es a través de esta comunicación del ministro norteamericano que es posible captar el descontento de la burguesía arequipeña con la decisión del Gobierno Provisorio de defender Arequipa del avance de los genocidas chilenos. Si Montero persistía en dicha actitud sería necesario prescindir de él y del Gobierno Provisorio en su conjunto. Exactamente, ése fue el objetivo de la sublevación-golpe de estado del 25 de octubre de 1883 contra el Gobierno Provisorio y de la rendición de Arequipa sin combatir al enemigo chileno.
Texto No. 8
Extracto de la comunicación del Embajador Phelps al Secretario de Estado Frelinghuysen, 3 de octubre de 1883
(United States Department of State 1884, 717)
Digresión sobre el Vicepresidente Montero
Por haber sido Embajador en el Perú entre 1875 y 1879, el señor Gibbs conocía al Vicepresidente Montero y a varios de los actores de la escena política que se encontraban en Arequipa en septiembre de 1883. En particular, el Ministro estadounidense conocía las inclinaciones de Montero a participar en los cubileteos y negociaciones de la política criolla peruana.
Gibbs nunca fue engañado por las versiones propagandísticas que presentaban a Montero como uno de los Cuatro Ases de la Marina Peruana. Él sabía que semejante lugar común era falso y que antes que marino o militar, Montero era sólo un miembro ambicioso más de la clase política peruana. Si bien nominalmente Montero ostentaba el rango de Contralmirante de la Armada, Gibbs no olvidaba que recibió ese despacho de manos del presidente Manuel Pardo, de cuyo Partido Civil Montero fue fundador.
Gibbs también recordaba que años atrás Montero había sido senador por Piura, y que llegó inclusive a ser candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 1875, ganadas democráticamente a balazos por su opositor circunstancial, Mariano Ignacio Prado.
De manera que Gibbs conocía bien al Vicepresidente Montero, ese extraño contralmirante alérgico al mar, que no navegaba en buques de guerra y que no tenía mayores conocimientos militares. Es por eso que informa al Embajador Phelps que él dudaba que Montero llevara las cosas "a pensar en una batalla".
Sin embargo, como ya se indicó líneas arriba, también opinaba que existía el riesgo que la Ciudad Blanca sufriera "un grave deterioro a menos que el pueblo de Arequipa se deshaga de Montero". Gibbs sabía que los chilenos no tendrían escrúpulos en repetir en Arequipa los actos genocidas y de destrucción de Chorrillos, Barranco y Miraflores, con el objetivo de eliminar al Gobierno Provisorio de García Calderón-Montero-Cáceres, principal obstáculo para el reconocimiento del régimen de Iglesias y su tratado de paz con cesión territorial.
2.4 Nueva proclama llamando a las armas
El mensaje Arequipa ¡Redime al Perú! circuló en Arequipa el 17 de octubre de 1883, doce días antes de la rendición de la ciudad a los chilenos.
Este nuevo documento confirma la existencia de un amplio sector de la ciudadanía que no tomaría las armas para defender Arequipa. Es a esta gente ,y también a los indecisos, a quienes la proclama intenta convencer, cuando escribe: "¿Quién es el hijo del Misti capaz de presenciar con vida, la deshonra de su patria y de su hogar?... Los verdaderos hijos del Misti, al campo, a morir como hombres, y sobre todo, como arequipeños".
Desafortunadamente para el Perú, la conducta de la mayoría de los pobladores de Arequipa a fines de octubre de 1883 demostró que la Ciudad Blanca no estaba habitada por "verdaderos hijos del Misti".
Texto No. 9
Arequipa ¡Redime al Perú!
Hoja suelta de autor anónimo llamando a la defensa de Arequipa frente al invasor chileno
(Ahumada 1891, VIII: 351-352)
2.5 Enemigo chileno reconoce la necesidad de derrocar al Gobierno Provisorio de Arequipa
El 20 de octubre de 1883, ocho días antes de la rendición de Arequipa, se rubricó en Lima la paz chilena establecida por el Tratado de Ancón. El documento fue suscrito por el gobierno del felón Miguel Iglesias, uno de los dos gobiernos que tenía Perú en ese momento. El Gobierno Provisorio del Perú de García Calderón-Montero-Cáceres, con sede en Arequipa, no aceptó el tratado. Mientras existiera dicho Gobierno Provisorio, Perú podría invocar que el gobierno colaboracionista de Iglesias era un mero títere de Chile y que no representaba realmente a la nación, que el gobierno legítimo era el que tenía su sede en Arequipa, y que el Tratado de Ancón era un mero papel mojado en tinta.
El enemigo chileno mediante su principal negociador Jovino Novoa, percibió este grave problema y concluyó que para evitarlo sería indispensable que el gobierno títere del "regenerador" Iglesias destruyera al Gobierno Provisorio con sede en Arequipa. No obstante, el enemigo chileno no estaba seguro qure Iglesias tuviera la capacidad para desestabilizar y derrocar al Gobierno Provisorio. Asi lo describió el historiador chileno Gonzalo Bulnes (III: 536)
Texto No. 10
El negociador chileno Jovino Novoa estaba preocupado por la posible continuidad del Gobierno Provisorio con sede en Arequipa.
(Bulnes III: 535-536)
2.6 Iglesias satisface al amo chileno y pide a los líderes, pueblo y ejército de Arequipa no combatir al invasor
Las preocupaciones de Chile, expresadas por su negociador Jovino Novoa, fueron atendidas por el régimen "regenerador".
Inicialmente, el 13 de septiembre de 1883, llegó a Arequipa una comisión de políticos civilistas enviada por el gobierno colaboracionista del traidor Miguel Iglesias e integrada por los abogados Miguel Antonio de la Lama y Aurelio Denegri. Se entrevistaron con el Vicepresidente Montero ,recuérdese, uno de los fundadores del Partido Civil, y le entregaron un acta firmada por miembros de las familias acomodadas de Lima. En el documento, los oligarcas de la capital expresaron su apoyo al gobierno colaboracionista del felón Iglesias, pidieron a Montero que el Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa dejase de actuar como tal, le solicitaron que reconociese a Iglesias como presidente de la nación, y que no estorbase el proceso de la paz con desmembramiento territorial del Perú, es decir la paz chilena [que se firmaría un mes y siete después, el 20 de octubre de 1883, en el denominado Tratado de Ancón].
Los objetivos de la anterior comisión fueron impulsados por "los trabajos de los agentes del coronel Iglesias" (González 1903, 198) entre los miembros de la clase dominante de Arequipa y entre los comandantes de la Guardia Nacional .
Finalmente, las acciones de sabotaje contra el Gobierno Provisorio fueron reforzadas con una proclama derrotista enviada por el traidor Iglesias el 23 de octubre de 1883. En ella solicitó a los arequipeños "deponer las armas... que no se derrame una gota más de sangre en aras de una defensa imposible, de una obcecación criminal".
Texto No. 11
Mensaje derrotista de Iglesias en que pidió a los arequipeños "deponer las armas... que no se derrame una gota más de sangre en aras de una defensa imposible, de una obcecación criminal"
(Ahumada 1891, VIII: 387)
Texto No. 12
El diario Correio Paulistano, de Sao Paulo, Brasil, en su edición 8133 del miércoles 26 de septiembre de 1883, informó sobre la misión encargada por Iglesias a los civilistas Miguel Antonio de la Lama y Aurelio Denegri.
Las autoridades municipales de la Ciudad Blanca, henchidas de fervor patriótico, cumplieron la orden chilena transmitida por el títere Iglesias y entregaron su ciudad, sin combatir. Los líderes y altos oficiales arequipeños se negaron a usar contra los invasores los ocho mil rifles, los dos millones de municiones, y la batería de cañones Krupp que habían podido juntarse para la defensa. Armas habían. Lo que faltó a los dirigentes y militares arequipeños fue lo que a Cáceres le sobraba: sentido de peruanidad, valor y entereza para enfrentar al enemigo (Ahumada 1891, VIII: 431).
El enemigo en su avance sobre Arequipa se encontraba acompañado de militares peruanos que obedecían al régimen del traidor Iglesias. El colaboracionismo del gobierno iglesista con el enemigo era tan conocido, que inclusive en Bolivia se informó sobre las actividades de los traidores. Así, el diario Deber de La Paz, Bolivia, en su edición del 4 de octubre de 1883, hizo saber que un coronel peruano de nombre Juan G. Mercado y otros oficiales peruanos acompañaban al ejército chileno como representantes del gobierno "regenerador" de Iglesias.
Texto No. 13
Diario boliviano Deber informa sobre el colaboracionismo del gobierno iglesista con el enemigo chileno
(Muñiz 1909, 465)
En sus desplazamientos hacia Arequipa, el ejército chileno también recibió la cooperación de baquianos nativos de la zona, es decir guías prácticos que orientaron a las tropas genocidas por los caminos, trochas y atajos de Moquegua y Arequipa. El coronel chileno Velásquez reconoció que se eligió el camino para el acercamiento a las alturas de Huasacache gracias a "datos proporcionados por baquianos" (Ahumada 1891, VIII: 359). El corresponsal de El Mercurio informó sobre el rol cumplido por estos guías, reclutados para el servicio del enemigo chileno por el traidor iglesista, coronel Juan G. Mercado. Uno de ellos fue el que describió el camino que finalmente seguirían las tropas chilenas para alcanzar los altos de Huasacache (Ahumada 1891, VIII: 370).
Texto No. 14
Corresponsal de El Mercurio informa sobre guías peruanos que orientaron el avance del enemigo chileno
(Ahumada 1891, VIII: 370)
Ilustración No. 8
Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
3. RECURSOS PARA LA DEFENSA DE AREQUIPA
Estimación aproximada de efectivos
Infantería: Un batallón se compone de seis compañías y 378 efectivos; una compañía se integra con 63 soldados.
Caballería: Un regimiento se compone de 200 plazas.
Artillería: Una brigada se compone de 140 efectivos; sirve a siete piezas de artillería; cada pieza de artillería es servida por 20 efectivos.
3.1 Ejército de línea (tropas del ejército regular al mando de oficiales arequipeños)
Infantería (6 batallones): Constitución No. 6 (Coronel Francisco Llosa Abril); Grau No. 3 (Coronel Germán Llosa Abril); Bolognesi No. 5 (Coronel Julio Jiménez); General Pérez No. 7 (Coronel Ignacio Somocurcio); Ayacucho No. 1 (Coronel Nicanor Ruiz de Somocurcio); Dos de Mayo Legión Peruana No. 2 (Coronel Juan Manuel Raygada).
Caballería (2 escuadrones): Escolta de Su Excelencia (Coronel Simón Soyer); Húsares de Junín (Comandante Gómez).
Artillería (4 brigadas): Comandante Caballero.
3.2 Guardia Nacional de Arequipa (fuerzas cívicas, representantes del pueblo armado de Arequipa)
Infantería (8 batallones): 2, 3, 4, 6, 7, 9, Inmortales de Salaverry No. 8, Yanahuara No. 10, Batallón No. 7 (Coronel Luis Llosa Abril).
Caballería (3 escuadrones): Escuadrón Paucarpata, Escuadrón Socabaya, Regimiento de Caballería No. 2.
3.3 Armamento
Fue Jorge Basadre quien registró para la Historia que el armamento con que contaban las tropas peruanas en Arequipa en octubre de 1883 "no era escaso" (Basadre 1968-70, VIII: 465).
Contrariamente a lo que pudieran creer algunos, los supuestos defensores de Arequipa estaban premunidos de material de guerra que había sido "proporcionado desde Bolivia, gracias a la acción del ministro [peruano] Manuel María del Valle y a la buena voluntad del gobierno de [Narciso] Campero" (Basadre 1968-70, VIII: 466). En carta de la Legación del Perú en Bolivia, del 29 de octubre de 1883, el embajador peruano Del Valle recordó que en dos años, entre 1881 y 1883, "pudo esta Legación trasladar a Arequipa ocho mil rifles, dos millones de municiones, una batería máxima de cañones Krupp, sables, mulas para las brigadas del ejército, más de cien mil varas de tela para uniformar a los soldados y vestir a los guardias nacionales, calzado y hasta recursos pecuniarios, en la cantidad en que éstos era posible obtenerlos del Gobierno aliado [Bolivia]" (Ahumada 1891, VIII: 364).
Ilustración No. 9
Manuel María del Valle, Envíado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú en Bolivia desde 1881
Acreditado por el Gobierno de Montero, Manuel María del Valle obtuvo del presidente boliviano Narciso Campero el envío a Arequipa de importantes cantidades de armamento, incluyendo una batería de cañones Krupp.
Ilustración No. 10
General Narciso Campero, Presidente de Bolivia entre 1880 y 1884
Apoyó al Perú, aliado de Bolivia, enviando cañones Krupp, ametralladoras, rifles y balas que los arequipeños se negaron a usar contra el enemigo chileno.
Ilustración No. 11
Mapa de la zona limítrofe entre Moquegua y Arequipa mostrando la ubicación de Puquina, llave de acceso a Arequipa
Se aprecia las localidades de Moromoro, Omate, Conlaque, Chacahuayo, y Puquina, tomadas progresivamente por el enemigo chileno sin resistencia peruana.
Mapa de Mariano Felipe Paz-Soldán
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4. COBARDÍA, TRAICIÓN Y FUGA DE LOS CORONELES AREQUIPEÑOS LLOSA
Si Arequipa no se enfrentó a los chilenos, en octubre de 1883, fue porque los coroneles Llosa y otros líderes militares y civiles arequipeños se negaron a hacerlo.
En octubre de 1883, Arequipa no combatió al enemigo chileno porque sus líderes militares y civiles decidieron no hacerlo. Dos coroneles arequipeños del ejército de línea, Francisco y Germán Llosa Abril, comandantes de los batallones Constitución y Grau, se acobardaron en Huasacache, desertaron las posiciones que debieron haber defendido y dejaron pasar al enemigo libremente con rumbo a Arequipa.
Encontrándose los genocidas chilenos a pocas leguas del Misti, un tercer hermano Llosa, también coronel pero esta vez "cívico", don Luis Llosa Abril, político arequipeño y comandante del Batallón No. 7 de la Guardia Nacional, no partió de la Ciudad Blanca a enfrentarse al invasor, en lo que debió haber sido la Batalla de Arequipa. Por el contrario, inició la sublevación contra el Gobierno de García Calderón-Montero-Cáceres. Ante la rebelión, Montero abandonó Arequipa, dejando en ella al grueso de los batallones de línea que se negaron a acompañarlo. Por supuesto, también permanecieron en la ciudad los sublevados batallones de la Guardia Nacional arequipeña.
Así que ya es hora de dejar de repetir la trillada y falsa racionalización, hecha por el Alcalde prochileno Armando de la Fuente, y por Rosendo Albino Zevallos ,otro de los que firmó la capitulación de la ciudad, en el sentido que la heroica e invencible Arequipa quiso pelear pero fue abandonada por el malvado Gobierno de Montero, encargado de defenderla. Esa versión no puede sustentarse objetivamente; no resiste ningún análisis. Montero salió de Arequipa acompañado por su escolta, a cargo del coronel Simón Soyer. Con esa única excepción, los batallones del ejército de línea (Constitución, Grau, Bolognesi, Ayacucho, etc.), los Húsares de Junín, las cuatro brigadas de Artillería, los ocho batallones de la Guardia Nacional de Arequipa (No. 2, No. 3, No. 4, No. 6, No. 7, No. 9, Inmortales de Salavcrry No. 8, Yanahuara No. 10) y los tres escuadrones de caballería (Regimiento de Caballería No. 2, Escuadrón Paucarpata y Escuadrón Socabaya) permanecieron en Arequipa. De manera que si los cabecillas de la sublevación ,con los coroneles arequipeños Llosa Abril a la cabeza, hubieran querido realmente enfrentarse a los invasores, hubieran podido hacerlo.
Sin embargo, los Llosa y las fuerzas militares existentes en Arequipa no combatieron. No lo hicieron porque su objetivo político, real, fue derrocar al régimen que era un obstáculo para la paz chilena y que se negaba a aceptar la cesión territorial. Fue por esta razón que los valientes golpistas arequipeños, que pasearon la ciudad la tarde y la noche del 25 de octubre, disparando sus fusiles profusamente contra otros peruanos, cambiaron la pólvora por flores e incienso para recibir al enemigo chileno.
No hay mayor "media verdad" que la historia oculta, brumosa e incompleta ,en una palabra historia cocinada, de la rendición de Arequipa en octubre de 1883.
4.1 Fuga de los coroneles arequipeños Francisco y Germán Llosa de las alturas de Huasacache
El 23 de octubre de 1883, atemorizados por el avance del invasor chileno, los hermanos Francisco y Germán Llosa Abril, coroneles del ejército de línea al mando de los batallones Constitución No. 6 y Grau No. 3, abandonaron las posiciones que se les había encargado defender en las alturas de Huasacache y permitieron el paso del enemigo hacia Arequipa, vía Puquina. Como resultado de su deserción, los Llosa salvaron el pellejo y determinaron en la práctica que la Ciudad Blanca se entregara sin combatir.
En noviembre de 1883, a sólo cinco semanas de estos hechos, Rosendo Albino Zevallos, vecino notable de Arequipa, publicó un opúsculo con el título Notas para la Historia. Acontecimientos de los días 24, 25, 26, 27, 28 y 29 de octubre de 1883. R. A. Zevallos ,como gustaba firmar, fue uno de los ciudadanos opuesto a resistir al enemigo. Fue también uno de los orgullosos residentes que suscribió y entregó la rendición de la ciudad al invasor chileno.
En el mencionado documento Zevallos relató la fuga frente al enemigo de los batallones a los que se había encomendado defender las posiciones de Huasacache y Jamata. Zevallos recogió la versión chilena de Ricardo González y González, aparecida el 14 de noviembre de 1883 en el diario El Tacora, que se publicaba en la ciudad de Tacna. Si bien es cierto la fuente es chilena, el hecho que Zevallos la use en su propio folleto indica que la crónica reflejó aceptablemente lo sucedido el 23 de octubre de 1883.
Para una mejor comprensión de los hechos, debe recordarse que desde la tarde del 18 de octubre de 1883, las fuerzas peruanas habían ocupado las alturas de Jamata y Huasacache. El batallón Ayacucho No. 1 tomó posiciones en las alturas de Jamata, en tanto que el batallón Constitución No. 6, comandado por el coronel Francisco Llosa, se instaló en las alturas de Huasacache. La distancia que los separaba era de cuatro leguas (es decir cuatro horas de camino). Entre Jamata y Huasacache, a legua y media del batallón Constitución No. 6 (a hora y media de camino), se colocó el batallón Grau No. 3 al mando del coronel Germán Llosa. El batallón de Guardias Nacionales Yanahuara No. 10 quedó resguardando el portillo de Chacahuayo. En ese mismo lugar acampó el batallón Bolognesi No. 5.
Cuadro No. 2
Distancias aproximadas entre las principales localidades
involucradas en la rendición de Arequipa
En leguas y kilómetros (*)
De Arequipa a Paucarpata 1 legua / 6 kilómetros
De Arequipa a Mollebaya 3 leguas / 17 kilómetros
De Arequipa a Pocsi 7 leguas / 39 kilómetros
De Pocsi a Puquina 7 leguas / 39 kilómetros
De Arequipa a Puquina 14 leguas / 78 kilómetros
De Puquina a Chacahuayo 1 legua / 6 kilómetros
De Chacahuayo a Tambo 4 leguas / 22 kilómetros
De Tambo a Pocsi 2 leguas / 11 kilómetros
De Puquina a Huasacache 7 leguas / 39 kilómetros
De Jamata a Huasacache 4 leguas / 22 kilómetros
De Huasacache a Quequezana 2 leguas / 11 kilómetros
De Moromoro a Omate 2 leguas / 11 kilómetros
De Omate a Conlaque 1 legua / 6 kilómetros
De Omate a Huasacache 2 leguas / 11 kilómetros
(*) La legua es una medida itineraria definida por el camino que regularmente se anda en una hora, y que en el antiguo sistema español equivale aproximadamente a 5,572.7 metros. Esta equivalencia varía según los países y regiones.
Aceptando como fidedigno el relato de González y González, Zevallos indicó que al ver a los genocidas chilenos, "el sobresalto y el terror" se apoderaron de los defensores peruanos. Precisa el documento que "las posiciones peruanas quedaron en un momento abandonadas. La llave de Arequipa había sido arrojada pavorosamente a las plantas de los invasores por los que la tenían confiada a su guarda, y desde aquel momento, el problema de la situación quedó resuelto en favor de las armas de Chile... Los cañones que guardaban la cumbre habían sido abandonados en el mismo sitio... Los enemigos se divisaban a la distancia retirándose con una prisa inconveniente a la reputación militar arequipeña y dejando en su trayecto sembrado el campo de artículos de vestuario, equipo, parque, etc. Su rumbo de fuga era por el camino que conduce a Puquina y a Arequipa".
Zevallos no mencionó en ningún momento los nombres de los comandantes de los batallones que fugaron de las alturas de Huasacache, precipitando la caída de Arequipa, extraño olvido para un autor que recordaba muy bien el nombre de otros, por ejemplo cuando se trataba de juzgar la conducta del Vicepresidente Montero. (Obviamente, el puneño migrante Zevallos no quiso enemistarse con la familia Llosa, cuyo apellido en la Ciudad Blanca tiene orígenes coloniales).
Frente al testimonio del comportamiento pusilánime de los coroneles Llosa, ofrecido por González y González y repetido por Zevallos, sólo queda exclamar, con perdón de los lectores: ¡Qué vergüenza, carajo! ¡Qué vergüenza!
Texto No. 15
Notas para la Historia, obra del vecino notable de Arequipa Rosendo Albino Zevallos
(Zevallos 1883, 1)
El opúsculo describió los hechos vinculados con la capitulación de la Ciudad Blanca el 29 de octubre de 1883. Sin mencionar sus apellidos, también relató la fuga de los coroneles arequipeños Llosa de Huasacache, cuyas alturas se les había encargado defender.
Texto No. 16
Descripción de la fuga de los coroneles arequipeños Francisco y Germán Llosa de las alturas de Huasacache
(Zevallos 1883, 14-15)
Ilustración No. 12
Lizardo Montero, Contralmirante de la Armada Nacional y Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo
4.2 Coronel arequipeño José Godines, jefe de los coroneles Llosa, relata la fuga de Francisco Llosa de las alturas de Huasacache
El 4 de diciembre de 1883, el coronel arequipeño del ejército de línea José Godines hizo público su informe sobre la sublevación de Arequipa contra el Gobierno Provisorio, el cual incluyó la descripción de la fuga del coronel Francisco Llosa. En el documento el coronel Godines, como jefe de la línea defensiva de Huasacache y Jamata, "no dejó en silencio sucesos que tanto influyeron en la pérdida de un armamento que costara inmensos sacrificios al erario nacional y que decidieron por completo la ocupación de Arequipa".
Godines narró que a primeras horas de la mañana del martes 23 de octubre de 1883 encontró al batallón Constitución "en completo desorden, las dos piezas de artillería y los cincuenta Húsares [de Junín] que venían en retirada". Escribió Godines: "Interrogué en el acto al coronel don Francisco Llosa, primer jefe de ese cuerpo, sobre el motivo de tan inusitado e imprevisto suceso, y contestome que «que al amanecer de esa noche el enemigo había ocupado las alturas de su derecha, no sintiendo hasta el momento de aclarar el día», sin embargo de tener dicho coronel orden terminante de colocar en la noche dos compañías de resguardo y vigilancia en el lugar sorprendido por las fuerzas chilenas, orden que repetí en presencia misma del señor General en Jefe [César Canevaro] el día anterior, después del reconocimiento doble de nuestra parte y la contraria".
En opinión de Godines, la fuga del coronel Francisco Llosa debió haber sido uno de los puntos de discusión de la Junta de Guerra que tuvo lugar el miércoles 24 de octubre de 1883, Consejo que estuvo compuesto por el vicepresidente Montero, el general Canevaro, el coronel Belisario Suárez, los comandantes generales de división y los primeros jefes de cuerpo. Según Godines, en la citada reunión debió haberse "indagado y deslindado las responsabilidades consiguientes a lo acontecido el día anterior en el alto de Huasacache y castigar ejemplarmente al que resultase culpable… de la contrariedad sufrida por falta de cumplimiento de tan importante mandato".
La Junta de Guerra no trató la cobardía del coronel Francisco Llosa Abril, preocupadas como estaban las autoridades del Gobierno Provisorio del más grave asunto representado por la negativa a combatir de la oligarquía dirigente de Arequipa y de importantes sectores de la Guardia Nacional. Para Montero, Canevaro y Belisario Suárez la huida del coronel Francisco Llosa de Huasacache ,recuérdese, Llosa Abril era integrante de una antigua familia mistiana, sólo constituía una expresión adicional de la oposición del grupo dominante arequipeño a presentar combate en defensa de la ciudad.
No obstante, el coronel Godines confesó que él "estaba firmemente decidido a solicitar, una vez llegado a Arequipa, la formación de un consejo de guerra para que se esclarecieran de un modo sumario los sucesos, y se hiciera recaer todo el peso de la ley en quien resultase responsable de la pérdida de nuestras ventajosas posiciones [en las alturas de Huasacache], por negligencia, descuido o falta de cumplimiento de las órdenes y prevenciones que se dieron con oportunidad y especial recomendación, en resguardo de esos puntos, que, dadas las circunstancias, podían llamarse la llave de Arequipa por todo aquel flanco".
Por supuesto, derrocado el Gobierno Provisorio por la oligarquía arequipeña ,a cuyos intereses servía el cobarde coronel Francisco Llosa, y estando Arequipa bajo la autoridad chileno-iglesista, no existió la voluntad política de convocar al Consejo de Guerra para juzgar los acontecimientos de Huasacache. La deserción del coronel arequipeño Francisco Llosa de las alturas de Huasacache quedó sin castigo, a pesar que, como expresó su jefe, el coronel Godines, la fuga de Llosa decidió por completo la ocupación de Arequipa.
Texto No. 17
El movimiento estratégico de Huasacache y la Junta de Guerra de Arequipa, informe del coronel arequipeño José Godines
(Ahumada 1891, VIII: 385-386)
El coronel arequipeño José Godines informó sobre la fuga de las alturas de Huasacache de su subordinado, el también coronel arequipeño Francisco Llosa, primer jefe del batallón Constitución.
4.3 El Vicepresidente Montero y el "error funestísimo" de los coroneles arequipeños Llosa
A su llegada a Buenos Aires, el Vicepresidente Montero fue entrevistado por el diario La Prensa. Montero describió así la fuga de los Llosa: "En la noche de este suceso [22 de octubre de 1883] los hermanos [Francisco y Germán] Llosa creyeron que los chilenos los flanqueaban y abandonando la posición que resguardaban, se replegaron a nuestra derecha. Quedando libre el paso de la izquierda, los chilenos pudieron avanzar para seguir su camino a Arequipa".
Al contestar la pregunta del reportero de La Prensa de Buenos Aires sobre las intenciones de los hermanos Francisco y Germán Llosa al fugar de Huasacache, el Vicepresidente Montero calificó dicho "repliegue" como "un error que tuvo funestísimas consecuencias para el Perú". El "error funestísimo" de los Llosa, experimentados coroneles del ejército de línea, condujo al derrocamiento del Gobierno de García Calderón-Montero-Cáceres, al reconocimiento internacional de la administración títere del felón Miguel Iglesias y al reconocimiento internacional del Tratado de Ancón que cedió Tarapacá al invasor.
En agradecimiento a los servicios prestados por el par de hermanos Llosa, Chile debería erigirles los monumentos correspondientes, uno en Santiago, a Francisco Llosa, y el otro en Valparaíso, a Germán Llosa.

Texto No. 18
Entrevista de La Prensa de Buenos Aires al Vicepresidente Montero tras su derrocamiento
(Ahumada 1891, VIII: 391-392)
Texto No. 19
Montero en Buenos Aires
Artículo de Nicolás Augusto González sobre las declaraciones del Vicepresidente Lizardo Montero en la ciudad de Buenos Aires
(González 1903, 197-205)
Texto No. 20
Escalafón General del Ejército Peruano del año 1876 en el que aparecen los nombres de Germán y Francisco Llosa siete años antes de los incidentes de Huasacache
El documento prueba que en 1883 los coroneles de Infantería hermanos Llosa tenían largos años de experiencia militar y conocían las responsabilidades inherentes a sus funciones como oficiales superiores del ejército de línea.
Ilustración No. 13
Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
5. LOS ACTORES POLÍTICOS: EL GOBIERNO PROVISORIO DEL PERÚ Y EL CONCEJO PROVINCIAL DE AREQUIPA
5.1 El Consejo de Ministros acuerda defender Huasacache y Jamata
El 23 de octubre de 1883 se realizó en Arequipa la penúltima Sesión del Consejo de Ministros del Gobierno Provisorio, la que estuvo presidida por el Contralmirante Lizardo Montero.
En esta reunión los coroneles Canevaro y Belisario Suárez estuvieron de acuerdo en señalar que las alturas de Huasacache y Jamata eran inexpugnables y defendibles con poca fuerza. Haciendo uso de esta información, el Consejo de Ministros acordó conservar y defender las citadas posiciones e impedir el avance hacia Arequipa del ejército invasor. El Cuartel General debería establecerse en Puquina y recibiría el refuerzo de dos batallones que serían enviados desde la Ciudad Blanca.
El Consejo de Ministros aprobó declarar Arequipa en estado de sitio y poner en vigencia la ley marcial. Ordenó también el levantamiento de trincheras o murallas en diversos lugares de la ciudad con el fin de hacer la última resistencia si fuese necesaria. Sin embargo, en acto que reflejó conocimiento sobre la escasa moral combativa de las tropas, el ministro de Hacienda pidió que las trincheras sólo principiasen a levantarse en los últimos momentos porque la tropa sabiendo que se había amurallado la población, intentaría venir a colocarse tras de las trincheras.
Texto No. 21
Acta del Consejo de Ministros del Gobierno Provisorio de Arequipa correspondiente a la Junta del 23 de octubre de 1883
5.2 El Consejo de Ministros acuerda la retirada hacia Puno
El 25 de octubre de 1883, en la ciudad de Arequipa, tuvo lugar la última Junta del Consejo de Ministros del Gobierno Provisional García Calderón-Montero-Cáceres, la que estuvo presidida por el Contralmirante Lizardo Montero.
Debido a la fuga de los coroneles Llosa de las alturas de Huasacache, el plan para contener al invasor fuera de la ciudad de Arequipa terminó en fracaso. Por esta razón, el Consejo de Ministros modificó su decisión del 23 de octubre y aprobó la retirada hacia Puno del ejército de línea y de todo el material de guerra.
El Acta de la Sesión identificó los sectores que no deseaban resistir la invasión chilena y querían poner la ciudad a disposición de los invasores, sin combatir. La lectura del Acta permite conocer cuáles fueron esos grupos y proporciona elementos de juicio para entender lo que sucedió en Arequipa los días previos a la rendición de dicha ciudad.
De acuerdo con el Acta, los sectores que exigieron el retiro del ejército de Montero y que no se comprometiese a la ciudad en un combate, prefiriendo la rendición de Arequipa a los chilenos, fueron los siguientes:
1. La mayoría del vecindario de la ciudad de Arequipa.
2. La casi unánime mayoría de los ricachones de Arequipa o "primera clase social" de esa ciudad.
3. Los distintos batallones de la Guardia Nacional.
Texto No. 22
Acta del Consejo de Ministros del Gobierno Provisorio de Arequipa correspondiente a la Junta del 25 de octubre de 1883
5.3 El rol del Concejo Provincial de Arequipa
En la capitulación de Arequipa hubo otro actor político determinante: me refiero a su Concejo Provincial, representativo de los intereses de la burguesía comercial de la Ciudad Blanca y que presidía el Alcalde Armando de la Fuente.
Muchos ricachones arequipeños no querían que se combatiera en la Ciudad Blanca. Al día siguiente de propalada la proclama del traidor Iglesias, hicieron aprobar en sesión del Concejo Provincial de Arequipa, su órgano representativo, el acuerdo que debería evitarse que el combate tenga lugar en la ciudad. Los millonarios arequipeños indicaron a Montero que el combate "debería librarse en el campo", como si dicho escenario fuera el más conveniente o correcto desde el punto de vista militar.
Ese mismo Municipio ,que comunicó a Montero que no debería haber lucha dentro de la ciudad, luego prodigaría las más serviles atenciones a los chilenos durante su estancia en Arequipa.
No sólo la ciudad se entregó sin defenderse al genocida invasor. Los chilenos durmieron en la Plaza de Armas y ninguno de los arequipeños que se dio el gusto de abalear a Montero y a otros oficiales del Ejército Peruano osó tocar ni con el pétalo de una rosa a los somnolientos visitantes. Peor aún, solícitos hasta la adulación, el Alcalde De la Fuente y su grupo municipal proporcionaron a los chilenos alojamiento, comida, forraje para los animales y, seguramente, otros servicios "colaterales" para la tropa invasora.
No hay ciudades "heroicas". Hay momentos históricos en que las poblaciones de las ciudades pueden exhibir comportamientos heroicos, pero la ciudad, en sí misma, sólo es una ciudad. En la historia de Arequipa hay episodios de cal y también de arena. El 29 de octubre de 1883, día de la capitulación sin combatir a los chilenos, marcó la más grande vergüenza de Arequipa, de la que seguramente algún próximo día se reivindicará.
5.4 El costo en vidas peruanas del golpe de estado del 25-26 de octubre de 1883
Texto No. 23
Peruanos matando peruanos en Arequipa: más de cien muertos en la sublevación contra el Gobierno de García Calderón-Montero
El Mercurio da cuenta que en la revuelta del 25 y 26 de octubre de 1883, los arequipeños abalearon a otros arequipeños, pero fueron incapaces de presentar resistencia al ejército chileno.
(Ahumada 1891, VIII: 377)
El 31 de diciembre de 1883 el Alcalde del Concejo Provincial de Arequipa Armando De La Fuente presentó la Memoria de su gestión hasta esa fecha, texto que usted puede leer líneas arriba.
Se trata de un documento importante para efectos históricos por tres razones: hace conocer algunas interioridades de la rendición de la Ciudad Blanca el 29 de octubre de 1883; describe la hospitalidad con la que trataron Arequipa y su Alcalde al invasor chileno; y aporta precisiones sobre el pensamiento político de Armando de la Fuente y de la oligarquía arequipeña.
5.5 Las condiciones desconocidas del Acta de Capitulación de Arequipa
En primer término, el Alcalde hace conocer lo que él llama "las condiciones establecidas en el Acta de Capitulación", estipulaciones que, sin embargo, no aparecen en dicha Acta.
Según De la Fuente, "el ejército chileno entraría a Arequipa en paz por haber terminado su misión pacificadora, desde que la ciudad había depuesto las armas y renunciado a toda resistencia".
La misión "pacificadora" chilena
Nótese cómo el enemigo chileno invierte los roles desempeñados en Arequipa y se convierte en la nación que quiere la paz. El Alcalde de la Fuente acepta que el objetivo de la presencia chilena en Arequipa era la "pacificación". Para el burgomaestre, el ejército chileno no llegaba al pie del Misti en misión de guerra y de sometimiento de la ciudad. No, no, no, ¡qué va! ¡No se equivoque usted! Chile, invasor de tierra ajena, visitaba al Misti con objetivos de paz. Chile era la nación que quería la concordia; por el contrario, Arequipa, que no había invadido a nadie, era la ciudad que deseaba la guerra.
Esta curiosa racionalización chilena podría llevarse al extremo y afirmar que el 5 de abril de 1879 Chile no declaró la guerra sino la paz al Perú y por ello inició su amigable misión bloqueando Iquique y bombardeando, también amigablemente, Pisagua y otras poblaciones indefensas de Tarapacá.
Arequipa renuncia a toda resistencia
Por otro lado, el testimonio de De la Fuente es una prueba formal, de parte interesada, que la heroica e invencible Arequipa "había depuesto las armas y renunciado a toda resistencia". Ésta es una declaración oficial que reconoce que a pesar de contar con cañones Krupp y de fabricación nativa, ametralladoras, fusiles y balas, la Ciudad Blanca decidió no usarlas contra el enemigo. Los arequipeños se sometieron al ejército chileno sin dudas ni murmuraciones, como chicos malcriados pero buenos muchachos al fin.
Chile y Arequipa amigos forever
De la Fuente también registró para la Historia que el coronel Velásquez, comandante en jefe del ejército chileno, acordó "las garantías necesarias a las personas y propiedades de todos los habitantes, que serían tratados como amigos, guardándose la debida reciprocidad por una y otra parte".
De manera que las propiedades de la burguesía comercial arequipeña no serían afectadas por los asaltantes chilenos, lo cual era la principal preocupación del Concejo Provincial. Mejor aún, el Alcalde no pudo ocultar su satisfacción con la declaración de amistad entre chilenos y arequipeños. Es en esta extraña empatía en donde puede encontrarse la explicación del comportamiento servil de De la Fuente con el enemigo, conducta que se describe a continuación.
5.6 El servil Alcalde arequipeño Armando de la Fuente
La Memoria explica con detalle los encargos que cumplió de De la Fuente para asegurar la "amistad" del enemigo chileno.
Alojamiento para el invasor
El primer encargo que el Alcalde De la Fuente recibió del coronel Velásquez fue la "provisión de cuarteles y alojamientos para las tropas, jefes y otras facilidades necesarias para su instalación en la ciudad". La anterior comisión fue complementada por otra, esta vez del jefe chileno de estado mayor, coronel Silva Vergara, "respecto del alojamiento de tropas, jefes y oficiales, provisión de forrajes y otros semejantes".
De la Fuente confesó que entre las tareas que le asignaron sus amos chilenos, "ninguna ha sido más difícil y penosa que la de proporcionar alojamiento para un ejército fuerte de ocho mil hombres, más o menos, al que era necesario acomodar dentro de la ciudad, proporcionándole cierto grado de holgura y comodidad".
¿Cómo cumplió el Alcalde de Arequipa la tarea encomendada por el enemigo? El mismo De la Fuente lo relata: "Fue preciso tomar en alquiler más de veinte casas particulares... sin que ninguna haya sido tomada por la Alcaldía sin voluntad de su dueño. Muchos de ellos parece que han renunciado al alquiler, como la da a conocer el hecho de no acudir al otorgamiento de su contrata... El número total de localidades ocupadas asciende a treinta y cinco. Algunas de éstas han sido dotadas de muebles que ha proporcionado la Alcaldía, tomándolos en compra o en alquiler".
Cuando tiempo después los chilenos evacuaron la ciudad de Arequipa y se trasladaron a Tiabaya, Sachaca y Tingo, el Alcalde De la Fuente siguió cumpliendo su abnegada labor de proporcionar alojamiento a sus nuevos amigos: "Para ello se han alquilado quince casas en aquellos pueblos", escribió en su Memoria.
Recojo de las armas que no se usaron contra el invasor
Una tarea muy importante cumplida por De la Fuente para asegurar la "pacificación" chilena fue el recojo de armas de manos de los combativos arequipeños, quienes las guardaban celosamente en su poder y a las que, dicho sea de paso, nunca dieron el uso para el que las recibieron. El Alcalde recolectó miles de fusiles y balas que entregó solícito al ejército chileno.
Otras tareas del Alcalde colaboracionista de Arequipa
El señor Alcalde también recibió el encargo de asegurar las comunicaciones de los invasores. Con este propósito puso a disposición del enemigo "la línea férrea libre de todo obstáculo" para que los pacificadores chilenos pudieran continuar extendiendo su labor de buena voluntad a otras circunscripciones tan necesitadas de ella, como Puno, departamento fronterizo con Bolivia. Asimismo, De la Fuente creó una sección en las oficinas telegráficas y en las de correos para el servicio del ejército de ocupación.
Ilustración No. 14
Plano topográfico de Arequipa
En octubre de 1883, en lugar de combatir al enemigo, Arequipa alojó a las tropas chilenas con "holgura y comodidad".
Plano elaborado por Mariano Felipe Paz-Soldán.
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Ilustración No. 15
Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
5.7 Reconocimiento del gobierno colaboracionista de Iglesias
Finalmente, la Memoria de De la Fuente confesó implícitamente el objetivo de la sublevación del 25 y 26 de octubre de 1883, el cual era "el reconocimiento del Gobierno establecido en la capital de la República... Como era natural, el pueblo de Arequipa fue el primero que formuló un acta declarando el reconocimiento del Gobierno establecido en la capital, la que empezó a suscribirse por muchos ciudadanos en la misma Casa Consistorial, y que el Concejo no tuvo a bien firmar, pero sí quiso autorizar con su intervención oficial".
La confesión iglesista de Armando de la Fuente, Alcalde del Concejo Provincial de Arequipa, echa por tierra la versión tan usada sobre el malvado Lizardo Montero que abandonó a la cándida Arequipa y dejó sin defensa a la ciudad, sin duda un lugar común de la mayor vulgaridad, insustentable tras revisar los hechos y los intereses en juego. La oligarquía y burguesía arequipeñas decidieron que Arequipa no se defendería frente al enemigo chileno. ¿Patria? No, patria no. Time is money! Business! The war is over, man! ¡Viva Iglesias! ¡Viva Ancón! ¡Muera Tarapacá e inclusive muera Tacna y Arica! Tal el mensaje de la Ciudad Blanca el 29 de octubre de 1883, transmitido en la interesante Memoria de su Alcalde Armando de la Fuente.
Texto No. 24
Memoria presentada por el Alcalde del Honorable Concejo Provincial de Arequipa, de la administración política y municipal que ha corrido a su cargo y leída en la Sesión de la Junta General de 31 de diciembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 387-391)
5.8 El Concejo Provincial comunica la rendición al Cuerpo Consular
El Acta de Capitulación fue precedida el 26 de octubre de 1883 por un oficio del Concejo Provincial de Arequipa al Decano del Cuerpo Consular, el argentino Enrique Gibson.
En la comunicación, el Alcalde da cuenta del "cese del orden de cosas a que esta población ha estado sometida bajo la administración del señor general Montero". Traducido este texto al idioma español común y corriente, lo que quiso decir la Municipalidad fue que el Gobierno Provisorio había sido derrocado.
Era conocido que en octubre de 1883 existían en la Ciudad Blanca conspiradores iglesistas que no querían enfrentar a Chile, que deseaban deshacerse del Gobierno Provisorio y que el ejército genocida penetrase en la ciudad sin oposición alguna. Encabezados por el Concejo Provincial, organismo que respondía a los intereses de la oligarquía arequipeña, fomentaron el derrotismo y organizaron la sublevación de la Guardia Nacional contra el gobierno de García Calderón-Montero-Cáceres, Administración a la cual expulsaron de la ciudad.
Con Armando de la Fuente Alcalde del Concejo Provincial de Arequipa a la cabeza, los colaboracionistas chileques redactaron el oficio de rendición manifestando al jefe del ejército invasor que "la plaza se hallaba desocupada y no ofrecía resistencia alguna". De la Fuente también suplicó al Cuerpo Consular que solicitase las ""garantías necesarias para asegurar la tranquilidad del vecindario"".
Texto No. 25
Comunicación del Decano del Cuerpo Consular al comandante del ejército invasor transcribiendo el oficio de rendición de Arequipa
(Ahumada 1891, VIII: 361-362)
La comunicación del Decano del Cuerpo Consular al coronel chileno José Velásquez incluye el oficio del Alcalde del Concejo Provincial concerniente a la rendición de Arequipa al invasor chileno.
Texto No. 26
Alcalde de Arequipa pone la ciudad a disposición de los invasores
(Ahumada 1891, VIII: 375)
5.9 El Alcalde De la Fuente y el Acta de Rendición de Arequipa
La rendición de Arequipa sin combatir quedó formalizada en el Acta de Paucarpata, firmada el 29 de octubre de 1883.
En dicho documento, el Alcalde De la Fuente precisó que "el pueblo de Arequipa se adhirió a la causa de la paz, por creer imposible toda resistencia". El lector debe recordar que utilizar en 1883 expresiones como "la causa de la paz", el "Partido de la Paz", o el "Club de la Paz" eran meros eufemismos para evitar reconocer abiertamente la identificación política con el gobierno del títere chileno Miguel Iglesias, recién instalado en Lima.
El Acta de Paucarpata permite obtener cuatro conclusiones sobre la actuación del Alcalde De la Fuente.
1. El Alcalde justificó la capitulación atribuyéndola al "desaliento en el ejército que tenía el señor Vicepresidente Montero". Evitó mencionar la responsabilidad de los coroneles arequipeños Francisco y Germán Llosa, quienes en vez de defender las estratégicas alturas de Huasacache que se les había confiado se dieron a la fuga frente al enemigo. Para entender esta huída, es importante recordar que los coroneles Llosa estaban vinculados a los grupos de poder de Arequipa, que no deseaban se presentara batalla al invasor chileno.
2. De la Fuente obvió tratar los sucesos producidos en la ciudad el 25 y 26 de octubre de 1883, entre los que ocupó lugar preponderante la sublevación del batallón de Guardias Nacionales de Arequipa No. 7, seguida del alzamiento de los demás cuerpos arequipeños y el motín de parte del pueblo. No explicó que la revuelta fue iniciada por el coronel "cívico", político y abogado arequipeño Luis Llosa, hermano de los desertores de Huasacache, quien era el primer jefe del batallón de Guardias Nacionales de Arequipa No. 7.
3. El Alcalde distorsionó los hechos al atribuir a "la retirada del ejército" el cambio de autoridades en Arequipa. Encubrió que lo que se produjo en la Ciudad Blanca los días 25 y 26 de octubre de 1883 fue una abierta sublevación en contra del Gobierno Provisorio, cuyos actores fueron la Guardia Nacional de Arequipa y parte del pueblo. Producido el golpe de estado, la rebelión alcanzó el objetivo de la oligarquía arequipeña de deshacerse del gobierno del Vicepresidente Montero, a quien se consideraba como el principal obstáculo para la paz chilena.
4, La inmensa mayoría del ejército de línea y todos los batallones de la Guardia Nacional permanecieron en la ciudad y no acompañaron al Vicepresidente Montero en su salida hacia Puno. Si estas fuerzas no combatieron al invasor fue por decisión propia de sus comandantes, apoyada implícitamente por las tropas y por la oligarquía de Arequipa. Todos estos grupos consideraron que no valía la pena arriesgar la vida enfrentándose al invasor. Si Arequipa se rindió sin combatir fue por voluntad propia y no por decisión del "malvado" Lizardo Montero.
Texto No. 27
Acta de rendición de Arequipa a los chilenos firmada en Paucarpata el 29 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 362)
En ella, el Alcalde del Concejo Provincial Armando de la Fuente pone Arequipa "a disposición del señor Comandante en Jefe del ejército chileno". Explicó que la Ciudad Blanca se negó a combatir "por creer imposible toda resistencia".
Ilustración No. 16
Portal de Flores, Arequipa, durante los años de la Guerra del Salitre
El 29 de octubre de 1883 los invasores chilenos durmieron en la Plaza de Armas y al abrigo de los portales, tras la rendición sin combatir de la Ciudad Blanca.
5.10 Montero entrega el poder a Cáceres
El 28 de octubre de 1883, en tránsito hacia Bolivia, el Vicepresidente Montero dirigió una carta a Cáceres en la que le confimó su alejamiento del poder luego de la rebelión de la Guardia Nacional el 25 de octubre de 1883. Montero explicó que si no combatió a sangre y fuego el alzamiento de Arequipa fue porque el enemigo extranjero se encontraba a las puertas de la ciudad y este hecho hubiera favorecido la captura de la ciudad. Asimismo, hizo constar que su retiro de la escena política no significaba el reconocimiento del régimen títere del traidor Iglesias pues el Gobierno Provisorio Constitucional se encontraba ahora personificado en la figura de Andrés A. Cáceres.
Texto No. 28
Desde Puno, el Contralmirante Montero hace entrega del Gobierno Provisorio del Perú al General Cáceres
(Ahumada 1891, VIII: 365)
5.11 La resistencia peruana antes y después de la rendición de Arequipa
En los meses inmediatamente anteriores y posteriores a la capitulación de Arequipa la resistencia peruana se mantuvo activa en la zona central del país, comandada por el Héroe de la Breña. Los repetidos ataques de los soldados patriotas al mando de Cáceres ,llamados despectivamente montoneros por los bandoleros chilenos, preocupó sobremanera a Lynch , quien temía que los caceristas recibieran refuerzos y armamento de Arequipa.
Con el fin de evitar la consolidación de la resistencia, el criminal de guerra chileno envió una expedición en persecución de Cáceres. Desde mediados de septiembre de 1883, comenzando en Izcuchaca (Huancavelica) y hasta Huanta (Ayacucho), las tropas chilenas fueron atacadas por las fuerzas de Cáceres, en lo que el propio Lynch calificó en su Segunda Memoria como resistencia "más o menos enérgica". En Ayacucho, entre el primero de octubre y el 10 de noviembre de 1883, por espacio de cuarenta días, los bandoleros chilenos se vieron "obligados a sostener casi diariamente tiroteos con los indios".
Los ataques de Cáceres pusieron al desnudo las debilidades de los genocidas chilenos. Lynch confesó que escaseaban los víveres para la soldadesca invasora y el forraje para la caballada. En cuanto a las municiones ,que fueron enviadas desde Lima, no pudieron pasar de Ica a Ayacucho por estar la zona bajo control de los montoneros. Para el enemigo chileno, la situación era difícil y revistió el carácter de una verdadera derrota, pues es sabido que la resistencia peruana ganaba si no perdía y los invasores chilenos perdían si no ganaban.
El 12 de noviembre de 1883, después de conocer la rendición de Arequipa, el ejército chileno inició su retirada de Ayacucho a Jauja, siendo atacado a lo largo de todo el camino por los montoneros caceristas.
Por supuesto, combatiendo contra el enemigo chileno, las fuerzas peruanas sufrieron pérdidas, que Lynch evaluó en quinientos montoneros muertos. Sin embargo, la expedición invasora hubiera sido totalmente derrotada si no hubiera sido por la confianza que adquirió al enterarse de la capitulación de Arequipa.
Los hechos relatados ponen de manifiesto la diferencia de actitudes entre las fuerzas patriotas comandadas por Cáceres, que en Ica, Huancavelica, Apurímac y Ayacucho atacaron permanentemente al invasor chileno y la conducta pusilánime de los golpistas de Arequipa, que a través del Concejo de esa ciudad, sin dar batalla en ningún momento, se entregaron voluntariamente al enemigo del Perú.
Texto No. 29
Lynch relató la acción de la resistencia peruana en los días anteriores y posteriores a la rendición sin combatir de Arequipa y la delicada situación de sus tropas
(Lynch 1883, 149-150)
El General Andrés Avelino Cáceres resumió las principales razones que estuvieron detrás de la rendición sin combatir de Arequipa y determinaron la aceptación de la paz chilena. En sus Memorias (257-258), el Héroe de la Breña señaló tres factores, todos vinculados al rol antinacional asumido por las clases dominantes:
, La conducta egoísta de importantes dirigentes de la burguesía y sectores acomodados de Lima y Arequipa, que se mostraron más interesados en proteger sus intereses económicos y comerciales inmediatos antes que en defender la integridad territorial de la nación.
, El caos organizativo, moral y social existente en el país y la carencia de un claro entendimiento del interés nacional por la mayoría de la población peruana.
, La improvisación de los dirigentes políticos y la inexistencia de verdaderos estadistas en el manejo de los asuntos nacionales.
Cáceres escribió al respecto:
"Si en la fase culminante de la campaña del norte nos cupo tan mala suerte no se debió en forma alguna a la presión de las armas enemigas, sino que es imputable más bien al estado de desorganización, desmoralización y desquiciamiento cívico y social en que se encontraba el Perú; a los desaciertos de sus dirigentes políticos y a la menguada actitud de elementos pudientes que no quisieron mantener hasta el último extremo la voluntad de luchar por la integridad territorial de la nación; y que lejos de esto, coadyuvaron a la labor emprendida con inaudito refinamiento por el enemigo, dejando al ejército patrio no sólo sin apoyo, sino restándole el que podían haberle proporcionado.
En el sur, el ejército de Arequipa, fuerte de más de cuatro mil soldados (en buen número regulares) y sin haber prestado ningún servicio a la patria, se dispersó sin combatir. En el norte se proclamó la paz a todo trance aceptándose de lleno las cláusulas del invasor. En la capital de la república, gente acomodada, capitalista, que al comienzo deseaba la guerra, abominaba de la resistencia armada y sólo pensaba púnicamente en poner a salvo sus personas y sus bienes con el advenimiento de la paz" (citado en Guerrero 1975, 34-35).
El 29 de noviembre de 1883, exactamente un mes después de la rendición de Arequipa, Cáceres resumió sus impresiones sobre lo sucedido en el país el último mes, en carta dirigida al humilde pero patriota Cabildo del distrito de Acostambo, en la provincia de Tayacaja, Huancavelica (citado en Guerrero 1975, 36). El Héroe de la Breña expresó que en ese momento, en el Perú todo era desconcierto y desmoralización y que los grandes móviles sociales habían desaparecido ante la fuerza de los propósitos innobles y los intereses personales de comerciantes enriquecidos con la fortuna pública y burócratas civiles y militares sin talento y sin carácter. Describió "el hundimiento del Perú que amenazaba revestir los oprobiosos caracteres de la cobardía" ,sin duda se refería a la rendición de Arequipa, y comparó la capitulación de la Ciudad Blanca con el corazón generoso de los pueblos de la sierra central del Perú, que se enfrentaron permanentemente al enemigo chileno, sin condiciones, a pesar de los centenares de bajas y pérdidas materiales que sufrieron. Añadió Cáceres que "la resistencia que hasta el último instante hacen los pueblos por salvar la integridad y el honor nacional merecerá un lugar señalado en las páginas brillantes de la historia del Perú".
Texto No. 30
Carta del General Andrés Avelino Cáceres al Cabildo de Acostambo, Tayacaja, Huancavelica denunciando la entrega al enemigo y falta de patriotismo de las clases dominantes de la sociedad peruana
(Citadoa en Guerrero 1975, 36)
No es faltar a la verdad afirmar que el estado de cosas descrito por Cáceres prevalece en el Perú hasta el día de hoy.
Ilustración No. 17
Catedral de Arequipa en 1883
El enemigo chileno durmió en la Plaza de Armas, frente a la Catedral, tras la rendición sin combatir de Arequipa.
6. CRONOLOGÍA DEL DERROCAMIENTO DEL GOBIERNO PROVISORIO GARCÍA CALDERÓN-MONTERO-CÁCERES Y DE LA RENDICIÓN SIN COMBATIR DE AREQUIPA
La siguiente Cronología ha sido preparada consultando los partes oficiales peruanos y chilenos, comunicaciones diplomáticas, despachos periodísticos y literatura existente en libros y folletos de la época sobre la rendición de Arequipa en octubre de 1883.
Martes 16 de octubre de 1883
, Desde Arequipa marchan a Puquina y Chacahuayo cuatro batallones de infantería del ejército de línea (Constitución No. 6, Ayacucho No. 1, Grau No. 3, y Bolognesi No. 5), un batallón de Guardias Nacionales (Yanahuara No. 10), y cinco piezas de artillería.
, Su misión es impedir el paso del ejército chileno por Puquina hacia la Ciudad Blanca. Considerada como la llave de Arequipa, Puquina es punto estratégico y tránsito obligado para el enemigo. Sin capturar Puquina es imposible para los chilenos avanzar hacia Arequipa.
, Al mando de las fuerzas de vanguardia es nombrado el coronel arequipeño José Godines quien hasta el sábado 15 se había desempeñado como Jefe del Estado Mayor General de los ejércitos.
, El Vicepresidente Lizardo Montero y el coronel Belisario Suárez inspeccionan el campamento de Chacahuayo. El día anterior, el coronel Belisario Suárez, Héroe de Tarapacá, había sido nombrado Jefe del Estado Mayor General de los ejércitos peruanos en reemplazo del coronel José Godines.
Miércoles 17 de octubre de 1883
, La aproximación del ejército chileno a Arequipa origina alarma espantosa en la Ciudad Blanca.
, Aparece Arequipa ¡Redime al Perú!, hoja suelta de autor anónimo llamando a la defensa de Arequipa frente al invasor chileno. El documento evidencia la existencia de un amplio sector de la ciudadanía renuente a tomar las armas para defender Arequipa. Es a estas personas ,y también a los indecisos, a quienes la proclama intenta convencer, cuando escribe: "¿Quién es el hijo del Misti capaz de presenciar con vida, la deshonra de su patria y de su hogar?... Los verdaderos hijos del Misti, al campo, a morir como hombres, y sobre todo, como arequipeños".
Jueves 18 de octubre de 1883
, En Lima, a través de su negociador Jovino Novoa, el gobierno de Chile reconoce oficialmente omo gobierno nacional del Perú al régimen presidido por el traidor Miguel Iglesias Pino de Arce.
, En la tarde, el batallón Ayacucho toma posiciones en las alturas de Jamata y el Constitución se instala en las alturas de Huasacache. La distancia que los separa es de cuatro leguas. Los batallones del ejército de línea se posicionan en ascensión progresiva. Entre Jamata y Huasacache se coloca el Grau, a legua y media del Constitución. El Bolognesi No. 5 acampa en Chacahuayo. El batallón de Guardias Nacionales Yanahuara No. 10 queda resguardando el portillo de Chacahuayo.
Sábado 20 de octubre de 1883
, El Tratado de Ancón se firma en Lima, a las 9 y 45 de la noche. El gobierno títere de Iglesias cede a Chile el departamento salitrero de Tarapacá. Los territorios de Tacna y Arica quedan bajo la administración del enemigo por el período de diez años, al cabo del cual un plebiscito decidirá a que nación deben pertenecer.
, Validez del Tratado de Ancón es amenazada por la existencia del Gobierno Provisorio de Arequipa (Gobierno García Calderón-Montero-Cáceres), el que es reconocido de tiempo atrás por las principales potencias. La falta de aceptación internacional del régimen de Iglesias pone en duda la vigencia del Tratado de Ancón.
, Chile decide acelerar la caída del Gobierno Provisorio de García Calderón-Montero. Su derrocamiento facilitaría obtener el reconocimiento internacional para la Administración de Iglesias y, por ende, el reconocimiento del Tratado de Ancón y de la cesión territorial de Tarapacá.
Domingo 21 de octubre de 1883
, En su avance hacia Arequipa, el ejército chileno ocupa sin oposición los pueblos de Moromoro, Omate y Conlaque, evidenciando que intentará atacar la Ciudad Blanca por la vía de Puquina.
, Preocupación en el ejército chileno por el número de fuerzas peruanas presentes en las alturas de Huasacache y por las defensas naturales de la posición. El enemigo considera las alturas de Huasacache como casi inexpugnables.
Lunes 22 de octubre de 1883
, A las tres de la mañana, cuatrocientos soldados chilenos de infantería, cien de caballería y una pieza de artillería salen de Moromoro con el fin de ejecutar una maniobra de demostración y reconocimiento de las alturas de Huasacache. A las seis de la mañana llegan al pie de las alturas de Huasacache.
, A las seis y media de la mañana, el invasor chileno inicia el difícil ascenso a Huasacache, el que detienen dos horas después, habiendo subido tres cuartas partes de la cuesta y estando todavía a tres mil quinientos metros de las posiciones peruanas. Éstas responden la maniobra con fuego de fusilería y artillería, sin causar bajas al enemigo por la enorme distancia existente. Los chilenos regresan al pie de la cuesta de Huasacache, a la que llegan a las nueve y media de la mañana.
, Maniobra adicional de demostración y reconocimiento ejecutada por doscientos soldados de caballería del ejército chileno que se desplazan hacia Huasacache.
, César Canevaro, General en Jefe de las fuerzas peruanas, inspecciona las alturas de Huasacache y presencia el reconocimiento chileno. En forma terminante ordena defender las posiciones, y parte a Arequipa para disponer el envío del resto del ejército de línea y batallones de la Guardia Nacional que estuvieran acuartelados.
, El general Canevaro comunica al coronel Godines, mediante un expreso, que el Bolognesi No. 5 iniciaría la marcha a Huasacache a las dos de la mañana del domingo 23. El retraso en la salida del citado batallón se debió a un pedido del coronel Julio Jiménez, su primer jefe. Jiménez indicó que con el fin de evitar bajas prematuras en el Bolognesi debido a que las primeras horas de la noche eran muy oscuras y el camino era tortuoso, era preferible iniciar la marcha a las dos de la mañana, hora en que salía la luna.
, Hasta las seis de la tarde el enemigo chileno continúa practicando diversos reconocimientos de Huasacache.
, A las diez de la noche, luego de las maniobras iniciales de demostración y reconocimiento, los batallones chilenos Santiago, Rengo y Carampangue y dos compañías del batallón Ángeles inician el ascenso de Huasacache con el fin de asaltar la posición. El desplazamiento sólo es detectado por los defensores peruanos a las cuatro y media de la mañana del martes 23.
Martes 23 de octubre de 1883
, A las dos de la mañana, el batallón Bolognesi No. 5 parte de Chacahuayo con rumbo a Huasacache a fin de reforzar al Constitución No. 6.
, A las tres de la mañana, empieza a subir la cuesta de Huasacache el 4to. de Línea y otras dos compañías del batallón enemigo Ángeles.
, A las cuatro de la mañana las cinco piezas de artillería chilena inician su desplazamiento hacia Huasacache.
, A las cuatro y media de la mañana, trescientos efectivos chilenos, integrantes de la primera división, coronan las alturas de Huasacache, a la derecha de las posiciones peruanas.
, A las cinco de la mañana, y en respuesta a la incursión de los trescientos soldados enemigos, el batallón Constitución No. 6 abandona precipitadamente las alturas de Huasacache. Su comandante, el coronel de Infantería Francisco Llosa, dispone el repliegue. Ganado por el pánico, Llosa aduce que fue rodeado por más de cuatro mil chilenos y que no se percató de la maniobra sino hasta aclarar el día. Se desplaza en dirección del batallón Grau No. 3, ubicado a algo más de una legua de distancia. El Grau está comandado por su hermano, el también coronel de Infantería Germán Llosa.
, A las cinco de la mañana, el batallón de refuerzo Bolognesi No. 5 llega al campamento del batallón Ayacucho, en las alturas de Jamata. Inmediatamente continúa su marcha hacia Huasacache para apoyar al batallón Constitución.
, A las cinco de la mañana, parte en dirección a las alturas de Huasacache la caballería enemiga, compuesta por los escuadrones Cazadores a Caballo, Las Heras y General Cruz.
, A las ocho de la mañana el Constitución se encuentra con el Grau. A esa misma hora, el batallón de refuerzo Bolognesi da alcance al batallón Constitución.
, El coronel Francisco Llosa (Grau No. 3), y los comandantes Gómez (Húsares de Junín) y Caballero (jefe de la Artillería) informan al coronel Godines que los chilenos, además de controlar las alturas de Huasacache, ya habían pasado por la Apacheta y se dirigían a Puquina y Chacahuayo.
, Al desertar sus posiciones en las alturas de Huasacache y permitir el paso de los chilenos por la Apacheta de las alturas de Huasacache, los hermanos Llosa hacen fracasar el plan del Gobierno de Montero para enfrentar a los invasores. El coronel José Godines ordena el repliegue del Grau, Bolognesi y Constitución, la Artillería y los cincuenta Húsares. Comunica al Ayacucho lo ocurrido y dispone su retirada.
, Nacidos en Arequipa y miembros de una familia acomodada, los hermanos Llosa tenían conocimiento de tiempo atrás del rechazo de las clases dirigentes a la realización de una batalla en la misma Ciudad Blanca. Al permitir el paso del enemigo chileno con rumbo a Puquina, los Llosa no arriesgaron la vida y determinaron en la práctica que no se produjera la Batalla de Arequipa.
, En la Ciudad Blanca, desconociendo el abandono de las posiciones de los coroneles Francisco y Germán Llosa, y tras escuchar el informe del general César Canevaro, el Consejo de Ministros acuerda defender las posiciones de Huasacache, Jamata y demás puntos de los distritos de Omate y Puquina. Se ratifica en la necesidad de impedir el avance del enemigo por Puquina hacia la ciudad. Decide que se establezca el Cuartel General en el mencionado pueblo, el que será reforzado por dos batallones a enviarse desde Arequipa. Asimismo, declara a Arequipa en estado de sitio, en vigencia la Ley Marcial, y dispone el levantamiento de murallas y cavado de trincheras para una posible última defensa en la ciudad.
, En intervención en la sesión del Consejo de Ministros que evidencia serias dudas sobre la voluntad de lucha de las fuerzas peruanas, el Ministro de Hacienda solicita que las trincheras sólo comiencen a levantarse en los últimos momentos, puesto que de no ser así, las tropas desertarían las posiciones de Huasacache y regresarían a la ciudad para colocarse detrás de las murallas y trincheras.
, A las seis de la tarde, el enemigo llega a Puquina.
, Alarma en Arequipa al saberse la fuga de las tropas peruanas de las alturas de Huasacache. El pánico se generaliza al conocerse que los batallones regresaban a Arequipa y que probablemente tendría que librarse batalla en las goteras (alrededores) de la ciudad.
, En Lima, el títere chileno Miguel Iglesias ingresa al Palacio de Gobierno. Dirige una proclama en la que pide a los líderes, ejército y pueblo de Arequipa no combatir al invasor chileno.
Miércoles 24 de octubre de 1883
, Acuerdo del Concejo Provincial de Arequipa pidiendo al Gobierno Provisorio del Vicepresidente Montero impedir que el combate contra los chilenos se libre en la ciudad "para evitar las terribles consecuencias que esto pudiera acarrear a la población".
, Montero contesta a la comisión del Concejo Provincial que lo visita que "comprometería la ciudad si tal cosa fuera necesaria para defender la dignidad y la honra del Perú".
, En Arequipa, el Vicepresidente Montero dispone la formación de un Consejo de Guerra con los jefes y oficiales de los batallones de la Guardia Nacional que obedecen la orden de acuartelamiento. Desea conocer sus impresiones sobre la guerra. Los asistentes a la Junta se manifiestan en forma favorable a librar batalla en defensa de la ciudad.
Ilustración No. 18
Pueblo de Huasacache, en Moquegua, y parte de sus alturas
Al abandonar los altos de Huasacache, los coroneles Llosa permitieron el libre pase a Arequipa del enemigo chileno.
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Jueves 25 de octubre de 1883
, El General en Jefe César Canevaro constata que los civiles integrantes de la Guardia Nacional eluden presentarse a los cuarteles, no pudiendo contarse ni con dos mil hombres para la defensa de Arequipa.
, Sesión del Consejo de Ministros en que se informa que la Guardia Nacional tiene escaso personal acuartelado. Al no acudir al acuartelamiento, la mayoría de los integrantes de la Guardia Nacional expresa implícitamente que no desea combatir.
, La clase alta de Arequipa y la mayoría del vecindario son partidarios del retiro del ejército de línea. Se comunica que el Concejo Provincial ha pedido no comprometer a la ciudad con una batalla.
, En vista de estos desarrollos, el Consejo de Ministros acuerda la retirada hacia Puno del ejército de línea y de los batallones de la Guardia Nacional de Arequipa que deseen ir voluntariamente. La retirada permitiría continuar la resistencia con el apoyo de fuerzas bolivianas, o seguir sobre el Cusco y Apurímac para unirse con el ejército del general Cáceres. Las fuerzas gubernativas llevarán todo el material de guerra para evitar que caiga en manos del enemigo, al ingresar éste a Arequipa.
, Vicepresidente Montero dispone la formación de un Consejo de Guerra en Paucartambo para recibir las impresiones de los comandantes generales de división y de los primeros jefes de cuerpo del ejército de línea y de la Guardia Nacional sobre la posibilidad de librar batalla en Arequipa. Votan por presentar combate los coroneles Simón Soyer, Pedro de Ugarteche y Julio Jiménez. Los demás participantes indican que la resistencia sería estéril si el pueblo de Arequipa no ayudaba al ejército.
, En el segundo Consejo de Guerra, el Vicepresidente Montero, el general Canevaro y el coronel Belisario Suárez aseguran que la mayor parte del pueblo de Arequipa se resiste a combatir. El general Canevaro afirma que es ostensible y notorio el decaimiento de los ánimos y que ese día, al presentarse en los cuarteles de la Guardia Nacional, no encontró ni doscientos ciudadanos en cada uno de ellos.
, El Vicepresidente Montero informa que ha recibido una nota del general José M. Rendón, ministro de Guerra de Bolivia, en la que informa que, por órdenes del gobierno de ese país, las fuerzas bajo su comando y acampadas en Puno ,el batallón Chocolpe y el regimiento de caballería Bolívar, debían regresar a Bolivia.
, Luego de escuchar los diversos informes y opiniones, el Vicepresidente Montero dispone el cumplimiento del acuerdo del Consejo de Ministros de ejecutar la retirada hacia Puno del ejército de línea y de los batallones de la Guardia Nacional de Arequipa que deseen ir voluntariamente.
, En reunión en la Plaza de Armas, el Vicepresidente Montero trata con el pueblo la retirada del ejército. Los escasos asistentes al mitin objetan la decisión del Consejo de Ministros, rechazan las explicaciones sobre la causa y objetivo de la retirada, y acusan al gobierno de traición. Afirman que Montero se propone desarmar al pueblo para hacer imposible la defensa de la ciudad.
, Sublevación del Batallón No. 7 de la Guardia Nacional, bajo las órdenes del abogado y político arequipeño coronel de Guardias Nacionales Luis Llosa Abril, hermano de Francisco y Germán Llosa. Inicialmente, la rebelión es secundada por el Batallón No. 9 y luego por los demás batallones de la Guardia Nacional.
, En la tarde, manifestantes asaltan la estación del ferrocarril donde se guarda parte del material de guerra para la defensa de la ciudad, se apoderan del armamento, y se incorporan a la sublevación.
, Grupos armados del pueblo recorren la ciudad haciendo disparos al aire.
, A las seis de la tarde, el ejército de línea regresa a Arequipa, se mantiene en orden, y no se pliega al alzamiento de la Guardia Nacional.
, El Vicepresidente Montero intenta restablecer la calma y se desplaza a los cuarteles de los batallones amotinados de la Guardia Nacional. A pesar de las manifestaciones de aprobación recibidas en estas reuniones, la comitiva es tiroteada al término de las visitas, falleciendo varios oficiales y soldados de su escolta. El mismo Vicepresidente estuvo a punto de morir cuando una bala atravesó su quepí, lo que prueba que los amotinados buscaban eliminar a Montero y con él al régimen que presidía.
, El desorden es general e incontenible. Montero tiene dos opciones: usar al ejército de línea para combatir en lucha fratricida el alzamiento de la Guardia Nacional ,lo que permitiría el fácil ingreso de los chilenos a Arequipa, o abandonar la ciudad a las fuerzas arequipeñas insurrectas. Montero decide abandonar la ciudad.
, Se dispone que los coroneles Germán Llosa y Julio Jiménez, comandantes de los batallones Grau y Bolognesi, ocupen con sus tropas el puente de Sumbay en preparación de la retirada del ejército hacia Puno. Los coroneles Llosa y Jiménez se niegan a cumplir las órdenes y permanecen en Arequipa.
, Motejado de cobarde y traidor, cae asesinado a balazos Diego Butrón, Teniente Alcalde del Concejo Provincial de Arequipa, quien presidió la comisión que comunicó al Vicepresidente Montero el acuerdo del Municipio pidiendo que no se librara batalla en la ciudad.
, Durante la noche continúan violentos tiroteos en diferentes vecindarios de Arequipa.
Ilustración No. 19
Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
Ilustración No. 20
Costa del litoral comprendido entre Islay y Puerto Chilca, 1879
Mapa del litoral arequipeño preparado por la Oficina Hidrográfica del enemigo chileno
Viernes 26 de octubre de 1883
, A la una y media de la madrugada, el Vicepresidente Montero y principales autoridades del Gobierno Provisorio abandonan Arequipa tras la sublevación de la Guardia Nacional y el amotinamiento de sectores del pueblo. El Gobierno Provisorio García Calderón-Montero-Cáceres, régimen que no reconocía los actos del títere chileno Miguel Iglesias, ha sido derrocado.
, Gracias a tan singular golpe de estado, Chile ve facilitado el reconocimiento internacional del régimen de Iglesias y de su principal acto y razón de existir, el Tratado de Ancón. Sólo fueron necesarias las maniobras y movimientos de mil trescientos invasores en Huasacache, el sábado 22 y domingo 23 de octubre, para que Arequipa se entregara sin combatir.
, Alrededor de cien cadáveres de peruanos, abaleados por otros peruanos, yacen en las calles de la Ciudad Blanca, producto de la sublevación de la Guardia Nacional de Arequipa.
, Aumentan los tumultos y violentos tiroteos en diferentes vecindarios de Arequipa.
, A las siete de la mañana se reúne el Concejo Provincial de Arequipa y nombra una comisión que debe visitar al comandante de las fuerzas chilenas para rendir la plaza.
, Alcalde de Arequipa Armando de la Fuente comunica al Cuerpo Consular que la ciudad se halla desocupada y que no ofrecerá resistencia alguna al enemigo. Suplica al Cuerpo Consular que solicite al invasor chileno las garantías necesarias para el vecindario.
, A las ocho de la mañana parte la comisión del Concejo Provincial en busca del comandante de las fuerzas invasoras. Regresa a las seis de la tarde sin haber podido entrevistarse con el jefe chileno que se encontraba aún en Puquina. Se solicita al Cuerpo Consular se ponga en contacto con el jefe chileno.
Domingo 28 de octubre de 1883
, A las diez y media de la mañana, se presentan ante las avanzadas de los invasores en Chacahuayo dos parlamentarios con la nota del Cuerpo Consular en que se comunica que el Alcalde del Concejo Provincial ponía la ciudad de Arequipa a disposición del comandante de las fuerzas chilenas. Son llevados a Puquina donde entregan la nota al comandante invasor José Velásquez.
, El jefe chileno comunica que recibirá la rendición de Arequipa en el pueblo de Paucarpata, el 29 de octubre de 1883, a las doce del día.
, A las dos de la tarde las avanzadas chilenas parten con rumbo a Tambo, donde pasan la noche.
, Carta oficial enviada desde Puno por el Vicepresidente Montero haciendo entrega del mando al Segundo Vicepresidente, General Andrés Avelino Cáceres.
Lunes 29 de octubre de 1883
, A las seis de la mañana, los cuerpos de vanguardia del ejército chileno salen de Tambo en dirección a Pocsi.
, A las ocho de la mañana, el invasor llega a Pocsi y encuentra el pueblo completamente desierto. A las nueve y media de la mañana deja Pocsi con rumbo a Mollebaya.
, Llena de banderas blancas, Mollebaya recibe a las avanzadas chilenas con temor, pero con los brazos abiertos. Mujeres del lugar sirven chicha de jora, pan y carne y entregan ramos de flores a las tropas invasoras. Durante toda la permanencia del enemigo las campanas de la iglesia no cesan de repicar.
, A las once de la mañana ingresa a Arequipa una corta avanzada de jinetes chilenos que debe salir inmediatamente de la ciudad por temor a reacciones adversas de la población.
, A las doce del día, en Paucarpata, la delegación del Concejo Provincial y los miembros del Cuerpo Consular de Arequipa se reúnen con el jefe invasor en conferencia que dura tres horas.
, A las tres de la tarde, en Paucarpata, se suscribe el Acta de Rendición de Arequipa al ejército chileno. El documento es firmado por las autoridades municipales, vecinos notables de la ciudad y representantes del Cuerpo Consular.
, A las cinco de la tarde los invasores llegan a Characato. Desde instantes antes de su ingreso las campanas de la iglesia son echadas al vuelo. La población cubre de flores a los genocidas chilenos.
, A las cinco y media de la tarde los invasores entran a Sabandía, villa en ruinas y desierta como resultado del terremoto del primero de octubre de 1883.
, A las seis de la tarde ingresa a Arequipa el comandante invasor José Velásquez y una pequeña comitiva. Se alojan en un hotel de la ciudad.
, A las seis de la tarde el enemigo entra a Paucarpata, donde se repiten las vergonzantes escenas de Mollebaya y Characato. A las seis y media de la tarde el contingente chileno parte rumbo a la ciudad de Arequipa.
, A las siete y media de la noche los mil trescientos efectivos chilenos llegan a los suburbios de Arequipa. Son formados en filas de a dos, con la finalidad de dar la impresión que su cantidad es mayor a la real y evitar que los arequipeños intenten atacarlos al percibir que se habían rendido ante un ejército diminuto.
, A las nueve de la noche, fuerzas de la primera división del enemigo chileno ingresan a la Ciudad Blanca.
, Los invasores pasan la noche en la Plaza de Armas y al abrigo de los portales. No son molestados en su sueño por ninguno de los heroicos e invencibles arequipeños. Por el contrario, desde esa noche los mistianos velan por la seguridad de los genocidas chilenos y les aseguran una grata estadía en la Ciudad Blanca.
Ilustración No. 21
Mapa de la zona sur de la provincia de Arequipa mostrando la ubicación de Quequeña y Pocsi
Mapa de Mariano Felipe Paz-Soldán
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7. La invención de la "batalla" de Quequeña: Intento de ocultar la vergonzosa rendición de Arequipa
"Ni el pueblo de Quequeña ni el de Yarabamba tomaron parte en este lamentable suceso... la reyerta entre varios jóvenes, vecinos del pago de Buenavista, y el piquete de soldados chilenos".
Testimonio de Emeterio Retamoso
Cura peruano de la parroquia de Pocsi, Arequipa
Arequipa, 28 de noviembre de 1883
(Muñiz 1909, 457)
El 22 de noviembre de 1883, alrededor de las nueve de la noche, dos invasores chilenos ?el soldado Juan Fernández y el sargento Francisco Román? fueron ultimados a garrotazos durante una reyerta con unas diez personas en un corralón del pueblo arequipeño de Quequeña. Según denunció el comando chileno, los cadáveres de Román y Fernández fueron "horriblemente mutilados" (Ahumada 1891, VIII: 392). El uniformado sureño Francisco Valdevenito logró escapar con heridas en un brazo y en una mano.
Los tres chilenos formaban parte de una patrulla enviada por el estado mayor de los invasores con el fin de "recoger el armamento que había pertenecido al ejército y Guardia Nacional peruana". En esta tarea, los chilenos contaron con la colaboración de varios arequipeños: el teniente gobernador de Pocsi, dos capataces, y algunos arrieros de la zona (Ahumada 1891, VIII: 392).
Esta reyerta, producida en Quequeña el 22 de noviembre de 1883, ha sido elevada por algunos arequipeños a la categoría de "batalla" tratando de borrar la vergüenza histórica de no haberse enfrentado a los chilenos y haber rendido cobardemente su ciudad al enemigo, sin haberlo combatido, a pesar de contar con las armas para poder hacerlo.
7.1 Los sucesos de Quequeña y Yarabamba
El 29 de octubre de 1883, cuando los chilenos ocuparon a la rendida Arequipa, salieron de Pocsi a Quequeña, en busca de ganado y forraje, el soldado enemigo Juan Fernández y un colaboracionista arequipeño. En el camino, el soldado Fernández ?ladrón al fin, como buen invasor chileno? le robó el reloj al peruano Mariano Linares.
Semanas después, el oficial enemigo Ramón Villonta acompañado de dos sargentos, dos soldados y dos capataces, fueron enviados a Pocsi con la finalidad de "recoger el armamento que había pertenecido al ejército y Guardia Nacional peruana". La patrulla chilena estuvo en Piaca y en Polobaya, donde las armas le fueron entregadas por solícitos arequipeños ?pacíficos todos ellos? que no querían saber nada de fusiles ni de municiones. En las localidades visitadas los chilenos se embriagaron y cometieron una serie de desmanes: golpearon, robaron, violaron y prendieron fuego a las poblaciones. Por la noche, los invasores chilenos regresaron a Pocsi (Quiroz 1988, 150).
El 21 de noviembre de 1883 los invasores se presentaron en Quequeña, donde se dedicaron a recoger el armamento peruano.
El 22 de noviembre, el oficial chileno Ramón Villonta se trasladó a Yarabamba convidado a participar en una fiesta del pueblo. Ése mismo día, a las cuatro de la tarde, el soldado chileno Juan Fernández se presentó en Yarabamba en busca de licor y sexo. Intentó vejar a una insana quien se negó a los requerimientos del invasor. Ante la respuesta de la mujer, Fernández amenazó con matarla de un balazo.
Mariano Linares y algunos amigos, todos ellos vecinos del pago de Buenavista y concurrentes a la fiesta de Yarabamba, observaron la escena e intervinieron en defensa de la pobre mujer. Es en ese momento que Linares reconoció a Fernández como el ladrón que semanas antes le había arrebatado el reloj. Exigió al chileno que devolviera lo robado a lo que el invasor se negó. Fue entonces que Linares y su grupo golpearon a Fernández, despojándolo de sable y fusil. El soldado chileno fugó con rumbo a Quequeña.
Llegado a Quequeña, Fernández informó sobre los hechos. El mando chileno ordenó el regreso de Fernández a Yarabamba con el fin de detener a los peruanos que lo habían golpeado. Acompañado de dos efectivos chilenos, Fernández regresó a Yarabamba. Pasaron por el caserío de Buenavista, donde no encontraron a Linares pero si se tropezaron con uno de sus amigos, el joven Andrés Herrera, a quien torturaron brutalmente. Los gritos del joven Herrera fueron escuchados por Mariano Linares y el grupo de amigos que horas antes había desarmado a Fernández en Yarabamba. Dispararon contra Fernández y los otros dos chilenos, ataque que fue respondido por los invasores.
Tras algunos minutos los invasores fugaron en dirección a Quequeña, perseguidos por Linares y sus amigos. Tras darles el alcance en Quequeña, los jóvenes peruanos dieron muerte a Juan Fernández y al sargento Francisco Román. En la reyerta también murió un peruano, quedando heridos dos jóvenes. Linares y sus amigos huyeron de la zona a fin de evitar ser capturados por el ejército invasor. Eran las nueve de la noche del 22 de noviembre de 1883.
Al día siguiente, 23 de noviembre, el oficial chileno Villonta regresó a Quequeña procedente de la fiesta en Yarabamba, ignorante de los sucesos de la noche anterior.
7.2 La criminal represión del enemigo chileno
El 23 de noviembre de 1883, dos oficiales chilenos llegaron a Quequeña procedentes de Arequipa. Obtuvieron de los pobladores información sobre los hechos y sobre los responsables del asesinato de Fernández y Román. Así fue que averiguaron los nombres de los integrantes del grupo que fugó tras atacar a los tres chilenos.
Al día siguiente, a las nueve de la mañana, un destacamento chileno llegó a Quequeña con sesenta prisioneros peruanos a quienes habían capturado en Yarabamba y en la propia Quequeña. De ellos escogieron a 26 infortunados a quienes acusaron de "cómplices en el atentado puesto que no lo evitaron pudiéndolo". Seis de los prisioneros fueron condenados a muerte por fusilamiento y los otros veinte a la pena de flagelación con cien azotes. La sentencia fue ejecutada el mismo día, es decir el 24 de noviembre de 1883.
Las acciones de los rufianes chilenos en Quequeña constituyeron brutalidades que deben adicionarse a la larga lista de fechorías cometidas por los sureños en el Perú. Los ejecutados y flagelados por orden del tribunal militar chileno no eran soldados peruanos, no estaban armados, no opusieron resistencia a su captura y ?lo que es fundamental? no habían sido los atacantes de los soldados chilenos.
Ya se ha indicado que por la información obtenida el día 23, los invasores se enteraron de los nombres de Mariano Linares y de los implicados en el ataque del día 22, quienes se dieron a la fuga y no fueron habidos. Se deduce entonces que los chilenos eran conscientes que los condenados a fusilamiento y flagelación eran inocentes por no haber sido ellos quienes asesinaron a Fernández y Román.
Ciudadanos peruanos inocentes, fusilados por el enemigo chileno
en Quequeña, Arequipa, 24 de noviembre de 1883
1. Liborio Linares
2. Manuel B. Linares
3. Ángel Figueroa
4. Luciano Ruiz
5. Juan de Dios Acosta
6. José Mariano Ávila
Ciudadanos peruanos inocentes que recibieron cien azotes del enemigo chileno en Quequeña, Arequipa, 24 de noviembre de 1883
1. Máximo Villanueva
2. Juan Flores
3. Lino Flores
4. Félix Arenas
5. Martín Lira
6. Mariano Pontiga
7. Pablo Chacón
8. Mariano Linares
9. Mariano Quispe
10. Manuel Rivera
11. Mariano Oportus
12. Feliciano Zamudio
13. Juan Álvarez
14. José M. Málaga
15. Mateo Rosa
16. Maríano Arenas
17. Samuel Flores
18. Mauricio Cornejo
19. Andrés Oportus
20. Mariano Villanueva
Ciudadanos peruanos ausentes, condenados a muerte
en Quequeña, Arequipa, 24 de noviembre de 1883
1. Andrés Barrera
2. Mariano Linares
3. Federico Barrera
4. Nicanor Rodríguez
5. Andrés Herrera
6. Cleto Málaga
7. Pablo Málaga
8. Casimiro Arenas
9. Luciano Ponce
10. Juan Arenas
Texto No. 31
Informe de Emeterio Retamoso, cura de la parroquia de Pocsi, Arequipa, sobre los sucesos de Quequeña y Yarabamba
Arequipa, 28 de noviembre de 1883
(Muñiz 1909, 457-459)
7.3 Análisis de los incidentes de Quequeña y Yarabamba
Objetivo del ataque de Mariano Linares y sus amigos de Buenavista
¿Fue el objetivo del ataque de Mariano Linares y su grupo de amigos de Buenavista impedir el cumplimiento de la misión de recojo de armamento peruano que había sido asignada a la patrulla chilena en Quequeña y Pocsi?
No, de ninguna manera. La patrulla chilena recogió el armamento que había pertenecido al ejército y Guardia Nacional peruana con la colaboración militante de las autoridades y de la ciudadanía arequipeña (Ahumada 1891, VIII: 392). Los pobladores de Quequeña entregaron al enemigo, gozosos y contentos, los fusiles y municiones que se negaron a utilizar contra los chilenos a fines de octubre de 1883. Más aún, los arequipeños de la zona hicieron partícipes de sus fiestas a los invasores chilenos, como sucedió en Yarabamba el 22 de noviembre de 1883.
Repitieron así la conducta pusilánime de los pueblos de Mollebaya, Characato y Paucarpata, que en octubre de 1883 recibieron a los chilenos con repique de campanas, embanderamiento general (con la bandera blanca), flores y abundante chicha.
En ningún momento los arequipeños de Quequeña tuvieron la intención de resistir o enfrentar con las armas al enemigo chileno.
Razones del ataque de Linares
¿Cuáles fueron las razones del ataque de Mariano Linares y su grupo de amigos a la patrulla chilena en Quequeña?
Como ya se indicó en la descripción de los hechos, Mariano Linares y sus amigos de Buenavista enfrentaron al soldado chileno Juan Fernández no por ser enemigo u opresor del Perú sino porque el mencionado efectivo le había robado el reloj a Linares. Adicionalmente, lo resistieron por haber intentado sobrepasarse con una lugareña. Si el chileno Juan Fernández no hubiera robado el reloj de Linares, o si no hubiera intentado violar a la mujer, no se hubiera producido la reyerta de Quequeña.
La supuesta "batalla" de Quequeña
Algunos interesados han llegado a mencionar la realización de una supuesta "batalla" de Quequeña. ¿Es cierto que hubo una batalla en Quequeña?
No hubo ninguna batalla en Quequeña.
No obstante, algunos arequipeños piensan que si se dio un combate en Quequeña. Por ejemplo, Jorge Polar (1922, 83) escribió que "algunos vecinos de Quequeña, agotado ya el sufrimiento, provocados por bárbaro castigo impuesto por los chilenos a un niño, reuniéronse y atacaron el cuartel [sic] en que se hallaban los soldados chilenos, resultando dos de estos muertos en el combate y huyendo otro a Arequipa, a dar parte de lo ocurrido a sus jefes".
El problema está en que en Quequeña ¡no existía ningún cuartel! Como lo describió el periódico arequipeño La Bolsa y lo repitió el historiador arequipeño Eusebio Quiroz Paz Soldán, los soldados chilenos que fueron atacados por Linares y sus amigos del pago de Buenavista estaban hospedados en "la casa [en Quequeña] de doña Eulalia Gutiérrez y donde funcionaba una panadería. Por ello se salvaron [inicialmente] los soldados escondiéndose en el horno" (Quiroz 1988, 151). Resulta ser entonces que el supuesto "cuartel" de los soldados chilenos al que se refiere Polar no era otra cosa que la casa-panadería de la señora arequipeña Eulalia Gutiérrez (!).
La verdad es que los "honrados e inocentes" ciudadanos de Quequeña y Yarabamba jamás intentaron resistir al enemigo chileno y menos aún con las armas en la mano. Como declaró Emeterio Retamoso, cura de la parroquia de Pocsi, seis días después de los hechos, "ni el pueblo de Quequeña ni el de Yarabamba tomaron parte en este lamentable suceso" (Muñiz 1909, 457). El incidente al cual se refería el cura Retamoso fue la "reyerta entre varios jóvenes, vecinos del pago de Buenavista, y el piquete de soldados chilenos" (Muñiz 1909, 457).

Los únicos pobladores que atacaron a los soldados chilenos en Yarabamba y luego en Quequeña fueron Mariano Linares y sus amigos del pago de Buenavista. Lo hicieron no por oponerse a la presencia chilena en Arequipa sino para enfrentar el robo del reloj de Linares y para castigar el intento de violación de la pordiosera.
La reyerta de Quequeña
Si no hubo "batalla de Quequeña", ¿cómo puede calificarse lo que sucedió en ese pueblo el 22 de noviembre de 1883?
Como se mencionó en el punto anterior, el cura Retamoso de la parroquia de Pocsi calificó como "reyerta", el enfrentamiento entre el grupo de Mariano Linares y los soldados chilenos (Muñiz 1909, 457).
Con bastante propiedad, Armando de la Fuente ?el alcalde de Arequipa que colaboró rastreramente con los ocupantes chilenos? calificó la "reyerta", el "desorden" o el "choque del 22 [de noviembre]" como los "desgraciados acontecimientos" de Quequeña (Muñiz 1909, 460).
El historiador arequipeño Eusebio Quiroz Paz Soldán (1988, 129) se refirió a los hechos llamándolos "los sucesos de Yarabamba y Quequeña".
Tras estudiar objetivamente los incidentes y evaluar las descripciones citadas, puede llegarse a la conclusión que lo sucedido en Quequeña fue una reyerta. Carece de fundamento histórico tratar de elevar a la categoría de batalla algo que sólo fue una gresca callejera de connotación policial.
¿Son héroes del Perú los fusilados de Quequeña?
Según el artículo primero de la Ley 24308, promulgada el 26 de septiembre de 1984 durante el gobierno del arequipeño Fernando Belaúnde Terry, los fusilados de Quequeña y Yarabamba deben ser considerados "héroes nacionales", supuestamente por haber "ofrendado valerosamente sus vidas defendiendo el honor y la dignidad de la Patria en horas cruciales de nuestra historia".
El grave problema de esta denominación es que los fusilados de Quequeña y Yarabamba no cumplieron ninguna acción heroica. No realizaron ningún acto extraordinario en servicio de la patria, producto de un esfuerzo eminente, hecho con abnegación. Hombres que se abstuvieron de participar en la Guerra del Salitre, nunca se mostraron interesados en defender el honor y la dignidad del Perú, por lo que no presentaron resistencia al enemigo chileno y se entregaron mansamente a sus verdugos. El cura Retamoso lo describió con claridad: "ni el pueblo de Quequeña ni el de Yarabamba tomaron parte en este lamentable suceso" (Muñiz 1909, 457). Sólo se dedicaron a cultivar sus tierras, tarea en la que fueron apresados por el invasor sureño. Luego de juicio sumario, los invasores los pusieron frente a un pelotón de fusilamiento que dio rápida cuenta de ellos. Que fueron víctimas de la brutalidad del enemigo chileno, sí, sí lo fueron, no cabe duda al respecto, pero eso no los convierte en héroes, menos aún en "héroes nacionales".
¿Son mártires del Perú los fusilados de Quequeña?
Los fusilados de Quequeña tampoco fueron mártires. No murieron luchando por sus convicciones y tampoco defendieron ninguna causa específica. Como ya se ha indicado, sólo aspiraban a trabajar sus tierras y vivir en paz. No les interesó la guerra con Chile.
En igual sentido, Quequeña y Yarabamba no son "poblaciones mártires" como las denomina sospechosamente el artículo segundo de la Ley 24308. Ambas circunscripciones entregaron a los chilenos el armamento peruano que les fue confiado para la defensa de Arequipa. Ambas poblaciones recibieron amistosamente a los invasores y no los atacaron, llegando inclusive a compartir con ellos en la fiesta de Yarabamba el 22 de noviembre de 1883.
Este ambiente de repugnante confraternidad fue roto por Mariano Linares y el grupo de jóvenes de Buenavista que se enfrentaron a los tres soldados chilenos. Sin embargo no lo hicieron para defender la dignidad de la patria sino para obtener la devolución de un reloj robado.
Los fusilados de Quequeña, víctimas de uno de los tantos crímenes perpetrados por Chile en el Perú
Entonces, si a los fusilados de Quequeña no puede llamárseles héroes ni mártires, ¿qué es lo que fueron?
Los seis fusilados de Quequeña fueron víctimas de uno de los tantos crímenes cometidos por los invasores chilenos en el Perú entre 1879 y 1883. Su fusilamiento constituyó expresión de una de las brutalidades cometidas por el enemigo contra la población civil de nuestro país durante la Guerra del Salitre.
Texto No. 32
Sentencia del Tribunal Militar chileno dictada en Quequeña, Arequipa, 24 de noviembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 392-393)
Texto No. 33
Carta del Alcalde Armando de la Fuente al Comandante de las fuerzas chilenas de ocupación de Arequipa, fechada en Arequipa el 30 de noviembre de 1883
(Muñiz 1909, 457-459)
Texto No. 34
Tragicómico tenor de la Ley 24308 del 25 de septiembre de 1984:
Declaración de Héroes Nacionales de los fusilados de Quequeña
Ilustración No. 22
Visión general de Arequipa en 1865
Grabado: Paz Soldán 1865, No. 19, placa XLII
8. LA RENDICIÓN DE AREQUIPA ANUNCIADA DOS AÑOS Y MEDIO ANTES EN EL DISCURSO DEL DERROTISTA AREQUIPEÑO BELISARIO LLOSA Y RIVERO
Ilustración No. 23
Derrotista arequipeño Belisario Llosa y Rivero, profesor de Literatura de la Universidad de Arequipa (Arequipa 1857 - Arequipa 1900).
Era de la idea que continuar la guerra con Chile equivalía a suicidarse. En abril de 1881 argumentó que el Perú era un pueblo indefenso y que debería someterse al vencedor.
El 20 de abril de 1881, tres meses después de las Batallas de San Juan y Miraflores y dos años y medio antes de la rendición de Arequipa sin combatir, los genocidas chilenos ocupaban la capital, Tarapacá, Arica y otras áreas del país. En esas circunstancias, los peruanos escucharon desde Arequipa la voz de la cobardía propalando el mensaje de derrota.
Leyendo el Discurso de Apertura del Año Académico de la Universidad de Arequipa, Belisario Llosa y Rivero, veinticuatro años de edad, profesor de Literatura de ese centro de estudios, lanzó la consigna derrotista y proclamó que continuar la guerra con el invasor del sur equivalía a suicidarse. Según el señorito Llosa, el Perú era un pueblo indefenso que "debería someterse al vencedor" y procurar "alcanzar la paz lo antes y lo menos mala posible". El inexperto abogado advirtió que cometerían "delito de lesa infidelidad contra la patria los ciudadanos armados o desarmados que resistan al enemigo sin la certidumbre, o por lo menos, la poderosa probabilidad de ventajoso éxito".
Me parece estar escuchando al arequipeño Belisario Llosa: ¡Qué resistencia, qué Cáceres, qué Breña, ni qué ocho cuartos! ¡Cojudeces, señores, cojudeces! ¡La rendición se impone. Rendición inmediata, total, sin condiciones!
La alocución de Llosa ,presentada en cincuenta y siete secciones, se tituló La verdadera situación y aspiraciones del Perú después de la toma de Lima, y sirvió para que su autor lanzara un encendido mensaje en favor de la necesidad absoluta de suscribir la paz con Chile, aceptando las condiciones impuestas por la nación del sur.
Ante la algarabía de los genocidas del sur por semejante propuesta, Belisario Llosa efectuó una prolongada descripción de los males que en su opinión habían pasado a formar parte constitutiva del Perú y que explicaban su fracaso militar ante Chile. Afirmó que Perú fue el supuesto "hijo mimado de la indolente España", y que sus habitantes, perezosos por naturaleza, "se dieron a vivir como príncipes".
Igualando el estilo de vida de la burguesía comercial, sus abogados, altos funcionarios públicos y comandantes militares, con las paupérrimas condiciones de subsistencia de la mayoría de la nación, Llosa afirmó que el Perú había devenido en una nación corrupta, poblada por "innumerables ociosos y flojos", pobres y ricos, jóvenes y viejos, acostumbrados todos a "dormir mucho y levantarse tarde". El país se encontraba abrumado por "nuestra pereza de sesenta años", molicie iniciada con la proclamación de la independencia en 1821. El "ocio y la dejadez" generaban "desórdenes y disipaciones" y penetraban todas las clases sociales, entre las que Llosa incluyó a militares, sacerdotes, ricos y clase media. Como expresión de los problemas nacionales, mencionó también al periodismo corrupto y a las escasas empresas y bancos del país.
Si bien Llosa efectuó una descripción de los "males nacionales", cuando se busca su explicación causal o el sustento de la propuesta, el discurso del catedrático arequipeño se muestra superficial, libresco e incompleto, sólo atinando a acudir al factor racial. Para Llosa, la ociosidad se explicaba en parte por las características raciales del país. Aseveró que el "peruano de raza pura" provenía de una "extraña" mezcla de razas, en la que participaron la impetuosa "raza árabe", la floja "sangre goda", y la raza indígena "fría, tímida e indolente".
Según Belisario Llosa, siendo el principal problema de los peruanos la aversión a laborar, la "regeneración" del país provendría del "ángel del trabajo que, quitando de sobre el cuerpo del Perú, la pesada lápida de nuestro pasado, lo haría surgir de entre los muertos, como al mártir belemita, en resurrección feliz, imperecedera y gloriosa". La solución al problema consistía en que los peruanos "nos hagamos honrados, económicos y laboriosos". En una palabra, los peruanos, ociosos por naturaleza, deberíamos dejar de serlo y dedicarnos a trabajar. Sin embargo, trabajar no era posible de mantenerse la ocupación chilena del Perú. De ahí la necesidad de rendirse al enemigo, rápida y totalmente, sin condiciones, para que luego de obtener la "paz" chilena el país pudiera "regenerarse por el trabajo".
8.1 La ideología del derrotismo en Belisario Llosa y Rivero
La recomendación derrotista de Belisario Llosa y Rivero apareció como la gran conclusión de su discurso, en la sección 52 del mismo. Las palabras derrotistas de Belisario Llosa y Rivero, pronunciadas en abril de 1881, fueron bastante similares a las que aparecieron en el artículo ¿Qué hacemos? escrito por el derrotista Mariano Bolognesi dos meses antes. Como si fuera un simple desarrollo del artículo de Bolognesi, el Discurso de Llosa en la inauguración del Año Académico de la Universidad de Arequipa hace evidente que desde dos años y medio antes de la rendición de Arequipa sin combatir, en octubre de 1883, las clases dominantes de la Ciudad Blanca no querían arriesgar el pellejo en batallas contra los chilenos. Habían sido ganadas por el desaliento, circulando entre ellas la opinión mayoritaria de someterse a la voluntad de Chile.
Por ello, los grupos de poder político y económico de la Ciudad Blanca estuvieron interesados en transmitir la consigna derrotista envuelta en el manto justificador de la denuncia de los males nacionales, de los que, paradójicamente, Arequipa quedaba excluida, a pesar de ser una ciudad escenario de motines y sediciones diversas, de negociados de ferrocarriles, y de planillas de sueldos burocráticos financiadas con los recursos del guano y el salitre.
Puede deducirse así la razón de "la imprevista indisposición del profesor encargado de dirigir la palabra en el solemne día de la instalación de las labores de la Universidad". Si la perspectiva derrotista no hubiera sido la preponderante entre los sectores dirigentes de Arequipa, éstos no hubieran permitido la lectura de un discurso en el que se recomendaba explícitamente la capitulación ante el enemigo. Cumpliendo los designios de la oligarquía y plutocracia arequipeñas, el ignoto orador fue reemplazado por un Belisario Llosa que usó la oportunidad para divulgar un estudiado mensaje derrotista, de inspiración chilena, que por su contenido y extensión no hubiera podido escribirse de la noche a la mañana.
Texto No. 35
El derrotismo de Belisario Llosa y Rivero
8.2 El enemigo chileno usó del discurso derrotista de Belisario Llosa
La propaganda chilena utilizó el discurso de Belisario Llosa para atacar al Perú. Por ejemplo, el publicista sureño Anselmo Blanlot Holley en su obra de 1910 Historia de la paz entre Chile y el Perú 1879-1884 afirmó que no era verosímil "suponer que Llosa calumniara a su patria en momentos de la mayor tribulación". Los conceptos vertidos por el catedrático arequipeño sirvieron para que Chile pregonara por el mundo que el Perú era un país cuyos habitantes eran reacios al trabajo.
Texto No. 36
Propagandista chileno Blanlot Holley cita al derrotista Llosa
(Blanlot Holley 1910, 74, 78-79)
8.3 Basadre y el discurso de Belisario Llosa
Escribiendo sobre el discurso de Belisario Llosa en la Universidad de Arequipa, Jorge Basadre afirmó que "la historia del Perú debe preservar del olvido esta pieza oratoria" (Basadre VIII-364). Expuso como razón que "Llosa, varios años antes de González Prada, hizo una acerba condena de la historia republicana como causa de la derrota y de la humillación en la guerra con Chile".
Puede coincidirse con la apreciación de Basadre respecto a que el discurso de Llosa fue una muestra importante de la literatura de la traición que floreció durante los años de la ocupación chilena. Sin embargo, como denuncia de los graves problemas acumulados por el Perú a lo largo de sus sesenta años iniciales de república independiente, la pieza oratoria de Llosa fue antecedida por el Romance Contemporáneo sobre el Perú, escrito por Fernando Casós, y publicado en París en 1874.
Debe anotarse que Basadre guardó silencio respecto al aspecto derrotista de la propuesta de Llosa, presentando al catedrático arequipeño sólo "planteando la necesidad inmediata de un tratado con Chile". Basadre no mencionó los argumentos de Llosa que el Perú se suicidaría si proseguía la guerra, que debería someterse al vencedor, y que los luchadores de la resistencia cometerían delito de lesa infidelidad por enfrentarse a los chilenos sin la certidumbre o poderosa probabilidad de éxito.
8.4 La caída de Lima no significó el término de la guerra
Los chilenos supusieron que luego de la caída de Lima tras las Batallas de San Juan y Miraflores, el 13 y 15 de enero de 1881, el Perú había sido totalmente derrotado. Pensaron que el Conflicto del Salitre había llegado a su fin y que sería cuestión de esperar algunos días, o a lo más algunas semanas, para firmar un tratado de paz en el que el Perú cedería a Chile el riquísimo territorio salitrero de Tarapacá y las provincias de Arica y Tacna, objetivo final de la guerra de conquista imperialista iniciada en 1879 por el enemigo del sur.
Cuál sería la sorpresa de los genocidas cuando constataron que el dictador Nicolás de Piérola, tras escapar de la capital por la vía de la sierra, organizaba en el interior del país la resistencia contra el invasor y se declaraba contrario a la cesión territorial como condición para la suscripción de un tratado de paz. Siendo esta posición inaceptable para los asaltantes del sur, el 22 de febrero de 1881 hicieron saber que desconocían la autoridad de Piérola, que ellos no negociarían el término de la guerra con dicha Administración, y que esperaban que el Perú formase un nuevo gobierno provisorio con el que poder tratar la paz.
En estas circunstancias, Chile tuvo que afrontar el desafío de promover la creación de una Administración alternativa a la de Piérola, que estuviera dispuesta a entregar Tarapacá, Tacna y Arica como requisito para el restablecimiento de la paz. Inicialmente, los genocidas chilenos aceptaron la formación de un gobierno provisional, encabezado por el abogado Francisco García Calderón, quien fue designado presidente de la república por una junta de ciento catorce "notables" de Lima, asumiendo sus responsabilidades el 12 de marzo de 1881 en el pueblo de Magdalena Vieja (hoy Pueblo Libre). Sin embargo, cuando no obtuvieron del gobierno así creado la cesión de Tarapacá prohijaron otro régimen, esta vez el del traidor Miguel Iglesias Pino de Arce, el cual si accedió a los requerimientos del invasor.
8.5 Peruanos usados por Chile en la transmisión de ideas derrotistas
Paralelamente a la formación de un régimen que se doblegara ante los designios de conquista de Chile, los invasores se vieron en la necesidad de ganar la batalla de las ideas y hacer aceptar a los peruanos la necesidad de ceder parte de su territorio a Chile.
Con este fin, iniciaron una campaña destinada a sembrar el desaliento en la opinión pública del Perú mediante la transmisión de ideas pesimistas acerca del resultado de una eventual prolongación del conflicto. Utilizaron en ella a peruanos que sirvieron como instrumentos del enemigo y que se presentaron a sí mismos como ciudadanos políticamente independientes, exentos de responsabilidad en los hechos de la guerra y en la conducción de los asuntos del país. Como personas honradas, desinteresadas y católicas, estos sacrificados caballeros sólo aspiraban a recomendar lo mejor para su vencida nación.
Tres fueron los peruanos que más se destacaron escribiendo mensajes de desaliento a través de los cuales se transmitieron las ideas derrotistas instigadas por Chile:
1. El coronel Mariano Bolognesi Cervantes, hermano del Héroe de Arica y tío de dos Héroes de San Juan y Miraflores, bajo cuyo nombre se publicó el artículo ¿Qué hacemos? en el diario El Comercio de Guayaquil el 25 de febrero de 1881.
2. El catedrático de Literatura de la Universidad de Arequipa Belisario Llosa y Rivero, lector del discurso La verdadera situación y aspiraciones del Perú, después de la toma de Lima, pronunciado en ocasión de la apertura de las labores académicas de dicho centro de estudios el 20 de abril de 1881.
3. El coronel, por nombramiento burocrático, don Julio Santiago Hernández, asesor principal de Miguel Iglesias, autor de la Circular a la Juventud Nacional de Cajamarca para establecer asambleas provinciales, publicada en el diario La Reacción de Cajamarca el primero de marzo de 1882.
8.6 Caracterización de la ideología del derrotismo instigada por Chile
La ideología de la derrota transmitida por Mariano Bolognesi, Llosa y Rivero, y Hernández estuvo definida por los siguientes elementos básicos:
1. El Perú fue definitivamente vencido por Chile en las Batallas de San Juan y Miraflores. La guerra terminó el día 15 de enero de 1881, con la caída de Lima, capital del Perú y sede de su Gobierno.
2. Los peruanos cumplieron su deber defendiendo a la nación.
3. No es racional para el Perú continuar la guerra al no contar con medios efectivos de defensa que oponer a las armas chilenas. La marina y el ejército peruanos fueron casi totalmente destruidos por las fuerzas armadas chilenas.
4. El descalabro obedeció más a características defectuosas de la propia sociedad peruana que a la agresión invasora de Chile. Entre estas características destaca la carencia de una lúcida clase gobernante y de verdaderos estadistas, la correspondiente inestabilidad política y desorganización administrativa, la corrupción, el caos económico y financiero del país y la falta de hábitos de trabajo.
5. Teniendo en cuenta la vigencia de las condiciones anteriores, proseguir la guerra era la opción de políticos y militares acostumbrados a usufructuar del estado de cosas vigente hasta antes del 5 de abril de 1879, fecha del estallido del conflicto.
6. Prolongar la guerra era también la alternativa de terceras naciones que buscaban satisfacer sus propios intereses, como Estados Unidos o Argentina. Llegada la hora de la verdad, estos países no cooperarían militar ni diplomáticamente con el Perú. Persistir en la lucha suponiendo la existencia de dicho apoyo internacional no corresponde a los verdaderos intereses del Perú.
7. A pesar de la guerra y de las apariencias contrarias, Chile es un país hermano y defiende en el fondo los intereses del Perú. Por ello, ofrece la paz a cambio de la entrega del territorio que le permita recuperar sus gastos militares.
8. Perú debe acceder a las condiciones dictadas por el país vencedor debido a que tiene la necesidad absoluta que su territorio sea desocupado por las fuerzas armadas chilenas. Si los ejércitos sureños se ven obligados a permanecer en el Perú, sólo es debido a la inexistencia de un gobierno peruano con quien acordar el término del conflicto.
9. Por las razones señaladas en los párrafos anteriores, debería organizarse un gobierno provisional en el Perú que tenga como objetivo central suscribir la paz con Chile. Sin mayor pérdida de tiempo, como buen perdedor, el nuevo régimen debería reconocer la derrota, aceptar los requerimientos establecidos por Chile y entregar Tarapacá, Tacna y Arica. El tratado de paz debería formalizar dicha cesión.
10. Alcanzada la paz y cedidos a Chile los territorios de Tarapacá, Tacna y Arica, Perú podría "regenerarse" por el trabajo y resurgir política, económica y socialmente.
Texto No. 37
El discurso derrotista de Belisario Llosa y Rivero, en ocasión de la apertura de las labores académicas de la Universidad de Arequipa el 20 de abril de 1881
(Ahumada 1888, V: 403-410)
LA VERDADERA SITUACIÓN Y ASPIRACIONES DEL PERÚ DESPUÉS DE LA TOMA DE LIMA: LA NECESIDAD ABSOLUTA DE LA PAZ CON CHILE
Discurso leído ante la Universidad de Arequipa y su alto clero por el catedrático de Literatura, Doctor Belisario Llosa y Rivero, en ocasión de la apertura de las labores académicas el 20 de abril de 1881
(Ahumada 1888, V: 403-410)
Ilustrísimo Señor, Señores:
La imprevista indisposición del profesor encargado de dirigiros la palabra en el solemne día de la instalación de las labores de esta Universidad en el nuevo año escolar, y la urgencia de cumplir la disposición reglamentaria que prescribe el discurso de apertura, hánme puesto en la inesperada necesidad de reemplazar a aquel, llenando apresuradamente y con perjuicio vuestro, la misión desde antes encomendada a más vasta y lúcida inteligencia.
1. Más, en qué desgraciadas circunstancias me cabe el deber de ocupar vuestra elevada atención; en qué amargos momentos he de acudir a la fuente de la verdad, cegada hoy al parecer para nosotros, en demanda de una gota de esa agua viva que desanudaba los contraídos miembros del paralítico de Betsaida y refrescaba el seco corazón de la mujer corrompida de Samaria.
2. Sí, señores, ¡cuán doloroso es nuestro presente, cuán oscuramente triste nuestro porvenir! El Perú, como la Pentápolis antigua, da a los cuatro vientos la llama de su colosal hoguera; parece va ya a cubrirse con la bituminosa capa que hará pronto de él, un nuevo inmenso Mar Muerto.
3. Herido a mansalva por la mano de un hermano fratricida, lleva aún en su pecho el puñal que rasgara sus entrañas y… ¿me atreveré a decirlo? sus propios hijos jugamos todavía con el saliente pomo de ese puñal, para ahondar la herida centuplicando el dolor.
4. Destruido lo esencial, quizá lo único de su poder marítimo y terrestre, ocupados y explotados por ladrona ambición sus más fáciles veneros de riquezas; quemados sus puertos; derruidas sus murallas; tomadas a saco sus poblaciones; desarmadas, rotas o transportadas a maldito extraño suelo sus maquinarias, fabricas, museos y bibliotecas; asesinados sus hombres; reducidos a la orfandad, a la miseria y a la prostitución sus mujeres; profanados sus altares; insultado su Dios; y como si tanto no bastara, nacido también y aumentado el monstruo de la discordia interna, que alista sus aceradas garras para devorar, con dentellada de oprobiosa vergüenza, las astillas escapadas de la gran catástrofe internacional.
5. He aquí, a rápido pincel y no recargado colorido, la pintura del estado actual del Perú; he aquí de entre qué horribles tinieblas habrá de ensayarse sacar la luz que, como lámpara sepulcral, nos guíe entre las ruinas; he aquí entre qué horrorosas y escarpadas breñas deberemos buscar la probática piscina, cuyas milagrosas aguas desliguen nuestra inteligencia y refresquen nuestro corazón.
6. Los grandes males necesitan fuertes remedios, y para aplicar, o por lo menos, para iniciar la aplicación de esos remedios fuertes, requiérense médicos atrevidos; hombres que no quieran nada con tanto anhelo como la salvación del enfermo; hombres independientes y capaces de decir a ese mismo enfermo, sin temor a nadie, ni a nada: "Si no adopta usted tal diagnóstico, muere usted sin remedio".
Éste es el procedimiento que primeramente debe observarse con el gran enfermo cuya vuelta a la salud a todos nos interesa y del cual todos somos y hemos debido ser siempre los infatigables médicos.
Hoy, sin embargo, la inminencia del peligro, la inutilidad del esfuerzo, el supremo desarrollo del mal que anuncian ya las bascas de la agonía, parecen haber desalentado a los que nunca debieron perder la última esperanza; e inconscientes unos, asombrados otros y exasperados los más, nos alejamos todos de la cabecera del moribundo; moribundo grandioso que arrastra consigo a la tumba nuestros recuerdos y nuestras tradiciones, nuestra historia y nuestras glorias, nuestro hogar, nuestra familia y el suelo que nos vio nacer.
7. ¿Será esto posible? El delenda Perú, pronunciado en menguada hora por los judíos de Santiago de Chile, Roma piratuna del Pacífico, ¿habrá de tener al fin su fatal y perfecto cumplimiento? ¿Y habrá de tenerlo porque los peruanos, como los cartagineses, embriagados con el vapor de la codicia y del partidarismo, celebran en impúdica orgía la fiesta de todas nuestras pasiones?
8. No, y mil veces no. Aún hay un remedio; y me voy a permitir iniciároslo con esa ruda franqueza que la juventud unida a la honradez, pone en los labios y con esa enérgica e independiente sinceridad que, inspirada en la sana conciencia y en la profunda convicción, hacen marchar derechamente al fin, sin reconocer obstáculos.
9. Llanamente os diré, pues, que: "el trabajo es la condición ineludible de nuestra regeneración política y social, y, por lo mismo, el medio único de conseguir el alto y anhelado fin de la salvación del Perú".
10. Prestadme, os lo suplico, entera atención y desapasionada, porque no he venido aquí a solicitar aplausos ni brindar adulaciones; he venido sólo en reclamo de la realización del derecho que todos tenemos a que, si decimos la verdad, se nos escuche; y si afirmamos el error, se nos desengañe.
11. La historia, que es el laboratorio en que se acrisolan los hechos para hacer brotar, en beneficio de los pueblos, el oro purísimo de la experiencia, presentando al mismo tiempo el campo en que se cosechan abundante mies, la ciencia política y todas las sociales, demuestra entre nosotros, con abrumadora evidencia, la necesidad suprema de acudir al agente civilizador que queda enunciado, comprobando también que no es un nuevo lugar común la proposición sentada.
La historia, primero nos suministrará, pues, una poderosa demostración indirecta, poniéndonos de manifiesto los raros fenómenos, las fatales consecuencias del ocio y dejadez de nuestras clases, de nuestra pereza de sesenta años; y los principios morales y económicos, después, nos probarán directamente, y con no menor potencia, que, en el siglo en que vivimos, la ley del trabajo es irresistible, es el inevitable resorte de la perfectibilidad relativa de los individuos y, por lo tanto, de la prosperidad y regeneración de los pueblos.
12. Hijo mimado el Perú de la indolente España, sintió injertarse en sus venas la impetuosidad ardiente y generosa, voluptuosa y móvil de la raza árabe; y la flojedad cachazuda, pesada y perezosa de la sangre goda, formando estos dos elementos, junto con el tercero, el indígena, frío, tímido e indolente, la extraña mezcla que caracteriza al peruano de pura raza, susceptible de entusiasmarse hasta el delirio y de enfriarse hasta la inercia; capaz de atreverse y de emprenderlo todo y de amilanarse también y retroceder hasta ante su propia sombra.
13. Desarrollado bajo esta triple influencia el robusto vástago, miró un día en las arcas de la madre largos lingotes de oro, que ella tomaba del peculio de su hijo para dilapidarlo después, a manos llenas, en la casa solariega de sus antepasados. Irritado con tal proceder y queriendo para sí el lujo y la opulencia que, fáciles de conseguirse, era trabajoso arrebatar a la mañosa pupilera, hizo un admirable esfuerzo, y auxiliado por sus hermanos mayores, a los que animaba el mismo empeño, proclamó el año veintiuno su absoluta emancipación.
Libre, joven, poseyendo inmensas riquezas que una privilegiada heredad producía, sin pena de su parte, pues el feraz y maduro fruto se aproximaba hasta sus labios para saciar todos sus apetitos, dueño principalmente de un polvo maravilloso, que se decía que los pájaros de la costa depositaban sin cesar en sus islas del Pacífico y que los mercaderes de Europa codiciaban a porfía para rejuvenecer las ya fatigadas tierras; el opulento Perú debía, y estaba en el caso, de ser completa y prolongadamente feliz.
14. Pero desgraciadamente, había sido educado, y entre los protocolos de su genealogía ibérica, no encontró títulos de verdadera caballerosidad, de honradez y de trabajo; hallando sí, entre algunos testimonios de antiguas y nobles glorias, abundantes e inútiles pergaminos de quijotescas caballerías, de incorregibles ignorancias, de incurables fanatismos, de corrompido lujo y ociosa abundancia.
15. Con este negativo caudal moral y con el positivo físico, se dio a vivir como un príncipe; montó su palacio con fastuosa elegancia; tuvo coches y caballos; alamedas y jardines; porcelanas de S
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